"Hubo cálidos y generosos aplausos para todos los protagonistas al final de la velada, pero el público “obligó” a que Ricarda Merbeth y Thielemann salieran juntos a saludar fuera de protocolo, en lo que sin duda fue la imagen de la noche (con permiso de Stephen Gould)".
José Amador Morales
Bayreuth. Festspielhaus. 12-VIII- 2017. Richard Wagner: Tristan und Isolde. Stephen Gould (Tristan), René Pape (Rey Marke), Ricarda Merbeth (Isolde), Iain Paterson (Kurwenal), Raimund Nolte (Melot), Christa Mayer (Brangäne), Tansel Akzeybek (Un pastor/ Un joven marino), Kay Stiefermann (Un timonel). Coro y Orquesta del Festival de Bayreuth. Christian Thielemann, dirección musical. Katharina Wagner, dirección escénica.
Menuda sorpresa se llevaron los asistentes al Festspielhaus cuando, instantes antes de comenzar la función que comentamos, un encargado del festival salió del telón para comunicar que la soprano Petra Lang no podía cantar y que Ricarda Merbeth -que había debutado como ‘Isolda’ el pasado año en Hamburgo- lo haría en su lugar (a los periodistas nos habían informado escasos minutos antes). A veces suceden estas cosas. Sin embargo, lo realmente asombroso es que esta circunstancia se había presentado tan a última hora que Merbeth no había llegado a tiempo para asimilar los movimientos escénicos ni siquiera grosso modo. Así las cosas, Petra Lang actuaría en escena y Ricarda Merbeth, situada discretamente con un atril a la izquierda del proscenio, cantaría su parte. A pesar de lo drástico y aparentemente descabellado de la medida (que nos hizo sonreír inevitablemente al recordar la célebre y cómica escena de Cantando bajo la lluvia), la calidad artística, seriedad y fluidez de la representación puso de manifiesto el acierto de su pragmatismo.
Y es que Ricarda Merbeth delineó una ‘Isolda’ sensibilísima y de una musicalidad exquisita, en base a una voz lírica de enorme brillo y de agudos rutilantes; ciertamente sus graves son algo endebles pero nunca forzados (y aquí perfectamente audibles), debilidad que en cualquier caso supo compensar con un fraseo de incuestionable intensidad dramática. En definitiva una ‘Isolda’ convincente y conmovedora que remató con un “Liebestod” de gran altura emocional. Fue el suyo un éxito tremendo que probablemente supondrá un nuevo puntal en su carrera.
Stephen Gould cantó un ‘Tristan’ pletórico de facultades, comodísimo en lo vocal y elegante en lo artístico. El tenor americano ofreció un ajustado equilibrio entre los elementos heroicos y líricos del personaje, entre el arrojo vocal y las medias voces. Su voz se proyectaba poderosa a lo largo y ancho del Festspielhaus, culminando su actuación con un tercer acto inconmensurable. Hasta qué punto se sentía Gould en plena forma vocal estos días lo demuestra el hecho de cantar con una entrega casi imprudente el dúo final de Siegfried apenas doce horas después en el marco de un concierto en el salón de Wahnfried.
Por su parte, Christa Mayer fue una ‘Brangäne’ de instrumento homogéneo, lírico - su vela del segundo acto fue inolvidable - y expresivo, al tiempo que Ian Paterson compuso un ‘Kurwenal’ más entregado y convincente que el que ofreció en Munich el pasado jueves santo (y bastante más creíble que su ‘Wotan’ de días antes sobre el mismo escenario), seguramente espoleado por la direcciones de Thielemann y Katharina Wagner. Probablemente sea ‘Marke’ una de las mejores recreaciones de René Pape: su voz ha perdido cierto esmalte pero se proyecta generosa y su canto siempre es noble y señorial. Muy adecuado el resto del reparto, especialmente Tansel Akzeybek en su doble actuación como pastor y marino.
Christian Thielemann demostró que hoy día es uno de los directores wagnerianos más acreditados y su Tristan es la referencia actual (probablemente junto al de Daniel Barenboim). Su sintonía con el estilo, su sentido del color y del rubato, sus expresivos silencios generadores de una tensión extrema, fueron solo algunos aspectos de su intensísima lectura. La impresionante introducción del tercer acto, lacerante y trágica como pocas, obligaba a pre-sufrir la angustia y paranoia de Tristan en una suerte de anticipo orquestal. Tanto coro como orquesta volvieron a hacer gala de un sonido dúctil y denso, capaces tanto de las más sutiles delicadezas como de un ímpetu impactante.
La ya conocida producción diseñada por Katharina Wagner utiliza diversos formatos -conceptual, abstracto, minimalist– permitiendo seguir las líneas generales de este drama musical si no con homogeneidad, sí con gran eficacia. El laberinto de escaleras del primera acto nos muestra la manifiesta incomunicación de los protagonistas; el encierro vigilado durante el segundo (con ese conseguido juego de luces y sombras mediante los focos de los guardianes) su falta de libertad; mientras que el nihilista e inquietante vacío del último acto, sin duda el más logrado, sirve de fondo para mostrarnos las alucinaciones de la pesadilla de Tristan con esa serie de “Isoldas” que aparecen y desaparecen durante su agonía.
Hubo cálidos y generosos aplausos para todos los protagonistas al final de la velada, pero el público “obligó” a que Ricarda Merbeth y Thielemann salieran juntos a saludar fuera de protocolo, en lo que sin duda fue la imagen de la noche (con permiso de Stephen Gould).
Foto: Bayreuther Feestspiele/enrico Nawrath
Compartir