La Voz de Asturias (Lunes, 27/2/12)
El ciclo de Conciertos del Auditorio ha dejado una cita musical de gran interés: la Filarmónica de Londres, bajo la dirección del joven y talentoso director ruso Vladimir Jurowski, con la participación del mediático y brillante violinista Joshua Bell. La velada dio comienzo con el "Concierto para violín y orquesta en re mayor" de Brahms, una obra maestra de singular belleza lírica y gran exigencia técnica. Bell ofreció una versión de altura, llena de sensibilidad y un gusto por el matiz sonoro que incluso resultó excesivo para Brahms, cuya música precisa de líneas bien definidas, consistentes y densas. El violinista estadounidense, que se ha hecho tan popular por su calidad como por su participación en la banda sonora de películas como "El violín rojo" o en la trilogía de "El señor de los anillos" , ofreció un trabajo exquisito. Sin embargo, pensamos que su estilo interpretativo no encontró acomodo en la obra. Bell podría haber aprovechado mejor parte de la fuerza que perdió en su excesiva gesticulación, dotando a su meliflua línea melódica de una mayor entereza. El violinista dio la impresión de regodearse en el matiz, ofreciendo una sonoridad que llegó a resultar algo desnutrida, falta de cuerpo. Tampoco ayudó el haber elegido un "tempo" excesivamente lento en el primer tiempo. Por otro lado, su musicalidad y la ternura del sonido de su Stradivarius Huberman resultaron todo un placer para los oídos. También decepcionó el hecho de que, tras recibir una gran ovación del público, no tuviera la generosidad de ofrecer ni una sola propina. Vladimir Jurowski acompañó con gran precisión y aplomo una obra nada fácil, y aportó grandes dosis de carácter y elegancia. La segunda parte del programa fue todavía más interesante. Jurowski ofreció una sólida y depurada versión de la Sinfonía "Manfred" de Tchaikovsky. La Filarmónica de Londres demostró el porqué de su prestigio, exhibiendo su gran calidad como conjunto. Sobresalió la elegancia y finura del concertino y la brillantez del viento metal, que hizo gala de una atractiva modestia. La versión dejó momentos de impresionante sonoridad, muy bien controlados por un director de gran talento, absoluto dominador de la partitura y de gran personalidad sobre la tarima.
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