
Crítica de Agustín Achúcarro del concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, bajo la dirección de Vasily Petrenko y con la violinista María Dueñas como solista
Un Daphnis y Chloé de los que dejan huella
Por Agustín Achúcarro
Valladolid, 13-III-2025. Auditorio de Valladolid, Sala Sinfónica Jesús López Cobos. Concierto para violín y orquesta nº3 en si menor, op. 61 de Saint-Saëns y Daphnis y Chloé, Sinfonía coreográfica, de Ravel
Arrebatador. Cuando en la música en directo se produce una situación como la vivida en el concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, todo resulta en cierta manera vano a la hora de describir lo vivido. Segunda parte del concierto, Dafnis y Cloe en versión íntegra (no se incluyó el interludio de voces sin palabras con coro) o si se prefiere, Sinfonía coreográfica de Ravel, y un director como Vasily Petrenko capaz de abordar una obra maestra como esta, ahondando más si cabe en cada momento. Parecía que ya nada podía sorprender, pero entonces surgía un detalle, una intervención de algún solista, un juego de dinámicas, la relación entre maderas, y volvía a atrapar la música al oyente. ¡Qué manera de hacer que los planos sonoros parecieran ilimitados! Porque la obra de Ravel posee una orquestación maravillosa, pero requiere de alguien capaz de materializar todo eso que está en la partitura, y alcanzar esa otra parte intangible, algo que difícilmente se consigue, y que es tan complicado de realizar.
Pero ahí estaba Petrenko y la Sinfónica de Castilla y León, para deslumbrar desde el inicio con las arpas y esa llamada de la naturaleza. Luego, llegaría la sutileza de ciertos pasajes, la relación entre solistas y las diferentes secciones de la orquesta o los apremiantes sonidos de trompas y trombones, daba igual pues todo sonaba preciso y dotado de una energía envolvente. Surgía increíble la manera de unir pasajes delicados con la llegada de momentos de abrumadora fuerza, e ir a cada paso descubriendo timbres y colores, ya fuera en un Amanecer, de indescriptible belleza evocadora, en la potente Danza Guerrera, o en ese final de deslumbrante orquestación, con unos metales de sonoridades tan bruñidas como impactantes, que supone el triunfo del amor. ¡Con qué perfección hicieron sus picados las trompetas! Y si el compositor creó esta obra pensando en un «vasto freso musical» eso fue lo que plasmaron los intérpretes.
La grandeza residió también en el empleo de tantos y diferentes recursos, en detenerse en los detalles y al mismo tiempo no perder el sentido de unidad de la obra. Y eso fue exactamente lo que consiguió Vasily Petrenko con su dirección y la orquesta con su respuesta.
Antes, interpretaron el Concierto nº 3 para violín y orquesta de Saint-Saëns, en lo que suponía la primera intervención con la Sinfónica de la violinista María Dueñas. Se trataba también, en parte, de la recuperación para el repertorio de la OSCyL de una obra, que en tiempos fue tocada con asiduidad, y que ahora parece volver a coger vuelo, con el apoyo de intérpretes como Dueñas. Su sola presencia había despertado no pocas expectativas, a las que supo responder la violinista. Una joven intérprete, de veintidós años, de la que Petrenko ya había avanzado en la previa del concierto, que «era posiblemente la mejor solista actual de su generación». María Dueñas destacó por un sonido siempre hermoso, capaz de dar lo mejor de sí misma, volcada en la melodía y el virtuosismo, de una obra nada fácil. Aplicó una afinación portentosa y un fraseo siempre cautivador, unido a una brillantez palmaria. Pudo ahondar en esa otra parte que va unida a la inmensa belleza de la obra, con un punto más en otras características de la partitura, como cierto dramatismo en el primer movimiento o un empuje más enérgico en el último. En todo caso, la solista apostó y se centró en destacar la infinita melodía de la obra, y ahí quedó, como ejemplo, su manera de abordar el segundo movimiento. Vasily Petrenko y la orquesta acompañaron con gran lucidez a la solista, destacando el colorido orquestal. Fue la noche de un director y una orquesta volcados con una obra exigente y maravillosa como es Daphnis y Chloé de Ravel.
Foto: OSCyL