El 9 de julio, día de la primera función, precabidos por los rumores que siguieron el ensayo "general" acaecido dos días antes y abierto al público -"fu grave sbaglio" que diría Scarpia- un abucheo sin precedentes cayó sobre las cabezas de los responsables de esta nueva producción (en colaboración con el Teatro Comunale de Bolonia) de Un ballo in maschera: el director de escena, enfant gate por esa parte de la critica nacional italiana que, crónicamente enferma de provincianismo, confía en una invasión del ya mustio teatro de regia a la alemana, Damiano Michieletto y sus fieles e inseparables colaboradores, Paolo Fantin (decorado), Carla Teti (vestuario) y Alessandro Carletti (iluminacion). Se presentaron con cara sonriente - me gusta citar a Puccini, La Bohème en este caso, cuando Marcello le dice a Rodolfo: "Loyola va, ti rodi e ridi"- aparentemente felices y contentos, puesto que hoy en día una producción es más "moderna" cuanto menos gusta mayoritariamente. Las crónicas oficiales han matizado el accidente, atribuyendo a una franja supuestamente "integralista" de la ópera que en la página web "www.Il Corriere della Grisi" reune un grupo de ortodoxos, pero resultó ser todo lo contrario.
La "pasionaria" que desde el Loggione lanzó unas cuartillas, por cierto más bien ingenuas y escritas con mano temblorosa, resultó ser la mítica soprano Luisa Mandelli, histórica Annina de La Traviata con Callas, Di Stefano y Bastianini en la Scala, ahora retirada en la residencia para artistas "Giuseppe Verdi" con sus 93 primaveras brillantemente llevadas, activa y apasionada como la que más. Y eso nada más terminar el primer acto, durante el cual, griteríos de cualquier tipo habían acompanado la música subrayando lo que se vio en escena. Entre estos el más folclórico resultó ser el de "fuori le puttane dalla Scala", refiriéndose supuestamente a las prostitutas y travestis que poblaban el "orrido campo" transformado, para variar, en una periferia degradada en la que Amelia, ataviada con sus perlas australianas, con bolso de cocodrilo y vistiendo abrigo de visón (entre paréntesis de lo más fuera de moda si se quiere actualizar, ya que los abrigos de pieles han dejado de ser trendy desde hace bastante tiempo) iba en buscas della "magic erba". Con el posible resultado que muchas personas, y no solas del gentil sexo, abandonaran la sala sintiéndose aludidas.
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