Por Robert Benito
Barcelona, 20 de marzo de 2017. Palau de la Música. Preludios Op.28 de F.Chopin y Variaciones Op.24 de J.Brahms, Yuja Wang, piano
Tras su última visita de la mano de Gustavo Dudamel en la parte solista de la sinfonía Turangalila de Messiaen o en dúo con el violinista Leonidas Kavatos la pianista china Yuja Wang volvió al Palau de la Música Catalana para ofrecer un recital en solitario tan accidentado como interesante, tan generoso como frío.
Yuja Wang ha tenido que llevar el sanbenito de pianista prodigio desde hace años pero al entrar en la treintena ha de demostrar y mostrar que más allá de videoclips cuidados y puestas en escena transgresoras hay una gran pianista que técnicamente es impecable y con un discurso sonoro interesante.
A veces la música en directo es tan intensa que no se puede comparar a la mejor grabación, pero precisamente porque el directo es incontrolable eso hace que la suma de factores altere el producto final.
Por más que se advierta al inicio del concierto que se desconecten los teléfonos y que se escriba en el programa que no se tosa durante el concierto mitigando los ruidos naturales con un pañuelo en la boca … siempre hay quien no cumple dichos complejos haciendo que la silenciosa escucha y concentrada se vea dificultada por estos intermitentes atentados sonoros, pero lo que sucedió este lunes en el Palau de la Música Catalana dentro del ciclo Piano 100 sobrepasa las excusables toses accidentales.
El programa que presentaba la pianista china consistió en dos únicas obras que agrupaban en su desarrollo pequeñas páginas pianísticas de gran exigencia y concentración.
Siguiendo la estela del recorrido bachiano por las diferentes tonalidades mayores y menores de sus preludios y fugas el polaco Frederic Chopín construyó en su op.28 otros 24 preludios que igualmente van recorriendo desde las diferentes tonalidades mayores y sus relativos menores los diferentes estados de ánimo de un alma creativa tan sensible como apasionada con la que la intérprete china conectó a nivel técnico pero no a nivel interpretativo. ¿Cuál fue una de las causas más importantes? El constante e intermitente ruido ambiental que impidió la total concentración de público y artista hasta el punto de que sucedió algo inédito en un concierto clásico cuando la intérprete dejó de tocar en medio de la primera parte para dirigirse al público y solicitar silencio.
Pero como sucede con los niños… el efecto tuvo poca duración lo que agravó la situación al acabar la primera parte con una huida prácticamente a escape de la intérprete hacia su camerino haciendo dudar de si habría una segunda parte.
Sí la hubo con las Variaciones y fuga sobre un tema de Händel Op.24 que Joham Brahms dedico a Clara Schumann pero esta vez lo que desconcentró nuevamente a la intérprete fue el ruido de dos teléfonos al poco de comenzar. Uno se pregunta por qué si los organizadores de los conciertos de clásica saben que una gran mayoría de su público es gente con una cierta edad o hombres de negocios que aprovechan para consultar sus correos o en el peor de los casos wpp y redes sociales no se repite la advertencia de apagar o silenciar sus dispositivos antes de comenzar la segunda parte del concierto como ya se había hecho al principio del concierto para evitar la situación de incomodidad y desconcentración de ejecutante y público.
Igual que en la primera parte Yuja Wang lució un atrevido vestido que pasó del blanco al rojo pasión con una obertura lateral que permitió disfrutar de la extremidad inferior derecha de la pianista desde el pie hasta la cintura no sabemos si por accidente, enfado o estudiada provocación que no compensó una versión virtuosística y acelerada pero poco emocionante versión de la partitura de Brahms que acabó con una nueva huida de la intérprete del escenario que sólo compensó el entusiasta aplauso de un público provocando repetidas nuevas apariciones rápidas para saludar y que convencieron a la intérprete que los incidentes de unos pocos no eran la impresión mayoritaria de un público que se entregaba a esta femme fatale de la clásica provocando una tercera parte del concierto con propinas ahora sí absolutamente sonriendo en la que disfrutamos de sus personales y recreadas fantasías sobre temas de Bizet, Mozart, Schubert, Gluck, Rachmaninov e incluso una obra de Kapustin con el apoyo de una tablet y un pasapáginas de excepción, la mano derecha del director artístico del Palau, Victor García de Gomar.
Y ya se sabe… Lo que mal empieza, no tiene porque acabar mal
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