Crítica de Raúl Chamorro Mena del concierto protagonizado por la pianista china Yuja Wang en el Teatro Real de Madrid, con la Mahler Chamber Orchestra
La personalidad y virtuosismo de Yuja Wang
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 14-XI-2024, Teatro Real. Yuja Wang y Mahler Chamber Orchestra. Concierto en mi bemol Mayor “Dumbarton Oaks” (Igor Stravinsky). Concierto para piano en sol mayor (Maurice Ravel). Le tombeau de Couperin (Maurice Ravel). Suite para piano y orquesta -Jazz suite- (Alexander Tsfasman). Yuja Wang, piano y dirección. José María Blumenschein, concertino y líder.
La Fundación amigos del Teatro Real con la organización de IMPACTA presentaban a la extraordinaria pianista china Yuja Wang sobre el escenario del Teatro Real acompañada de la Mahler Chamber Orchestra, agrupación fundada por Claudio Abbado.
Además de su indudable personalidad y capacidad de fascinación, con sus particulares y, a veces, irreverentes atuendos, la Wang es una de las grandes pianistas de la actualidad merced a una gran técnica, fondo musical, versatilidad interpretativa, dominio virtuosístico y talento como fraseadora.
En la mansión de Dumbarton Oaks, situada en Washington DC, se celebró en agosto de 1944 la conferencia que sentó las bases de la creación de la ONU. El recinto, propiedad del acaudalado matrimonio Bliss y por encargo del mismo, acogió el estreno del concierto de cámara en Mi bemol de Igor Stravinsky, bajo la dirección de la mítica Nadia Boulanger. Se trata de una obra del período neoclásico del músico ruso, tributaria de los conciertos de Brandenburgo de Johann Sebastian Bach. La Mahler Chamber Orchestra, bajo el liderazgo del concertino José María Blumenschein, ofreció una interpretación equilibrada y precisa, con ímpetu rítmico en los movimientos extremos y claridad expositiva -buena actuación de las maderas-, aunque faltaron contrastes.
A continuación, la protagonista del evento con un vestido largo azul cielo afrontó el maravilloso Concierto en sol de Maurice Ravel, obra que asume influencias jazzísticas, del blues y el swing, propias de la música estadounidense, combinadas con un segundo movimiento de impronta mozartiana. Todo ello con la sabiduría y capacidad colorística de la orquesta de Ravel. El piano cerrado atenuó la amplitud, presencia y brillantez del sonido producido por la Wang, pero no su aquilatamiento y calidad. Su digitación limpia, ágil, transparente y luminosa iluminó la sala después del golpe de fusta introductorio, con una espléndida combinación de pulso rítmico, fluidez y fraseo tan bien torneado como espontáneo. En el Presto del tercer movimiento, la pianista china demostró su prodigiosa capacidad virtuosística con la precisión en los ornamentos y en las vertiginosas cascadas de notas que surgieron límpidas, diáfanas. Se oyeron todas. Dejo para el final, el sublime adagio introducido magistralmente por la Wang en primoroso pianissimo dando todo el vuelo a la melodía, para, a continuación, y después de la cautivadora intervención del corno inglés, desgranar unas frases en las que se reunió la fluidez de digitación con unas notas de cristalina belleza y pulimiento sonoro. Apropiado y solvente el acompañamiento de la orquesta bajo la esquemática dirección de la propia solista.
En la segunda parte, las influencias del Jazz en la denominada «música clásica» resultaron nítidas en la Suite para piano o Jazz Suite del compositor soviético Alexander Tsfasman, figura fundamental del llamado Jazz soviético. En esta composición se mezclan las influencias del jazz y el musical típicamente norteamericano con otras músicas como el Vals y la polka.
La Wang, ya con un típico vestido rojo ceñido y muy corto, marca de la casa, desgranó la obra con tanto entusiasmo como frescura, desenfado y capacidad técnico-virtuosística. Los contrastes rítmicos, el vuelo del vals, la ligereza de la polka, así como la fluidez de la digitación y el sonido tan transparente como fulgurante ensalzaron una composición muy disfrutable, que encantó al público. Las generosas ovaciones fueron premiadas, como propina, con la repetición del último movimiento career. La orquesta dirigida someramente por la propia solista se conjuntó apropiadamente con ella igualmente motivada y con un sonido bien calibrado.
Previamente, como pórtico del segundo capítulo del concierto, la Mahler Chamber Orchestra interpretó con orden, refinamiento y adecuadas articulación, gradación dinámica, transparencia y ligereza Le tombreau de Couperin de Maurice Ravel.
Fotos:Teatro Real
Compartir