Por Aurelio M. Seco
Santander. 29/08/2015. Festival Internacional de Santander. Violinista: Vilde Frang. Dirección musical: Vasily Petrenko. Orquesta Filarmónica de Oslo. Concierto para violín y oquesta en re mayor, de Brahms y Sinfonía nº 4 de Tchaikovsky.
Seguramente el Festival Internacional de Santander sea uno de los ejemplos más claros de cómo sortear la crisis económica en nuestro país desde la sensatez gestora. El ciclo tuvo un momento de crisis interna hace un par de años, una crisis dentro de la crisis que Jaime Martín, su actual director artístico, nos explicó en su día con meridiana claridad, y que ha hecho que en las últimas temporadas y algunas de las próximas se tenga que descontar parte de su presupuesto para saldar cuentas de la gestión anterior. En cualquier caso, este verano el festival ha vuelto a estar presente como una cita señalada. Su concierto de clausura, ofrecido el sábado en el Palacio de Festivales de Cantabria, fue una cita de interés, protagonizada por la Orquesta Filarmónica de Oslo a las órdenes de su titular, Vasily Petrenko y por la joven y talentosa violinista noruega Vilde Frang. En el programa, el Concierto para violín y orquesta en re mayor de Brahms y la Cuarta sinfonía de Tchaikovsky, obras difíciles pero de indudable atractivo para el público y los intérpretes.
Vilde Frang afrontó el Concierto para violín de Brahms desde la energía y la búsqueda de un sonido bello desde el matiz, más que a través de su entereza y tersura. El talento de la artista estuvo siempre a la altura para rectificar de inmediato pequeños desajustes de afinación, y encontró su momento más bello e inspirado en el primer movimiento de la obra, en la vuelta del tema principal en su vertiente lírica más expresiva. El sonido de su instrumento, de un brillo energizante, contrastó con la sonoridad menos luminosa de la orquesta. No significa esto que el conjunto noruego no brillase en su participación. Es una orquesta de notable nivel técnico que en cada nota parece tocar como un solo músico y desde la pasión –sobre todo en la cuerda-, llevados por una gran energía común y un nivel interpretativo alto. Nos referimos sólo al color de su sonoridad, que siendo algo mate parecía superponerse al del violín de Frang sin perder ambos su personalidad ni llegar a fundirse del todo.
El tercer movimiento del concierto para violín mostró las buenas cualidades del director y la orquesta para acompañar a la solista, sobre todo cuando ésta impuso cierto grado de tensión en el fraseo que animó la pieza y la atención del grupo, pero que también hizo que el foco se decantase más por ella que por la homogeneidad general del conjunto. La tensión no tiene por qué ser precipitación, en absoluto; es anticipación si se quiere y un aspecto interpretativo interesante si se aplica con cuidado. En esta ocasión el recurso aportó énfasis y una atractiva energía, más que la expresión elegante del fragmento.
La Sinfonía nº 4 de Tchaikovsky se puede comentar en términos de seriedad interpretativa, más elocuente que refinada. Un aspecto que nos llamó la atención y que creemos que podría haberse mejorado es la colocación de los músicos, sobre todo disponiendo de espacio de sobra en el escenario. Los violines estaban demasiado cerca del director y algunos parecían casi más enfocados hacia la propia orquesta que abiertos a ofrecer lo mejor de su sonoridad al público. Una posición algo más permeable hacia los asistentes seguro que habría contribuido, siguiera ligeramente, a dotar de mayor presencia sonora a los violines. Los comienzos de las obras siempre son importantes, y aunque el principio de esta sinfonía no haya sido redondo en la exposición del tema en las trompas, la versión estuvo diligentemente planteada. Nos gustó la elocuencia del discurso presentado por Petrenko, en el que quizás echamos en falta una mayor musicalidad. El último movimiento fue espectacular, con el director ruso imponiendo un tempo rapidísimo al que los músicos respondieron admirablemente. No era necesaria tanta premura para mostrar de la mejor manera el fragmento, pero este nivel de exigencia de Petrenko y la orquesta nos parecieron significativos de su buen estado de salud artística y estimulante nivel de comunicación. De propina, una Danza húngara nº 1 de Brahms de expresión más enfática que estilizada.
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