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CRÍTICA: 'UN BALLO IN MASCHERA' SIN ESPECIALES MÉRITOS EN LA SCALA DE MILÁN. Por Andrea Merli

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Autor: Andrea Merli
15 de agosto de 2013
 UN BALLO SIN ESPECIALES MÉRITOS
 
 
Milán. Teatro alla Scala, 12 de julio 2013. UN BALLO IN MASCHERA - Giuseppe Verdi. Riccardo: Marcelo Alvarez, Renato: Alessandro Viviani, Amelia: Sondra Radvanosky, Ulrica: Marianne Cornetti, Oscar: Patrizia Ciofi, Silvano: Alessio Arduini, Samuel: Fernando Radó, Tom: Simon Lim, Un juez: Andrzej Glowienka, Un sirviente de Amelia: Giuseppe Bellanca. Director: Daniele Rustioni. Dirección de escena: Damiano Michieletto. Decorado: Paolo Fantin. Vestuario: Carla Teti. Luces: Alessandro Carletti.

     El 9 de julio, día de la primera función, precabidos por los rumores que siguieron el ensayo "general" acaecido dos días antes y abierto al público -"fu grave sbaglio" que diría Scarpia- un abucheo sin precedentes cayó sobre las cabezas de los responsables de esta nueva producción (en colaboración con el Teatro Comunale de Bolonia) de Un ballo in maschera: el director de escena, enfant gate por esa parte de la critica nacional italiana que, crónicamente enferma de provincianismo, confía en una invasión del ya mustio teatro de regia a la alemana, Damiano Michieletto y sus fieles e inseparables colaboradores, Paolo Fantin (decorado), Carla Teti (vestuario) y Alessandro Carletti (iluminacion). Se presentaron con cara sonriente - me gusta citar a Puccini, La Bohème en este caso, cuando Marcello le dice a Rodolfo: "Loyola va, ti rodi e ridi"- aparentemente felices y contentos, puesto que hoy en día una producción es más "moderna" cuanto menos gusta mayoritariamente. Las crónicas oficiales han matizado el accidente, atribuyendo a una franja supuestamente "integralista" de la ópera que en la página web "www.Il Corriere della Grisi" reune un grupo de ortodoxos, pero resultó ser todo lo contrario.

    La "pasionaria" que desde el Loggione lanzó unas cuartillas, por cierto más bien ingenuas y escritas con mano temblorosa, resultó ser la mítica soprano Luisa Mandelli, histórica Annina de La Traviata con Callas, Di Stefano y Bastianini en la Scala, ahora retirada en la residencia para artistas "Giuseppe Verdi" con sus 93 primaveras brillantemente llevadas, activa y apasionada como la que más. Y eso nada más terminar el primer acto, durante el cual, griteríos de cualquier tipo habían acompanado la música subrayando lo que se vio en escena. Entre estos el más folclórico resultó ser el de "fuori le puttane dalla Scala", refiriéndose supuestamente a las prostitutas y travestis que poblaban el "orrido campo" transformado, para variar, en una periferia degradada en la que Amelia, ataviada con sus perlas australianas, con bolso de cocodrilo y vistiendo abrigo de visón (entre paréntesis de lo más fuera de moda si se quiere actualizar, ya que los abrigos de pieles han dejado de ser trendy desde hace bastante tiempo) iba en buscas della "magic erba". Con el posible resultado que muchas personas, y no solas del gentil sexo, abandonaran la sala sintiéndose aludidas.

    De todo esto, en la segunda función a la que se refiere la presente crónica, no hubo ni rastro. Eso sì, hubo un tibio abucheo y una mujer en platea muy escandalizada gritando -pero durante el primer entreacto y sin molestar la ejecucion-  un evidente abandono de la sala, pero eso ya es casi la regla también, porque la mayoría de los turistas, sin necesariamente ser orientales, una vez sacadas las fotos de rigor para el álbum de los recuerdos y haber pasado buena parte de su tiempo "wasapeando" con el móvil, transcurrida la primera parte no tienen por qué aguantar esa cosa tan aburrida que es la òpera. Pero llegando al final, dos salidas "tutti insieme", no sea que haya quedado algun "terrorista lírico" en la sala, y todos de prisa a ganarse la salida lo mas rápido posible. "Tal dei tempi è il costume" en el máximo coliseo italiano.

    ¿Fue tan desastrosa la nueva producciòn? Pués a estas alturas del partido y visto lo visto esta temporada en la Scala, va a ser que no. Entendámonos, este Ballo de original no tiene nada. El de Calixto Bieito, que causó el desmadre en el Liceo -¿cuantos años hace ya?- conllevaba una provocación coherente con una situación española, la de la epoca de la "transición", los tiempos de Tejero & C., que si bien con la dramaturgia prevista por los autores no pegaba ni con cola, estaba muy bien construida, escena por escena. Tuvo su firma en los acostumbrados excesos "sexo-fecales", tan típicos y tópicos del español: la orgía en el puticlub de Ulrica, los dichosos báteres en el preludio y que volvian en el cuarto de baño de Renato para torturar a Oscar.

