Por Agustín Achúcarro
«La primera dificultad que tenemos en las actuales circunstancias es que la sensación de estar arropado por el sonido ni la tiene el director, ni la tienen los músicos, pues las distancias son más grandes, y después de toda una vida han dejado de compartir el atril con un compañero, ya que el hecho de tener un instrumento cercano a ti, sobre todo en las cuerdas, ayuda en el empaste del sonido», señala Rubén Gimeno, que dirige a la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, en el Auditorio de Valladolid, los días 19, 20, 23 y 24 de noviembre. Pero la situación provocada por la actual pandemia tiene para Gimeno también otra lectura. «Todo esto se supera porque la orquesta es de una gran calidad y hemos aceptado la situación, así que lo que hay que hacer es estar lo más alerta posible y disfrutar de poder tocar juntos, algo que desgraciadamente en otros países no tienen la oportunidad de hacer».
El Concierto para violín y orquesta en re mayor, op. 61 de Beethoven es la primera obra que van a tocar y para el director, antes de nada, es fundamental llegar a un acuerdo con el violín solista. «Cuando trabajas con uno tardas más en adaptarte a sus ideas, pero si se conjugan, si se rema en la misma dirección, no hay problemas». Una concepción que le lleva a afirmar algo que es imprescindible para él: «Siempre creo que prima el respeto a la idea que tenga de la obra el solista y trato de servirle a él, y a la música por supuesto». Y que se ha producido con un violinista del nivel de Vadim Gluzman. «Al final es un concierto en el que el violín va embelleciendo y acompañando a la orquesta en la mayoría de las ocasiones y la verdad es que siempre hay una incertidumbre previa, porque hay que ponerse de acuerdo en dos días, pero en este caso ha ido todo fenomenal». Tras ensayar la obra Rubén Gimeno se refiere al solista en los siguientes términos: «Vadim Gluzman es un violinista brillante, la verdad es que hoy en día muchos lo son, pero lo que más me gusta de él en su concepción de la obra, que es tremendamente musical, y que está buscando hacer música de cámara, con una interacción constante con la orquesta, escuchándola, que no permanece en una posición aislada, y esto es muy importante». Antes de pasar a dar unas pautas sobre la siguiente obra, el director hace un último apunte sobre la de Beethoven. «La curiosidad en esta ocasión reside en que el público va a escuchar las cadencias de Alfred Schnittke, que son maravillosas, pero obviamente poco interpretadas; de hecho Gluzman me decía que según en qué sitios si el público es muy conservador no las recibe muy bien, pues son de un compositor del siglo XX, pero yo creo que escucharlas es muy interesante».
Con respecto a la Sinfonía nº5 en si bemol mayor, D. 485 de Schubert lo que más le interesa a Gimeno es conseguir que «suene fresca, elegante, sutil y delicada » y sobre todo que «parezca de una aparente simplicidad, aunque en la realidad no sea tal». «En lo que más hemos incidido en los ensayos es en encontrar un buen tempo para el primer y el último movimientos, en el que funcionemos cómodos, con la ligereza del sonido, que es fundamental para encontrar el carácter más adecuado y que fluya bien el segundo movimiento», subraya el director.
El que tanto la partitura de Beethoven como la de Schubert, en particular la primera, sean muy conocidas no le preocupa a Gimeno. «El hecho de que sean dos obras conocidas no lo pienso mucho, pues la mayor presión que tengo es conmigo mismo e intentar que a través del estudio consiga encontrar las claves de las obras». Se reafirma en lo dicho al considerar que «el concierto de Beethoven y la sinfonía de Schubert las dirige desde hace muchos años y se da cuenta que con el tiempo va cambiando cosas». «Y te preguntas por qué hacía este tempo o este fraseo de una determinada manera y ahora de otra, y te das cuenta que lo apasionante de mi profesión es que aunque sea la misma música, en realidad no lo es pues va cambiando con nosotros».
Rubén Gimeno, un director que ya sabe lo que es dirigir a la OSCyL, tal y como están las cosas prefiere plantearse el futuro día a día. «Ya no se puede programar con un año o más de antelación, ahora es de mes a mes, y para todo el mundo, incluida la gente de mayor status, por lo que tengo delante y muy feliz de poder hacerlo». Concretamente se refiere a dos proyectos, en particular un concierto con la Joven orquesta de la Comunidad de Madrid, de la que es director artístico. «Será en el Auditorio Nacional y estoy encantado porque la verdad es que se puede decir que es la primera vez que voy a tener un contacto real con ellos, pues aunque soy su director desde hace más de un año por la Covid-19 hemos tenido que ir suspendiendo nuestros encuentros».
Foto de Rubén Gimeno: Ricardo Ríos
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