Por Albert Ferrer Flamarich
Wagner, 200 años. Reflexiones desde la universidad. Isabel Pascua (coordinadora). Publicaciones de la ULPGC. 233 págs. ISBN: 978-84-9042-059-1.
La historiografía musical española está necesitada de obras de referencia que sienten las bases de la investigación, tan apurada ella por culpa del anémico aprecio que le manifiestan las autoridades políticas y la escasa atención que le otorgan las académicas, mucho más obligadas éstas a fomentarla. Para ser un país moderno como pretendemos, debemos contar con obras generalistas que agrupen los datos de nuestra historia musical, como han hecho con mayor o menor tino otros países colindantes y algunas instituciones, pero también obras que se atrevan con temas de ámbito internacional.
He aquí un ejemplo de lo último: Wagner, 200 años. Reflexiones desde la universidad. Se trata del segundo título publicado por el Vicerrectorado de Cultura de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria que, gracias a la coordinación de Isabel Pascua y través del Aula Wagner y de Estudios Estéticos, ofreció una aproximación pretendidamente caleidoscópica a modo de miscelánea sobre el compositor y su mundo. Se reúnen siete ensayos de interés desigual firmados por personalidades no estrictamente formadas en musicología pero vinculadas al ámbito universitario. La edición es de calidad con cubiertas blandas, papel satinado y letra cómodamente legible.
El primer capítulo lo firma Luis Enrique Santiago de Guervós, catedrático de filosofía por la Universidad de Málaga y vicepresidente de la Sociedad Española de Estudios sobre Friedrich Nietzsche (SEDEN). Es una variante del estudio crítico introductorio publicado en Cartas a Friedrich Nietzsche de la Editorial Trotta (comentado en el anuario de 2013). Quien disponga de este libro puede prescindir del presente capítulo puesto que en aquél la cantidad de extractos de cartas y citas son levemente mayores y visualmente están mejor presentados, aunque la redacción sea menos concisa. Santiago de Guervós expone la estrecha relación de ambos (filósofo y compositor) y el conflicto no resuelto sobre la identidad de Ariadna, tras la cual Cosima podría ser la clave, además de la fuente epistolar entorno la que gira la documentación citada y estudiada.
La arquitecta y urbanista Elsa Guerra establece una paralelismo entre la obra wagneriana y el desarrollo de los mundos urbano y mítico decimonónicos. Lo justifica en la compartida grandiosidad, exaltación épica e ideales trascendentes a la par que en el auge de avances científicos y tecnológicos. Para ello historiografía brevemente cuatro ciudades europeas (Berlín, Londres, Viena y París) y refleja conceptos como la construcción de la capital moderna como expresión del estado-nación, de un determinado poder y de una articulación social. También establece puentes entre Viena y los Maestros cantores como valor histórico y soportes para el futuro; o entre París y Parsifal en su forma brutal de alcanzar la belleza. El capítulo es original aunque puntualmente forzado porque sus ideas beben más de coincidencias que de un influjo real, consciente y calculado. La autora abunda más en culturilla general sobre las citadas ciudades que, por ejemplo, en el testimonio dado por el compositor. También cabría preguntarse si, en vez de ciudades, debería plantearse el influjo de Tribschen, Bayreuth o su Leipzig natal.
En el tercer capítulo Guillermo García Alcalde redacta un buen texto fluido y de prosa elegante para quienes deseen iniciarse en la tetralogía, aunque innecesario en este volumen. Las páginas dedicadas Sigfried cautivarán mayormente la atención debido a un planteo personal, pero el resto del capítulo es reincidente en lo general y se atañe en exceso al argumento. Eso sí, de manera muy divulgativa, con alguna apreciación sugestiva y partiendo de unos postulados socialistas herederos de iconos como Georges Bernard Shaw –y que el autor reconoce-. Es de agradecer que apunte el conocimiento de Calderón de la Barca así como de Rousseau y Voltaire, grandes olvidados por divulgadores de escasa relevancia y en numerosos programas de mano.
Con los cuarto y quinto capítulos sucede lo contrario: son los más específicamente musicales y los más interesantes. Por una parte el compositor y musicólogo Juan Manuel Marrero analiza las claves de la modernidad wagneriana en cuanto al concepto acústico legado al siglo XX, así como algunas particularidades de su instrumentación –de la que no escatima las más que evidentes influencias de Berlioz-. Por otra parte, el pianista José Luis Castilla comenta la relación entre Liszt y Wagner a partir de obras que tienen nexos en común. Lo hace a modo de guía de audición con pinceladas musicales e históricas que incluyen las transcripciones, paráfrasis u otras composiciones pianísticas de Liszt pero también de Wagner y Nietzsche.
La filósofa Montserrat Armas sirve el capítulo propiamente estético en el que más que aclarar el triángulo Schopenhauer-Wagner-Nietzsche acaba realizando una amena ponencia sobre El nacimiento de la tragedia que bien podría servir como prólogo a una edición de la obra. Cabría corregir que se escribe Liebestod y no Liebestot (pág. 175). Finalmente el último capítulo, como el tercero, denota su raíz como conferencia centrada en audiciones. Se refiere al comentario de la primavera en la obra wagneriana sobre la que, más allá de la recreación argumental y de unas pinceladas musicales de los pasajes seleccionados, no ofrece nada novedoso. La primera audición toma el final del primer acto de La valquiria y se debe a Isabel Pascua Febles. En la segunda, Sonia Mauricio Subirana comenta la tercera escena del primer acto de Tannhäuser y, finalmente, las dos últimas se deben al crítico musical Guillermo García Alcalde, quien explica el tercer acto de Parsifal y el final del acto tercero de Los maestros cantores de Nüremberg.
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