La temporada 2012/13 del Teatro de la Zarzuela está llegando a su fin con las últimas representaciones de Viento [es la dicha de amor], que permanecerá en cartel hasta el 31 de mayo. Después de los cuatro títulos precedentes, de enorme calidad musical, consideramos que este rescate de la obra de José de Nebra ha supuesto un fracaso en toda regla. Y es que no todo podía ser perfecto, cuando el listón que había dejado Marina era tan alto.
Corre un tiempo en el que se le da demasiada importancia al rescate de sonoridades originales, de instrumentos esencialmente barrocos, de textos inéditos y de voces de filiación barroca, algunas de ellas de dudosa calidad. Es un repertorio que ya de por sí exige de una fuerte atención por parte del público, en ese compendio de dioses, ninfas, parlatos, profundas reflexiones filosóficas, en medio de una música excesiva en recitativos e interminables da capo que se suceden de manera fugaz, sin tener tiempo a asimilarlos.
Además de lo que comentamos, algo genérico en este repertorio, existe otra corriente aún más sorprendente, que es la de incrustar, sin ningún tipo de criterio ni orden, una serie de textos o monólogos que poco o nada tienen que ver (aunque a priori lo parezca) con la historia que escribió en su día Antonio Zamora. Y más aún, la de no respetar en ningún momento la intención de los autores, haciendo hincapié en que se trata de una dramaturgia de Andrés Lima, quien firma la dirección escénica. Una labor que termina por desconcertar al espectador con excesivo movimiento de actores, zarandeos, volteretas, maniobras circenses, efectos sonoros de masa de mezclas que en algún momento terminan por acoplarse, frases espurias, y una amplia selección de poemas de siglos diversos, incoherentes, si bien de buen calado. De entre todos nos gustaría destacar tres. El bellísimo monólogo de Segismundo en La vida es sueño, a cargo de la actriz Isabel Rodas, la única con cierto ímpetu y sentido teatral, y dos piezas de José Ángel Valente, El temblor y el fulgor, recitado entre la propia Rodas y un imposible Alberto San Juan en una burda imitación de Luis Merlo. El resto de actores recibieron abucheos al salir a saludar.
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