Crítica del recital de la pianisa Yulianna Avdeeva en el Festival de Piano Rafael Orozco de Córdoba
Excelso Chopin
Por José Antonio Cantón
Córdoba, 16-XI-2023. Teatro Góngora. XXI Festival de Piano «Rafael Orozco». Recital de Yulianna Avdeeva (piano). Obras Frédéric Chopin, Serguéi Prokófiev, Wladyslaw Szpilman y Mieczysław Weinberg.
Uno de los recitales más esperados de la presente edición del Festival de Piano ‘Rafael Orozco’ ha sido el protagonizado por Yulianna Avdeeva, pianista rusa que desde hace más de una década, a raíz de la obtención del Primer Premio del prestigioso Concurso Chopin de Varsovia, está situada a nivel mundial entre las mejores intérpretes, lo que da idea del alto nivel que está adquiriendo cada año este cada vez más relevante evento pianístico cordobés, brillantemente dirigido por el profesor Juan Miguel Moreno Calderón, tratadista y catedrático de piano en el Conservatorio Superior de Música ‘Rafael Orozco’ de Córdoba.
Iniciaba su actuación con la Polonesa-Fantasía en La bemol mayor, Op. 61 de Frédéric Chopin, compositor del que es una traductora excelsa. Así se pudo percibir desde las primeras notas en las que apuntaba la controvertida sentimentalidad que encierra esta obra, reflejo del estado emocional resultante de la ruptura del compositor con su amante George Sand, lo que carga sus compases de inmensa melancolía que, en palabras de Franz Liszt, llega a aproximarse a un elegíaco sentido de tristeza que no llegaba Avdeeva a diluir en esos agitados conatos poloneses que enfilan su final antes del crescendo que lo determina. La versión estuvo a un grado de fuerza y pasión interior que llegaba al límite conceptual que Chopin refleja en su música, llena de sentidos diversos, sólida en pensamiento, sustentada en enorme fuerza de voluntad y concentración tan necesarias para transmitir el espíritu que contienen los compases de esta genial creación pianística. Con esta versión se justificaba sobradamente la asistencia a este recital.
Tal estado de ánimo cambió con el advenimiento en el programa de obras de dos coetáneos compositores polacos del siglo XX; la Suite Life of the machines de Wladyslaw Szpilman y la Cuarta sonata para piano en Si menor, Op. 56 de Mieczysław Weinberg. En los tres pequeños movimientos de la primera se impuso la Toccatina que cierra esta suite atrevida y sugerente. En los cuatro tiempos de la sonata, tres allegros y un penúltimo adagio, Avdeeva transmitió ese sustancial sentimiento resignado y resiliente de sus compases con respetuosa condensación en sentido y forma que hacía que pudiera percibirse la enorme calidad de su meta-musicalidad.
Siguiendo este posicionamiento estético, se dispuso a la interpretación de la Octava sonata para piano en Si bemol mayor, Op. 84 de Serguéi Prokófiev, la tercera de sus conocidas “Sonatas de guerra” junto con la sexta y la séptima que escribiera entre la cuarta y quinta décadas del siglo XX. Avdeeva contrastó de manera misteriosa el lirismo que contiene el tema inicial de su primer movimiento con el desolado sentimiento que mantuvo en el segundo, muy en línea con la expresividad que adopta su compatriota Boris Berman, uno de los grandes especialistas en el repertorio pianístico de Prokófiev, hasta llegar a un alto grado de delicadeza en su conclusión. Mantuvo esta expresividad en el andante central acompañado de un divertido y especial encanto; pura ensoñación. Planteó el Vivace que cierra la sonata con más nervio y apasionamiento, sin llegar a la casi asombrosa excentricidad con la que el gran pianista Andréi Gavrílov, que llegó a sustituir en muchos conciertos al mítico Sviatoslav Richter con la autorizada recomendación de éste, asumía este movimiento, descubriendo con exquisito sentido el persistente discurrir motórico de su ritmo, que llevó con gran distinción hasta el sugestivo Andantino y volver a ese apasionante tempo primo previo a la terminación de la obra. Fue en este tiempo donde Avdeeva mostró una mayor identificación con el espíritu del autor, llegando a transmitir con sabiduría ese paradójico falso júbilo final de dramática consecuencia.
El auditorio puesto en pie correspondió con una cerrada ovación que llevó a la pianista a volver a Chopin con una paradigmática versión del Nocturno núm. 20 en Do sostenido menor, Op. Póstumo, que dejaba al oyente sin respiración, estado posteriormente compensado con una elegante mazurca del mismo autor que realizó con una deslizante y distinguida elegancia. Se cerraba así una velada del Festival Orozco de las que dejan un imborrable recuerdo.
Foto: Festival Rafael Orozco de Córdoba
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