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Crítica: Vladimir Jurowski, Vilde Frang y la London Philarmonic Orchestra en Ibermúsica

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Autor: Raúl Chamorro Mena
11 de abril de 2025

Crítica de Raúl Chamorro Mena del concierto ofrecido por la London Philarmonic Orchestra en Ibermúsica, con la violinista Vilde Frang bajo la dirección musical de Vladimir Jurowski

Vladimir Jurowski en Ibermúsica

Arquitecto y escultor

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 9-IV-2025, Auditorio Nacional. Ciclo Ibermúsica. Obertura Coriolano (Ludwig van Beethoven). Concierto para violín, Wo0. 23 (Robert Schumann). Vilde Frang, violín. Sinfonía núm. 5, Op. 67 (Ludwig van Beethoven). London Philarmonic Orchestra. Director: Vladimir Jurowski. 

   Regreso de la London Philarmonic al ciclo Ibermúsica con su director emérito, Vladimir Jurowski, responsable de una titularidad (2007-2021) que ha dejado una huella indelebe en la orquesta. Mediante esta comparecencia con el Maestro ruso, la Orquesta Filarmónica de Londres volvió a la excelencia con un programa que giraba en torno a Beethoven y su emblemática Quinta Sinfonía, de la que pudo escucharse una magnífica recreación. 

   La inicialmente prevista Obertura Trágica de Johannes Brahms fue sustituida por la Obertura Coriolano, con lo que se acentuaba el protagonismo Beethoveniano del evento. La capacidad para moldear magistralmente el sonido con ese gesto tan elegante como exacto y la sabiduría para administrar las tensiones y el dramatismo de la pieza, sin nunca caer en excesos, presidió la interpretación de Jurowski.

   Frente a la presencia habitual en los escenarios del concierto para violonchelo y, sobre todo, del de piano, el Concierto para violín de Robert Schumann se programa muy raramente. No es ajeno a ello la azarosa trayectoria de la partitura, arrinconada en el Leteo del olvido, e pesar que estar dedicada el eximio violinista Joseph Joachim, pues no fue incluida por Clara Schumann en la edición de obras completas del autor y no logró estrenarse en público hasta 1937 a cargo del gran violinista alemán Georg Kulenkampff.

 La asentada violinista noruega Vilde Frang prestó a la obra su profunda sensibilidad y hondura musical, mediante un sonido muy cuidado, bello, sedoso, de más que suficiente proyección y segurísima afinación. Pudo faltar algo de garra, de exaltación romántica, pero se impuso un fraseo tan cuidado, como la cantabilità y acrisolado lirismo mostrados particularmente en el hermoso Langsam, lo mejor de una composición un tanto irregular. Impecable la complicidad de solista y batuta, ejemplo ambos de exhibición técnica al servicio de la más elevada factura musical. 

   A diferencia de otros directores de mucha menos categoría, Jurowski dejó, con señorío, que Vilde Frang recibiera en solitario las ovaciones del público. Una propina, en magnífica recreación, ofreció la noruega, la Giga senza basso de la Sonata en re del compositor de Modena Antonio Maria Montanari (1676-1737).  

   Es difícil brillar y destacar en la interpretación de obra tan trillada como la Quinta Sinfonía de Beethoven, pero Jurowski lo consiguió con creces, ofreciendo una versión referencial, genuina muestra de su apabullante técnica y capacidad de construcción con una orquesta que le responde inmediatamente a cada gesto procedente de un juego de brazos tan elegante como exacto. ¡Ese brazo izquierdo parece infinito!.

Vladimir Jurowski en Ibermúsica

   Desde las famosas cuatro primeras notas que articulan toda la sinfonía y su unidad, pudo apreciarse la capacidad para los contrastes dinámicos -desde el forte hasta el susurro camerístico- dibujado todo por ese gesto del Maestro ruso, que resulta tan preciso como fue fascinante la inmediata respuesta de la orquesta. En plan hombre del Renacimiento, Jurowski asumió cualidades de gran arquitecto con un clarividente sentido de la construcción capaz de combinar los pasajes de pulsión rítimica con los de cantabilità de altos vuelos, creando clímax, preparando crescendi a los que se llegaba desde la filigrana camerística, todo ello encardinado en un discurso musical de una fluidez, equilibrio y naturalidad apabullantes, en pleno estilo Beethoveniano –la influencia de Haydn junto al carácter e intensidad dramática del genio de Bonn-, sin artificios ni pretenciosidad. El  uso de trompetas naturales fue el único elemento historicista. Al arquitecto se sumó el escultor, pues no pudo ser más asombrosa su capacidad para cincelar el sonido, refinado, elegante, de unas texturas diáfanas, con primorosa diferenciación de planos y una prestación excelente de la orquesta, de la que me gustaría destacar las espléndidas maderas.  

   Este festín Beethoveniano tuvo continuidad en una incandescente obertura de Las criaturas de Prometeo ofrecida como propina.  

Fotos: Rafa Martín / Ibermúsica

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