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CRÍTICA: 'LA VERBENA DE LA PALOMA' DE BRETÓN, EN LOS TEATROS DEL CANAL. Por Gonzalo Lahoz

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Autor: Gonzalo Lahoz
25 de febrero de 2013
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VERBENA DE AGOSTO EN FEBRERO
 
Madrid. 23 / 02 / 2013. Teatros del Canal. LA VERBENA DE LA PALOMA, de Tomás Bretón. Julián: César San Martin. Susana: Amparo Navarro. Casta: María José Suárez. Don Hilarión: David Ruibera. Sebastián: Emilio Sánchez. Señá Rita: Itxaro Mentxaka. Tío Antonio: Juanma Cifuentes. Severiana: Cristina Luar. Director: Miguel Roa. Dirección de escena y adaptación: Marina Bollaín. Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid.

      No hay más que observar el figurín diseñado para la Señá Rita, una suerte de amalgama y puesta al día del look castizo con la falda de manola almidonada junto al chopín vaquero y una balbusa fucsia rematando el modelo, para darse cuenta de la rabiosa puesta al día que supone la producción de Marina Bollaín y su equipo de "La Verbena de La Paloma", que suben ahora al escenario de los Teatros del Canal.
      Chispeante, llena de vida y color surge aquí la más grande de las fiestas que componen la trilogía del santoral de estío madrileño: San Cayetano, San Lorenzo y La Virgen de La Paloma, esta última la más castiza y con más solera de las que pueden disfrutarse bajo la solana de agosto. No es que necesite la partitura de Bretón una detallada revisión para sacar a la luz toda la frescura y naturalidad de estas fiestas de la villa y corte puesto que el Género Chico bien se vale por sí solo por su corte costumbrista como excelente reflejo de sociedad, pero Bollaín potencia y administra los detalles para que destaquen con total fulgor. Sobre las tablas un solo encenario (que en el último cuadro gira para que la banda toque los temas del verano, todo un clásico) donde se erige un andamiaje que da forma a un colorista edificio en el que se dan lugar la peluquería de la Tía Antonia (aquí cambiado de sexo a Tío Antonio), el bar de Señá Rita y la farmacia de Don Hilarión, así como algunas de las casas por donde deambulan los protagonistas, como los mozos que pasan el día brujuleando en la azotea, o el salón de Julián (que de cajista pasa a ser butanero), que amargado consuela sus penas viendo "Sálvame".
      Un ambiente muy bien conseguido donde a finales de febrero se puede sentir el calor de un 15 de agosto. Sólo faltaba pues el olor a churros y gallinejas y el cantar del tombolero, el clásico, el de toda la vida que asomaba en el vídeo con el que se cierra el segundo cuadro. Un vídeo que intenta recoger imágenes reales de la Verbena pero en el que inexplicablemente no puede verse ni medio chotis, sí mucho pasodoble, y en el que puede adivinarse que ya le pesan más de diez años encima, a pesar del decidido ánimo de puesta al día de Bollaín. Podrían haberse, siguiendo con esa búsqueda de actualización, redondeado los diálogos, renovando la crítica política que recoge la obra y desde luego, aquí uno que como en el famoso chotis se crió en el barrio de la Arganzuela, se echó muy en falta un vocabulario más castizo, que se sigue usando y mucho por La Latina.
      Qué se yo, algún "ná", más pelucos, birujis y maromos, un fetén, un bebercio o un buen morapio y desde luego más chulería en los dejes y más acento "arrastrao". Temas menores estos y mayores aquellos en los que Bollaín acierta de lleno. Es de agradecer que la directora explique su idea en el programa de mano, pero resulta algo difícil comprender por qué alguien con su desenfadada y visionaria puesta ha de justificarse y de alguna manera defenderse, como así se desprende de sus palabras. Gracias a labores como la de Bollaín, la zarzuela seguirá viva sin perder nada en el camino.

      Arropó y acompañó todo lo que acontecía sobre el escenario el maestro Miguel Roa, que con mano experta dibujó una lectura contrastada que respiraba con los cantantes y les guiaba por cada cuadro y escena, incluyendo aquellas que no surgieron de la mano de Bretón, como la balada gallega (sobre texto de Rosalía de Castro) que entona el Tío Antonio y la parte instrumental de "La Tarántula é un bicho mú malo" de "La Tempranica" de Giménez.
      En cuanto al reparto vocal, comenzó frío, con la voz atrás se presentaron Sebastián y Don Hilarión (Emilio Sánchez y David Ruibera), así como con un marcado vibrato stretto que dificultaba su entendimiento, la Señá Rita (Itxaro Mentxaka); mas pronto entraron todos en calor y una vez ajustada la proyección de los primeros y controlado el vibrato de la gran mezzo que es Mentxaka, y superado el primer concertante, que por momentos sonó desajustado, todo rodó con pasmosa facilidad.
      El viejo boticario, que en esta función y siguiendo las propias palabras se transforma en un "nuevo rico y hortera aficionado al golf", es cantado por Emilio Sánchez, barítono de agudo nasalizado y a quien Roa desde el foso ayudó dividiendo las frases para adecuarlas a un fiato algo corto. Divertidísimo el Tío Antonio de Juanma Cifuentes y algo ahogado Emilio Sánchez como Sebastián, habiendo perdido aquel brillo que mostró en su Goro del Teatro Real hace ya unos años. A gran altura rayaron Amparo Navarro como Susana y un entregado César San Martín como Julián, quien hizo gala de un torrente de voz que supo modular en cada momento para dotar de variedad de acentos al protagonista.  Largo futuro en la zarzuela para este barítono.
      Por encima de todo el reparto, que globalmente ofreció una noche para recordar, se ha de destacar la labor de María José Suárez como Casta, de quien fue difícil quitar los ojos y oídos de encima. No sólo regaló un canto dúctil en la soleá que su personaje roba a la Cantaora, sino que a ello le unió una actuación dramática impresionante, a través de una vis cómica envidiable. Rezumaba amor por lo que hacía, parecía sentir cada momento y consiguió que un servidor disfrutara como hacía mucho que no lo hacía escuchando a alguien sobre el escenario. Con la "Marina" que se escuchará en el Teatro de la Zarzuela el próximo mes de marzo la competencia será dura, pero sin duda su nombre debería estar en todas las quinielas para los próximos Premios Líricos del Teatro Campoamor en el apartado de Zarzuela.
      Gran noche pues en la que los enamorados de la Verbena pudieron disfrutar de su calor en pleno febrero y aquellos que nos toca "sufrirla" cada año pudimos reconciliarnos con la esencia del Madrid más castizo y por qué no, más moderno.
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