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Crítica: Vilde Frang y Jesús López Cobos con la Sinfónica de Castilla y León

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Autor: Agustín Achúcarro
3 de abril de 2017

 VILDE FRANG APUESTA Y GANA

   Por Agustín Achúcarro
Valladolid. 30-III-2017. Auditorio de Valladolid. Temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Benjamin Britten, Matinées Musicales, op. 24, sobre temas de Rossini: Suite nº2, y el Concierto para violín y orquesta, op. 15, y la Sinfonía Nº2 en re mayor, op. 43 de Jean Sibelius. Solista: Vilde Frang, violín. Dirección: Jesús López Cobos.

   Jesús López Cobos basó su dirección en el uso continuo de matices, en la acentuación, en un equilibrio constante, que no uniformidad, entre las secciones de la orquesta, en la manera de dosificar la pausa y los silencios y en una forma de llevar las obras nada rígida, combinando flexibilidad con un ajustado sentido de la métrica. Algo para lo que contó con una OSCyL que quiso y pudo. Y todo eso condujo a que se lograran efectos de calado, como ocurrió en la conclusión de la Sinfonía Nº2 de Sibelius, que resultó brillante pero no de una manera lineal sin más, sino que previamente, en la preparación, logró provocar expectación ante la eclosión sonora que iba a llegar.

   La conjunción entre la violín solista Vilde Frang, la orquesta y el director propició todo lo que de positivo tuvo la versión del Concierto para violín de Britten. Una obra en la que resultó muy positiva la imbricación de la solista en relación a la orquesta, de tal forma que ésta tan pronto se subsumía en ella, sin perder su individualidad, como acentuaba el carácter y la personalidad del violín. Vilde Frang demostró su capacidad para abordar la obra con un sonido a veces ágil, a veces denso, otras llamativamente agitado, acentuando los sonidos casi sobre el puente, tan aflautados, entregándose a raudas escalas, efectistas spiccati y dobles cuerdas, dando con ese punto en el que no existe fractura entre la técnica y la expresividad. Y así Frang consiguió que recursos de tan alta factura fueran un medio, nunca un fin en sí mismos, para interpretar una obra melancólica, evocadora, tensa, con un lenguaje singular y una melodía subyugante, que concluye en ese pianísimo sostenido, lo que engrandece aún más a una partitura vinculada al contexto histórico que se vivía en torno al año 1939.

  En la Sinfonía Nº2 de Sibelius prevaleció el plantear con claridad y fluidez el desarrollo de la obra. En lo global llamaron la atención los aspectos contrastantes del primer movimiento, o esos mismos efectos entre los movimientos extremos y el Andante ma rubato. En lo concreto, citar la manera de terminar las melodías de la cuerda de forma repentina en el movimiento inicial, que aumentó considerablemente su efecto; los golpes de timbal y la lúgubre melodía en pizzicato de los contrabajos del segundo movimiento, tan elocuente y efectista; y ya en el tiempo conclusivo la manera de llevar el tema, ondulante en la cuerda, subrayado por los metales, la forma en la que se volvió incierto ante la brusca intervención de la trompeta, y cómo tras el motivo introducido por el oboe resurgió un carácter afirmativo en toda la orquesta hasta la  conclusión.

   Para empezar López Cobos eligió las Matinées Musicales, op. 24, sobre temas de Rossini: Suite nº 2 de Britten, pues fue una de las obras que incluyó la primera vez que dirigió a la Orquesta Sinfónica de Castilla y León en junio 2004. Este dato deja ver lo mucho que tardó en dirigir a la orquesta de su Comunidad, lo que propicia una reflexión sobre cómo se cuida a veces a los artistas en España.

  A la obra le dieron no poca vivacidad, lo que produjo una sensación de jovialidad, efectismo y primacía de lo “cantabile”.

Foto: Marco Borggreve

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