Crítica de David Santana del concierto de la Orquesta y Coro Nacional de España [OCNE] y el Cuarteto Quiroga bajo la dirección de Vasili Petrenko
Música étnica de occidente
Por David Santana | @DSantanaH
Madrid. 19-II-2023. Auditorio Nacional de Madrid. Orquesta Nacional de España, Vasili Petrenko, director; Cuarteto Quiroga. Lontano de G. Ligeti, Absolute Jest, para cuarteto de cuerdas y orquesta de J. Adams y Así habló Zaratustra, op. 30, TrV 176 de R. Strauss.
En la época de mayor auge de los poemas sinfónicos, Richard Strauss no se conformó con contar historias, como hacían el resto, sino que va mucho más allá. Así habló Zaratustra es un intento de resumir la historia de la humanidad no de una forma descriptiva, sino filosófica. Le salió mal el experimento, Strauss no logró poner música a la historia de la humanidad, «sólo» a la de eso que se conoce como «Occidente». Es esa idea de civilización, de cultura y de sociedad que ha conformado nuestra manera de vivir prácticamente desde que el primer Homo Sapiens decidió que los cadáveres de sus ancestros debían tener un lugar de reposo adecuado en lugar de ser devorados por fieras. Si alguna vez cayera ese Occidente ideal, bastaría para recuperarlo —o al menos para no olvidarlo— con un tocadiscos y los vinilos de Así habló Zaratustra y Ein Heldenleben y, quizás, si me apuran, algo de bibliografía de Chesterton.
La novedad —novedad en 1967, claro— de la música de Ligeti no le hace menos heredero de la tradición occidental. Luis Suñén se encarga de recordárnoslo en unas excelentes notas al programa que acompañan al concierto. En su Lontano explora la mínima expresión de la música, la vibración, y desde esta construye un crescendo que fue conducido de forma muy progresiva por Vasili Petrenko. La suma de instrumentos va creando mayor vibración, mayor sonido, en definitiva, y, una vez se ha escalado la cima, se desciende de nuevo. Solo quedan los clarinetes, morendo en su registro más grave y, finalmente, niente, y un compás en silencio con calderón para toda la orquesta que Petrenko supo remarcar.
En John Adams la influencia de la tradición se hace aún más evidente. No solamente cita constantemente al portaestandarte de la música heroica, sino que emula el estilo compositivo del gran maestro para crear una pieza nueva que no se siente como tal, quizás porque Adams reniega de la rupturista modernidad para asentarse en una tradición evolucionada. Al igual que en Beethoven, lo más importante de Absolute Jest es el ritmo. El ritmo es imparable de inicio a fin, dotando así de gran dinamismo a una obra que no cesa ni por un instante de tomar y desarrollar nuevos motivos. No hay lugar para el reposo. El Cuarteto Quiroga supone un excelente acierto para una composición con estas características. La efusividad de esta agrupación que siempre vemos materializada de forma corpórea en Cibrán Sierra es exactamente lo que Absolute Jest reclama.
Aitor Hevia destacó en los papeles solistas y opacó al concertino en algunas ocasiones, reclamándose él mismo como líder indiscutible de la sección de cuerdas. En otros momentos parece que el cuarteto va a ser engullido por una orquesta que no renunció a la potencia, aunque Petrenko gestionó adecuadamente los matices, permitiendo que se escuchase cada detalle y que sobresaliera, siempre con gran naturalidad, cada línea solista.
Viernes y sábado el cuarteto interpretó como propina el Lento del op. 135 de Beethoven, su último cuarteto. Algo muy contrastante con el espíritu de Absolute Jest. El domingo, por el contrario, se decantaron por interpretar música tradicional gallega, mucho más animada, en un alegato en favor del carácter popular de todas las músicas.
Llegamos, con ello, a la apoteosis de este excelente ejemplo de música étnica de occidente a través de ese poema sinfónico que recrea en poco más de media hora nuestra historia hasta 1896. Strauss nos habla de evolución en lugar de ruptura. Del mismo modo que ni Ligeti ni Adams rompieron con su pasado, sino que lo integraron dentro de sus obras, Petrenko logró pasar de uno a otro peldaño de la evolución de la civilización con gran naturalidad. Aún no se han apagado los acordes finales del órgano cuando los contrabajos empiezan a entonar ese Credo que marca el inicio de un movimiento en el que las cuerdas de la OCNE mostraron su capacidad lírica. El principio fue arrollador, por la fuerza. Petrenko consiguió llevarnos, sin que nos enteremos prácticamente, por las distintas atmósferas que cada uno de los movimientos del Así habló Zaratustra recrea. La flexibilidad del director para adaptar los tempi fue muy necesaria para lograr esta proeza, al igual que resulta imprescindible una buena gestión de los matices que, excepto por algún crescendo de trompeta demasiado repentino, Petrenko pudo demostrar.
Foto: OCNE
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