Concluye la temporada de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia con la directora titular del conjunto, Virginia Martínez, ofreciendo su versión de la Sinfonía nº 3 de Buckner
Bruckner cierra temporada en la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia
Por José Antonio Cantón
Murcia, 08-VI-2022. Auditorio y Centro de Congresos ‘Víctor Villegas’. Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia (ÖSRM). Directora: Virginia Martínez. Obra: Tercera sinfonía en Re menor, WAB 103, de Anton Bruckner.
Siempre está en el deseo de la directora titular de la ÖSRM hacer una gran obra sinfónica a lo largo de la temporada como ya ocurriera con Mahler en alguna previa a la pandemia, y en esta ocasión ha escogido Bruckner en su Tercera sinfonía, obra en la que se definió su propia voz como gran compositor al máximo nivel de este género musical. Con un planteamiento en el que ha privado el respeto por el tempo, Virginia Martínez ha trabajado la versión de 1889 con gran detalle como el reflejado en su conducción, acoplándose constantemente a la monumental sonoridad que pide el compositor como destacado vector expresivo de su mensaje. Para ello ha distribuido la orquesta en el escenario de forma y manera que se asemejara a un órgano desde el convencimiento de que esta disposición era esencial para la transmisión de esta pieza, muy adecuada a la expansión acústica que requiere y a la que el recinto del último gran auditorio que proyectara el arquitecto José María García de Paredes puede satisfactoriamente responder.
La presentación de la obra con el aire moderadamente movido de su primer movimiento fue predisponiendo al espectador a los extremos límites sonoros que habrían de sucederse, buscando siempre el contraste de sus dinámicas con aspectos esenciales de su particular discurso, que parecían devenir de evoluciones fantasmales que iban descubriendo el majestuoso edificio sinfónico lleno de heroicas declaraciones envueltas en misterio, que la gestualidad de la directora reflejaba como si estuviera controlando una ceremonia litúrgica, efecto que enfatizó en la re-exposición agrandando el efecto dinámico con el unísono final de la orquesta que dejaba una sensación de grandeza en el oyente, perfectamente integrado ya en esa estética monumental propia de este compositor.
Con un acusado sentido contemplativo inició el Adagio, lo que atraía la atención de manera sugestiva generando una sensación de plegaria que tendía a una especie de reposo emocional desde una pulsión intensa y a la vez contenida, estimulada desde un buscado cromatismo que fuera descubriendo las exploraciones melódicas y armónicas que plantea Bruckner en este misterioso segundo tiempo, en el que Virginia Martínez jugó con los silencios queriendo llegar a ese efecto de estático reposo que consiguió en su conclusión, demostrando poseer un concepto artístico que se situaba más allá de una cuidada musicalidad.
No se alteró su sentido del tempo ante la velocidad que requiere el turbulento inicio del Scherzo. Asegurando equilibrio de tensiones, aumentó el grado de inmediatez en el control de la orquesta, pudiendo así contrastar su saltarín aire danzante inicial con la placidez de su trío, que realizó con suma elegancia vienesa. La orquesta funcionó con precisión técnica en la vuelta al episodio inicial impulsada por un timbalero espléndido al que se sumaba una espectacular sección de viento-metal.
Ésta llegó a su plenitud expresiva en el allegro final, donde el efecto de máxima trompetería organística quedó ajustado en sentido y estética, sin llegar a esa saturación que pudiera impedir escuchar los otros corpus instrumentales, lo que facilitaba un controlado equilibrio en la exposición de las enormes tensiones que se producen en este movimiento, que la directora supo llevar a ese grado de altivez sonora final en la que la orquesta alcanzó su plenitud expresiva dejando la sensación de un instrumento bien trabajado y absolutamente entregado a su dirección musical en esta obra que requiere las máximas capacidades en conjunción.
Foto: ÖSRM
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