    Michieletto
no arriesga tanto, ofrece un refrito de todo lo visto hasta la saciedad e intenta despacharlo por novedoso, repitiendo mas que el ajo. Por lo tanto, se inventa una hipotética campaña electoral (¿norteamericana? Vete tú a saber) con pancartas y luces de neón que son un himno a la "incorrotta gloria" de Riccardo y a más de uno se le ha occurido que podía referise a Muti... Renato es el segurata-guardaespaldas, Oscar, una vez más una secretaria. Ulrica una de esas videntes de los programas nocturnos de la tele que se gana la vida enganando la gente, pero en este caso con propiedades milagrosas ya que, sin el elixir de Dulcamara, logra hacer andar los paralíticos, cura los histéricos y diabéticos y hasta el mal de hígado "che in moda diventò". Lástima que esto se vio hace no mucho en una producción de Pier Luigi Pizzi en Macerata, antes vista en la sala del Centro Ferial de Piacenza y también, a firma de Beppe de Tomasi, en el diminuto Teatro Magnani de Fidenza. Cuando se dice "provincia" nos quedamos cortos...
    En realidad, la reacciÓN unanime del pÚblico respondiÓ a un cansancio y agotamiento colectivo que le hubiera tocado a Daniele Abbado o a Mario Martone si sus respectivos Nabucco y Oberto hubiesen tenido la mala suerte de concluir una serie de funciones donde sin remedio y sin tregua se ha visto siempre lo mismo. Este Ballo resultó, en realidad, irritante desde un punto de vista puramente escenico porque respondió a clichés y tópicos (el inevitable coche, posiblemente un Mercedes, la mascarada gay simulando un coito en el techo del mismo, etc.etc.) no a ideas novedosas. Eso es todo: rutina de lo "moderno", mercadillo de las pulgas y brocantage de lo progre y que resulta ya de museo más que las bambalinas pintadas de antaño. ¿El libreto sugiere amor? Hay sexo. ¿Ironia? Vulgaridad. Pero hay fallos que un hasta principiante tiene y debe evitar: por ejemplo, damos por finiquitado el tema, el hijito de la adúltera, como indica el libreto, no deberia aparecer "Là tuo figlio concedo riveder!" donde ese "là" (allà) no es "qua" (aquì).
 
    En Italia hay un lema teatral: "Bambini e cani, gioco di ruffiani" (niños y perros, juego de rufianes... de cara al público) muchos no lo respetan. Amén. Pero es que en esta producción de hecho el protagonista de la primera escena del tercer acto es precisamente ese "bambino" y su niñera, al que se le acuna, se le desviste, se le pone a dormir en un sofá, se le despierta, se le pide que elija la papeleta de la "urna" (para variar la papelera del despacho) con "la innocente tua mano" (perdiendo asì el significado sarcasticamente ironico y cruel de la frase, y finalmente baila con Oscar sobre el concertante final de "E' un ballo in maschera splendidissimo" hinchando globos de colores! E' troppo, signori, è troppo.

    La parte musical tampoco pasará a la historia: en la Scala se insiste en confiar el repertorio a jovenes batutas inexpertas, donde se necesita, ante todo, un maestro que conozca bien el oficio. Daniele Rustioni no pudo con este Verdi: se les escaparon demasiadas veces de las manos los concertati, con ataques imprecisos y no supo ofrecer un correcto apoyo a los solistas. Estos hicieron los que pudieron: Marcelo Alvarez, Riccardo, rebosó simpatía y entrega escénica, sin embargo tiene la voz ya endurecida, le resulta imposible el imprecindible legato y canta con estirones y a trompicones, apretando en la zona aguda. El canto spianato le sale mejor, pero el cambio de repertorio, y especificamente este rol, no le favorece.
 
    Sondra Radvanosky, Amelia, luce voz poderosa, rica de armónicos, pero también a ella le empieza pasar factura el agudo, que ahora aparece chillado. Los pianos y pianísimos son el recuerdo de un pasado que, me temo, nunca más volverá. No hablemos de la pronunciación, casi inintelegible. En lugar de Lucic, Renato lo cantó otro ... Renato Viviani, barítono previsto en el segundo reparto, de bonito timbre y voz generosa. Un poco bruto en el canto, pero la parte lo justifica. Ulrica fue Marianne Cornetti, que es mezzosoprano aguda y aborda a menudo roles de soprano. La parte es de contralto y por lo tanto se resintió en el grave. Sin embargo, cumplió con creces su particella y no se entiende por qué precisamente a ella se la abucheó. La reaccion, en cambio, pareció obvia hacia el Oscar de Patrizia Ciofi, la que a estas alturas de su carrera, cantado lo que ha cantado, tiene voz afonoide. Pudiera haberse, y habernos, ahorrado la pena de este tardio debut. Fue hueca en toda la gama y el agudo le suena ajado y sin esmalte alguno: fatal.
 
    Lo mejorcito fue el Silvano del excelente y joven baritono Alessio Arduini, lanzado a una carrera muy prometedera. Igualmente Fernando Rado, Samuel, el apuesto bajo argentino al que ya le se le ha escuchado varias veces y también elemento que no hay que perder de vista. Los otros bien, sin especiales méritos. Como todo lo demas.
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