Por Raúl Chamorro Mena
Madrid. 17/III/16. Teatro Real. Written on skin (George Benjamin) Barbara Hannigan (Agnes), Christopher Purves (El Protector), Tim Mead (Primer Ángel/Muchacho), Victoria Simmonds (Segundo ÁngelMarie), Robert Murray (Tercer Ángel/ John). Mahler Chamber Orchestra. Director Musical: George Benjamin. Director movimientos escénicos: Benjamin Davis. Versión semiescenificada.
Written on skin encarna un caso prácticamente insólito hoy día. Una ópera contemporánea, estrenada en 2012, que conjuga alabanzas de crítica y público cosechando éxitos allá donde se representa. Las razones pueden encontrarse, en opinión de quien esto escribe, en dos elementos: el tratamiento vocal y la fuerza dramática. En la mayoría de óperas contemporáneas, escuchamos una absoluta y casi obsesiva preocupación por las sonoridades orquestales, descuidando completamente la línea canora y no digamos, la intensidad teatral y las emociones, que se rechazan compulsivamente, por no hablar de los casos en que los propios autores consideran un baldón gustar al público.
George Benjamin, por su parte, crea una obra concisa, de apenas 90 minutos, con una orquestación camerística, un verdadero despliegue de tímbricas, colores y sonoridades primorosas, de una belleza subyugante a la que se añade el uso de instrumentos nada habituales en una orquesta moderna como la viola da gamba, mandolinas y armónica de cristal, pero no se queda ahí, sino que ofrece una línea vocal muy trabajada con los intérpretes y sus capacidades, para lograr una perfecta fusión con el texto, altenando momentos líricos con los de un dramatismo de alto voltaje. En lugar de la exhibición de un texto pretendidamente intelectual sin conexión alguna con el escenario que termina aburriendo por su pedantería y absurdo distanciamiento desde la superioridad y sólo captan "cuatro o cinco enterados", Benjamin crea una obra de un pefecto mecanismo teatral, con momentos de una intensidad y una conmoción dramáticas, impresionantes. Se apoya para ello, en un impecable libreto, sencillo, apropiado, conciso, de Martin Crimp, basado en la leyenda medieval Le couer mangè. El amor adúltero del trovador Guillem de Cabestany con una dama, que es castigado por su marido y protector, asesinando al amante y dándole a comer su corazón a su esposa, quien termina arrojándose por un balcón. Magnífica, muy trabajada, la caracterización de los personajes entre los que destaca Agnés, que simboliza la emancipación sexual y personal de la mujer, también, en cierto modo, la mujer anulada e insatisfecha en su matrimonio y cuyo amante tampoco está a su altura, lo que la emparenta, salvando las distancias, con Anna Karenina o con Ana Ozores.
Al día siguiente de su presentación en el Liceo de Barcelona que suponía su estreno en España, llegaba al Teatro Real Written on skin en una interpretación semiescenificada que alcanzó un nivel sobresaliente. La dirección del propio autor fue espléndida, detallista, con un sonido orquestal refinadísimo, transparente, pura filigrana, al frente de una fabulosa, ideal, Mahler Chamber Orchestra, que respondió con una precisión asombrosa a la batuta del músico británico. A todo ello, se sumó una fuerza dramática, una tensión teatral, de la que fueron perfectos ejemplos los emocionantes finales de cada uno de las tres partes en que se divide la obra. El reparto, con dos de los intérpretes del estreno, fue una baza fundamental en esta gran interpretación. Cantantes con unos medios vocales que quizás sea difícil imaginar en otros repertorios operísticos, pero ideales para esta composición. Christopher Purves demostró una vez más, ser un intérprete ideal de repertorio contemporáneo y sus dotes dramáticas e interpretativas: el Protector es él y sólo él. Su voz de barítono lírico, bien emitida, homogénea y su fraseo cuidado, variado, matizadísimo, con atención a cada palabra, a cada inflexión. Si Purves es el protector, qué decir de la Agnès de Barbara Hannigan, de su entrega, de su convicción, de su total identificación con el personaje. Frases como "My name is Agnes o "Love is an act" quedaron grabadas de forma indeleble en nuestro cerebro. Su sonido de soprano ligera, limitado de caudal (de hecho, en el prácticamente único estallido orquestal que contiene la composición, resultó totalmente tapada), desprovisto de grave, justito en el centro, pero con gran proyección en la zona alta, restringe sus posibilidades en gran parte del repertorio tradicional, pero su gran preparación musical y su inmenso talento dramático le está permitiendo realizar una gran carrera como intérprete de música del siglo XX y contemporánea. El contratenor Tim Mead, inferior al Bejun Mehta del estreno, pero sensible y musical, cumplió de sobra como el Muchacho, al igual que Victoria Simmonds y Robert Murray. El público ovacionó con entusiasmo.
Fotografía: Javier del Real
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