Por Alejandro Martínez
21/07/2014 Müncher Opernfestspiele: Prinzregentertheater. Schubert: Winterreise. Michael Volle, barítono. Helmut Deutsch, piano.
En reemplazo del previsto René Pape, el Opernfestspiele de la Bayerische Staatsoper de Múnich presentó una Liederabend con el barítono Michael Volle. Acompañado al piano por el gran Helmut Deutsch, Volle decidió ni más ni menos que ofrecer un Winterreise. Lo cómodo hubiera sido improvisar un programa hecho de retales, con los lieder más familiares a su repertorio, pero Volle optó por lo auténtico y valiente, que no es otra cosa que abordar este ciclo completo de Schubert, una de las piezas de referencia para medir la valía de un liederista y que Volle ya había abordado en anteriores ocasiones, incluso en disco. Escuchando a Volle tuvimos la sensación de estar ante un verdadero Meistersinger, ante un maestro de canto en el sentido más clásico y literal del término. Oficio a raudales y un enfoque de manual, un tanto académico incluso, para desarrollar un Winterreise solemne, casi fúnebre, de acento desolador y rostro amargo. El anterior Winterreise que pudimos escuchar, y del que dimos cuenta en estas páginas, fue el que Jonas Kaufmann ofreció en el Liceo. Entre su enfoque y el de Michael Volle dista ciertamente un abismo. La sensación global, ante el Winterreise de Volle, fue la de un viaje en el tiempo hacia los orígenes del romanticismo, como si pudiéramos visualizar en sus partituras el rostro apesadumbrado y cariacontecido del propio Schubert. Con Volle no cabe hablar siquiera de melancolía, puesto que la melancolía implica una cierta condescendencia con uno mismo, una cierta pausa para deleitarse con la propia fatalidad. Volle supo trasladar el pathos que anida en este ciclo, con un punto de patetismo, sí, pero sin la más mínima afectación.
La labor de Volle osciló no obstante un tanto en materia vocal. Tras unos primeros lieder algo menos convincentes, con la voz menos firme en el agudo y una emisión en piano poco nítida, Volle fue entrando en situación para ofrecer dos magníficas recreaciones de Der Lindenbaum (El tilo) y Wasserflut (La corriente). Para el recuerdo quedó también el estremecedor crescendo interpretativo impreso en Auf dem Flusse (En el río) o esa forma tan expresiva de subrayar el texto en Irrlicht (Fuego fatuo). Su enfoque volvió a perder algo de empuje en esta sección central del ciclo, aunque remontó finalmente para el tramo final, a partir de Frühlingstraum, dejándo brillantes recreaciones de Die Post (El correo) y Die Krähe (El cuervo). Volle remató la última sección con un impactante Das Wirshaus (La posada), con una sensacional media voz aquí, y con un trabajo impecable con esos dos lieder monumentales que son Die Nebensonnen (Los falsos soles) y Der Leiermann (El organillero). Los largos segundos de silencio que siguieron a estas dos piezas son la mejor prueba de su autenticidad.
Del trabajo de Helmut Deutsch al piano no cabe sino hablar maravillas. Su Winterreise es un prodigio de sensibilidad, con esa forma tan natural pero infinitamente meditada de cantar con el solista y ese pedal tan expresivo. Imposible no emocionarse ante sus primeras notas en Der Lindenbaum, con esa introducción de Die Krähe, con la solemnidad agonizante de Das Wirshaus o con ese final estremecedor en Der Leiermann, como un corazón que agota su latido de forma imperceptible. En suma, con este Winterreise Volle nos permitió así enmendar en buena medida el sabor agridulce que nos había dejado su Guillermo Tell a comienzos de este mes.
Foto: Wilfried Hösl
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