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CD: «Fiel hijo de su tiempo». Yannick Nézet-Séguin y la Chamber Orchestra of Europe graban las sinfonías de Beethoven

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Autor: Aurelio M. Seco
30 de noviembre de 2023

Crítica de Aurelio M. Seco del CD protagonizado por Yannick Nézet-Séguin y la Chamber Orchestra of Europe tocando las sinfonías de Beethoven

Crítica de CD de Yannick Nézet-Séguin y la Chamber Orchestra of Europe tocando las sinfonías de Beethoven

Fiel hijo de su tiempo

Por Aurelio M. Seco | @AurelioSeco
Yannick Nézet-Séguin. «Beethoven: the symphonies» -«Beethoven, las sinfonías». Chamber Orchestra of Europe. Deutsche Grammophon.

   Yannick Nézet-Séguin es uno de los directores de orquesta más conocidos del mundo de la «música clásica». Director de la Orquesta de Filadelfia y nada menos que de la de la Ópera Metropolitana de Nueva York, el apellido Nézet-Séguin se ha convertido en los últimos años en uno de los más mediáticos y programados en los principales ciclos musicales del presente. No hace mucho lo vimos dirigir en el Festival de Santander, de forma tan briosa como, a nuestro juicio, superficial. En este disco que hoy comentamos lo encontramos enfrentándose nada menos que a las sinfonías de Beethoven, de forma parecida a como hace años lo hizo, desafortunadamente para nuestros oídos con la música Bruckner. Y lo hace al frente de la Chamber Orchestra of Europe para la Deutsche Grammophon, sello histórico que, como casi todo lo que un día fue grande y que todavia existe, en el siglo XXI ha perdido a marchas forzadas la pátina enjundiosa de otras épocas en las que la música se hacía mejor. A las pruebas me remito. Las versiones de Nézet-Séguin parecen llevar la contraria con petulante naturalidad a las de algunos de los más importantes directores de la historia de la música. Así, lo que ve Yannick en Beethoven es, por una parte, historicismo, nublando infructuosamente con un velo falsario de ciencia lo que en realidad es falta de perspectiva histórica y, lo que es peor, artística.

   Porque si las partituras escritas en los siglos XVII, XVIII y XIX tienen que sonar, obligatoriamente, atendiendo a ciertos criterios «de estilo» y «de escuela» [¿y qué es eso de «estilo» y qué significa «de escuela»?], o como las hace sonar este hombre de brazos poderosos, el arte musical está, simplemente, adormecido. En general este es, sin duda, uno de los criterios fundamentales que soportan la enorme crisis interpretativa del presente. Una crisis de gran enjundia ideológica, imposible además de redirigir, dada la estabilidad y fuerza de los mitos y prejuicios estéticos sobre los que se sostiene. Así, Yannick, que nunca será ni por asomo ni en película el Lenny de nuestro tiempo, nos produce un Beethoven sin verbo y de gimnasio, que balbucea el Mundo desde alguna superficie, con la fuerza y legitimidad de quien se sabe poderoso, o lo que todavía sería peor, desde una cómoda impostura estética. Es una música que nace fallecida, deprimente, aburrida y nueva -sí, nueva-, en la que el Hombre aparece dislocado, empequeñecido y acomplejado en su insondable magnitud. Estamos ante un disco banal y poco entretenido, solo apto para posmodernos, adolescentes relativistas, mitómanos fetichistas, cronistas para el caso o cursis de turno.

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