La direccion aristica de Mario Pontiggia y la nueva presidencia de Oscar Munoz de ACO, Asociacion de los Amigos Canarios de la Opera, que inaugura su temporada numero 46 Festival de Opera "Alfredo Kraus" en Las Palmas de Gran Canaria, deberia ser tomada como ejemplo, no sólo en Espana. Ahora, en tiempos de crisis y siempre, como modelo de gestión que proporciona el mejor equilibrio posible en la relación "calidad-precio", ofreciendo al público, exigente y con un buen porcentaje de estranjeros, los que viven establemente en la Isla, el repertorio, ineludible, siempre gratísimo y alguna que otra novedad estimulante.
Sin adelantar futuras crónicas de lo que promete ser una primavera musicalmente interesantisima, nos limitamos en esta a ser eco del éxito rotundo que ha recibido Un ballo in maschera, tributo "obbligato" en el año del bicentenario del nacimiento de Verdi. Nueva producción, pero lo "nuevo" en la cuidadosa y muy oculada administraciòn de Pontiggia & C. conlleva el aprovechamiento de elementos "de la casa". Han pasado los tiempos en que se alquilaban los decorados de Sormani y el atrezzo de Cornejo, con todo el respeto para las dos ilustres casas. Desde hace ya un tiempo, coincidiendo con la inteligente dirección artística actual, se produce en Gran Canaria y el nivel es siempre muy digno, a menudo sobresaliente. No falló en este montaje, tradicional pero con ribetes de actualizaciòn histórica -la época es la de Lincoln y de la guerra de secesion americana- respetando fielmente, sin embargo, la dramaturgia original. Tan solo el segundo acto, en el "orrido campo", empieza con una ejecuciòn del Ku Klux Klan -cuya fecha de formaciòn es 1865- en su intento de asesinar a una joven, teniendo como mandatario al juez decano: ¿acaso en el primer acto quiso exiliar a Ulrica por pertenecer: "all'immondo sangue dei negri"? La llegada de Amalia sin embargo impide el delito. Otro inevitable cambio es la muerte del mismo Ricardo, con un pistoletazo, y no con la esperada punalada, por parte de Renato. La cosa ni es nueva ni escandaliza. La apariciòn de Ulrica justo en el momento en que el protagonista agoniza, resulta quizas en exceso didascálica, pero es util para que el publico se acuerde de este personaje, tan relevante en la dramaturgia, pero que aparece solo en el segundo cuadro del primer acto. El baile de mascaras ha sido resuelto con vestuario chino, un "estilo" por así decir, que ha determinado los movimientos coreográficos del coro, muy bien realizados por Claudio Martin. Se ha al aprovechado el vestuario de la reciente Turandot y no ha desentonado, todo lo contrario, ha parecido aún más surrealista el minuet verdiano. En fin, el público ha gozado también por la labor de Antonella Conte, que ha elaborado muy bien las imagenes proyectadas, y de Alfonso Malanda, iluminador de lo mas profesional.
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