Por Juan Carlos Justiniano.
26/10/14. Madrid. Auditorio Nacional. CNDM. Ciclo Jazz. Wayne Shorter Quartet. Wayne Shorter (saxofón), Danilo Pérez (piano), John Patitucci (contrabajo) y Brian Blade (batería).
Por cuarto año consecutivo, el Ciclo Jazz del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) parece llamado a llenar el olvido institucional que desde hace un tiempo viene sufriendo la escena jazzística de la capital. A pesar de que el presente otoño sí que cumplirá los treinta años el muerto, luego resucitado y ahora reconvertido Festival Internacional de Jazz de Madrid, no se pronostica un futuro especialmente halagüeño para el género, que observa cómo poco a poco se va desmantelando su hábitat natural: el del club. Las últimas noticias anuncian la irremediable desaparición de uno de los espacios madrileños más míticos dedicados al jazz, el Café Central, quizá el principal responsable de que cada noche de la semana pudiera escucharse jazz en esta ciudad. Sin embargo, a pesar de las dificultades y las continuas arremetidas, no todo es negativo. El CNDM, con una programación que sobresale y se impone en la capital prácticamente como única cita jazzística consolidada temporada tras temporada, viene realizando un esfuerzo creciente por dar cabida a un género tan polisémico como incómodo de delimitar y especificar. Un considerable número de propuestas musicales componen la cartelera del Ciclo Jazz que mezcla a grandes nombres con proyectos más audaces (en ocasiones desconocidos por el público español pero no por ello carentes de interés). Armonizando ambos aspectos y compartiendo la condición de mito del género con una actitud estética atrevida y valiente, Wayne Shorter, que visitó la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Música de Madrid el pasado domingo día 26 de octubre, fue el encargado de abrir el Ciclo Jazz 2014-15.
Es cierto que –pese a sonar a tópico– Wayne Shorter es quizá la mayor leyenda viva del jazz, una de esas figuras por quien ha pasado la historia de la música del siglo XX y parte del XXI, ubicuo y omnisciente, y cuya capacidad visionaria supera, incluso, a su propia música. En esta ocasión el saxofonista visitó Madrid en compañía de su última formación estable, el Wayne Shorter Quartet, la enésima reinvención de un factótum del jazz en cuyas manos el género se ha convertido en concepto. El cuarteto, que colabora desde hace más de una década, posee el sonido inconfundible y característico de Shorter; suena a él, incluso cuando calla. El pianista panameño Danilo Pérez, el (contra)bajista John Patitucci –otro portento de las cuatro cuerdas–, y el polifacético baterista Brian Blade despacharon con Shorter configurando un perfecto engranaje al servicio de un mismo cerebro, de una misma filosofía y derrochando un potencial sonoro digno del sinfonismo de la sala madrileña. De manera inteligente, Shorter, a los 81 años, cede su protagonismo en beneficio del colectivo partiendo de un planteamiento musical camerístico y orgánico, en continua experimentación con la forma, la estructura y las posibilidades sonoras de la formación a cuatro. El pasado domingo, el Wayne Shorter Quartet construyó una narración continua, un plano secuencia, en la que se pudieron identificar, entre la gran nebulosa sonora, temas que reaparecen constantemente en el repertorio de Shorter, sometidos siempre a revisión, transformados y travestidos. Es el caso de Orbits o Vendiendo alegría, que se intuyeron junto a otras páginas de la tetralogía discográfica del Wayne Shorter Quartet – Without a Net (2013), el último trabajo que ha reconciliado a Blue Note con el de Newark; el álbum en directo Footprints Live (2002), Alegria (2003) y Beyond the Sound Barrier (2005). La mayoría de composiciones, firmadas por la insigne pluma de Shorter, reflejan una visión múltiple y cambiante de la música que amalgama todos y cada uno de los estilos de la escena jazzística de la que él siempre fue protagonista. Y es que, al igual que la biografía de Wayne Shorter, la poética musical del saxofonista se inspira en su trabajo con los Jazz Messengers; en las insalvables melodías cromáticas del bop del Quinteto de Miles Davis; en la electricidad, los ritmos imposibles y la fusión de Weahter Report o en las reminiscencias del funk de otro compañero inseparable, Herbie Hancock.
En la personalidad de Wayne Shorter han calado los diversos lenguajes por los que ha transitado la historia del jazz: desde el bop hasta la carga crítica del deshumanizado free jazz. En su último proyecto supera estos lenguajes y construye un sonido nuevo que cincela y pule en cada nota y en cada acorde empleando los modos de un científico, desvinculado de lo emocional pero no exento de espiritualidad. Con una visión panorámica de toda la historia del género en que la técnica, la creatividad y la reflexión sirven como sostén de una idea total de la música, la mezcolanza de lenguajes del Wayne Shorter Quartet surge de la contención, de un concepto abstracto y casi caótico del sonido. Sin embargo, el resultado siempre queda organizado, inteligentemente construido desde la voz colectiva y moldeado por la versatilidad de cuatro mentes perfectamente sincronizadas que suenan como si detrás de todo un ingeniero se afanara por construir un cuadro logicista. Más que justificada fue la despedida, en pie, de un auditorio que se sentía testigo de un pequeño capítulo de la historia del jazz; un breve momento protagonizado por cuatro mentes privilegiadas comandadas por un gurú y visionario que, junto a su cuarteto, aún sigue marcando el paso y abriendo nuevos caminos a la música del siglo XXI.
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