El Palau de la Música Catalana acoge la interpretarión del Requiem de Verdi, con la Orquesta Sinfónica del Vallés bajo la dirección de Xavier Puig
Imponente Requiem verdiano
Por Albert Ferrer Flamarich
Barcelona, 10-IV-22. Palacio de la Música Catalana. Verdi: Requiem. Maribel Ortega, soprano. Laura Vila, mezzosoprano. Albert Casals, tenor. Gerard Farreras, bajo. Sinfónica del Vallés. Coro AAOS. Coro de Cámara del Auditorio Enrique Granados de Lérida. Coro Ciudad de Tarragona. Coral Mixta de Igualada. OSV. Xavier Puig, director.
La Orquesta Sinfónica del Vallés ofreció su concierto de la gira de Semana Santa en el Palau de la Música Catalana poniendo en los atriles el Requiem de Verdi, que estaba previsto desde el 2020 y durante dos años se ha postergado debido a los percances de la pandemia. Con una consolidada trayectoria como maestro coral y titular de esta orquesta, Xavier Puig dirigió de memoria y muy atento a las entradas de las voces, apostando por el lirismo y la fuerza como pilares conceptuales de una vía intermedia ante enfoques de tipo místico, templados y herederos de la tradición renacentista; y otros más tremendistas y de teatralidad mayormente acentuada en la que el tratamiento vocal se acerca a extremos dinámicos y de dicción que rozan el grito, el susurro y enfatizan el parlato.
Olvidando algún desencaje en las voces masculinas y el ocasional cubrimiento de los violines por parte de los timbales -dada su ubicación detrás de estos-, la interpretación fue honrosa, intensa, equilibrada y estudiadísima en los frecuentes cambios súbitos de carácter, dinámica, textura, dando presencia a segundas voces melódicas y detalles tímbricos como las clásicas appoggiature del dolor verdianas en esta obra arquitectónicamente heterogénea. Algo que no es poco en una obra agotadora que canta la religiosidad pero no la religión, desde una perspectiva sacra pero no litúrgica, y que apela a la colectividad desde la subjetividad. Desde un inicio lento se desplegó captando la atención con un memorable trabajo orquestal y de los diversos coros reunidos, otorgando sensación de conjunto y coherencia estilística tanto en los pasajes más contenidos en dinámicas y austeros (Requiem, Agnus Dei), como en los de polifonía más intrincada (Sanctus y fuga del Libera me). Y, también, claro, en los más masivos, enérgicos y tendientes al agudo (Dies Irae y la fuga de Libera me) sin tempos vertiginosos no exigidos. Especialmente, fue así en la larga Sequenza, que también cuidó el emplazamiento de las dos parejas de trompetas fuera de escena durante el Tuba mirum, dando el relieve necesario a la espacialidad antifonal de la fanfarria apocalíptica previa al declamado del bajo, Mors stupebit.
Aquí Gerard Farreras exhibió una voz bien proyectada, caudalosa y sonora confirmando que el cuarteto solista, forjado en buena parte en la AAOS, respondería idóneamente como grupo y en las individualidades. Albert Casals, sin el esmalte tímbrico de hace años y algún agudo calado en una partitura atlética por su cuerda, se defendió con un fraseo bien estudiado (Ingemisco), equiparable al de Laura Vila y Maribel Ortega. Si la mezzosoprano delineó los portamenti en Liber Scriptus y jugó con contrastes expresivos y homogeneidad en todo el registro superando escollos como el inicio a capella del Agnus Dei cantado con la soprano, esta demostró igualmente firmeza en toda la extensión: desde el fiato en la frase sostenida del Offertorium hasta los salvajes descensos al registro grave, el delicado si bemol agudo en pianísimo al final de la reexposición del Requiem aeternam dentro del Libera me, y el Do sobreagudo de esta última parte, donde ella asume el protagonismo. Ambas, Vila y Ortega, están en plena forma.
Al final, los largos aplausos en un Palau de la Música Catalana muy lleno en la tercera de las seis sesiones de este programa que fue recompensado también por el mérito de reunir en un mismo proyecto coros de diferentes ciudades catalanas. Un proyecto, recuérdese, a día de hoy único en España, y que es made in Sabadell como otras iniciativas encabezadas por la OSV. Por ejemplo, el libro de la violinista de la orquesta Canòlich Prats, presentado brevemente antes del concierto, que recoge las experiencias de los distintos proyectos pedagógicos de músicos de esta orquesta en prisiones, en las que han llevado la música más allá de la sala de conciertos ofreciéndola como herramienta de integración social y crecimiento reeducativo. Y es que hitos como estos son los que perfilan una orquesta como embajadora de un ámbito territorial y la interconectan con su sociedad. De hecho, algunos de sus programas como el de bandas sonoras musicales cinematográficas con la participación de los actores dobladores también ha sido adquirido las últimas temporadas por orquestas de Madrid, el País Vasco y Castilla y León.
Fotos: Lorenzo Duaso
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