Crítica: «Vendado es amor, no es ciego» de José de Nebra en la Programación Lírica de La Coruña

Bienvenida recuperación

Por Raúl Chamorro Mena
La Coruña, 19-IX-2020. Teatro Colón. Vendado es amor, no es ciego (José de Nebra). Leonor Bonilla (Anquises), Alicia Amo (Eumene), Carol García (Venus), Maria Lueiro García (Diana), Aurora Peña (Brújula), Borja Quiza (Titiro). Coro Cantabile (Pablo Carballido, director). Orquesta Los Elementos. Dirección musical: Pablo Miguélez Rouco. Versión concierto.

   Amigos de la Ópera de La Coruña se apuntó otro tanto con la programación de Vendado es amor, no es ciego, Zarzuela de José de Nebra (Calatayud 1702-Madrid 1768), otro compositor español olvidado, algo habitual en un país en que la cultura y, particularmente, la música siempre han sido algo secundario. La obra estrenada en el Teatro de la Cruz de Madrid el 3 de Agosto de 1744 es de las pocas creaciones para el teatro que se conservan del músico bilbilitano. La composición se aquieta a las estructuras de la ópera italiana absolutamente hegémonica en España [y en casi toda Europa] en la época, con el protagonismo absoluto de las arias da capo, aunque Nebra introduce motivos musicales genuinamente hispanos como la seguidilla o el fandango, además de numéros de conjunto, incluidos tercetos y cuartetos y una importante presencia del coro, algo difícil de encontrar en las óperas barrocas italianas. No falta, obviamente, el tema mitológico, la interrelación entre Dioses y humanos, que se ven mezclados –y utilizados- en los enfrentamientos entre las deidades y concurre, asimismo, la pareja cómica, en este caso Brújula y Titiro.

   La escucha de Vendado es amor, no es ciego nos demuestra que José de Nebra no será Händel, pero sí un compositor más que interesante e inspirado y no se entiende, que en plena eclosión y recuperación del repertorio barroco a nivel mundial, su obra duerma el sueño de los justos. Hay que agradecer al contratenor Alberto Miguélez Rouco y a su inmensa admiración por la obra y su autor el rescate de la misma, incluida grabación discográfica para el prestigioso sello Glossa.  

   La Programación Lírica Coruñesa reunió un reparto de cantantes españoles, lo que hay que valorar, lógicamente, que sin especial brillantez, bien es verdad, pero con aplicación y profesionalidad expusieron la obra con la mayor de las dignidades. Asimismo, la orquesta de especialistas con instrumentos originales Los Elementos, a pesar de tocar mermada de efectivos por las exigencias del protocolo anti-covid completó una gran actuación bajo la dirección, en todo momento briosa y entusiasta, de Alberto Miguélez que demostró su entusiasmo y devoción por la obra. Orquesta y director garantizaron rigor estilístico, claridad en la exposición, sonido cuidado, elegante y aquilatado, así como tempi ágiles y buen acompañamiento al canto, con una notable actuación del primer violín Claudio Rado, si bien no pudo disimular la escasa presencia de la cuerda por las razones expuestas de falta de efectivos. Notable, asimismo, la limitada sección de metales que se lució especialmente en el aria de Anquises «Batalla con mi pecho».

   En el teatro lírico del barroco y su mundo de fantasía (la poetica della meraviglia) se consideraba que sólo las voces femeninas (y los castrati) lograban la estilización buscada, ajena a cualquier realismo. En tal sentido, el joven pastor Anquises se atribuye a una soprano, en este caso Leonor Bonilla que demostró su genuino origen sevillano acompañándose con las castañuelas en sus seguidillas de salida. Sonidos radiantes siguen adornando la vocalidad de Bonilla, pero el timbre no termina de estar fuera, nítidamente emitido y bien apoyado sul fiato, lo que perjudica a la articulación que resultó borrosa. Igualmente no termina de apreciarse una línea canora bien aquilatada, más bien sustentada en condiciones de natura -estamos ante una cantante elegante y sensible que, además, cuenta con notas brillantes- que en una sólida técnica. Timbre más modesto, de limitados volumen y sonoridad, si bien totalmente suficiente para este repertorio y un teatro pequeño como es el Colón, el que mostró la soprano Alicia Amo en el papel fundamental de la obra, Eumene, que cuenta con tres espléndidas arias. La burgalesa canta con estilo, tiene buen gusto e indudable preparación musical [es también violinista], pero le falta remate técnico, afianzar la impostación para evitar esos sonidos abiertos y apoyados en la nada. En su gran aria de bravura «El bajel que no recela», prototipo de aria da tempesta faltaron acentos más vibrantes, pero Amo superó con corrección la profusa coloratura entre la que destacó una nota picada radiante y de apreciable limpieza. Carol García mostró el material vocal de mayor calidad, más sonoro y liberado de emisión. Una mezzo aguda con extensión en la zona alta y centro armado.

   Lástima que el canto, siempre correcto, esté sustentado por un fraseo tan poco contrastado, plano, sin fantasía alguna, con lo que no dotó del vuelo debido a arias tan bellas como «Quién fió de un mar sereno» y «Yo seré la primera». Timbre grato y canto aplicado el de la gallega María Lueiro García que defendió, no sin cierta incomodidad con la agilidad, la hermosa aria «Yo haré ese lamento» con bello acompañamiento de doble flauta. La pareja cómica estuvo servida por la valenciana Aurora Peña, desenvuelta y comunicativa en el papel de Brújula y que, con gran desparpajo en escena, fue la cantante que dotó de más intención a las palabras con un timbre de cierto cuerpo y dotado de metal, que deberá controlar y modular pues alguna nota alta fue un punto desabrida. Borja Quiza con mando en su plaza abordó el doble cometido de Titiro y narrador que suple los diálogos suprimidos y relata el argumento al público. No faltaron las morcillas referidas al coronavirus y la habitual extroversión del barítono de Ortigueira, si bien se mostró un punto excesivo en su doble desempeño.

Foto: Amigos de la Ópera de La Coruña