El Trió Arbós y Estellés brindan una fantástica lectura de la que es una de las obras más geniales del siglo XX
Por Mario Guada
29-III-2014, 23:00. Zamora, Iglesia de San Cipriano. Festival Internacional de Música «Pórtico de Zamora». Entrada 10€uros.Olivier Messiaen: Quatour pour le fin du temps. Trío Arbós • José Luis Estellés.
Hay obras cuyo contento compositivo casi las autoriza de manera directa para pasar a la historia de manera indefectible como obras inmortales. Ese puede ser el caso del Quatour pour le fin du temps, partitura compuesta en 1940 por Olivier Messiaen [1908-1922] cuando este se encontraba recluido en un campo de concentración en Görlitz [Silesia], adonde llegó tras ser capturado en mayo de 1940. La plantilla parece ser establecida en base a los recursos que el francés tenía en el campo de concentración, pues allí contaba con Jean le Boulaire [violín], Henri Akoka [clarinete]y Étienne Pasquier [violonchelo], además de él mismo para el piano. La primera interpretación tuvo lugar, como él mismo cuenta en uno de sus escritos, en el campo Stalag VIII A, el 15 de enero de 1941, ante un público enteramente integrado por prisioneros y sus carceleros, expresando el propio Messiaen que nunca había visto a un público tan absolutamente sumido en su obra.
Es en esos mismos comentarios donde el propio autor da cuenta de que la obra se inspira en la siguiente cita aparecida en el Apocalipsis de San Juan: «Vi un ángel lleno de fuerza descendiendo del cielo revestido de una nube y con un arco iris sobre la cabeza. Su rostro era como el sol, sus piernas como columnas de fuego. Posó su pie derecho sobre el mar, su pie izquierdo sobre la tierra y, de pie sobre el mar y la tierra, elevó la mano hacia el Cielo y juró por quien vive por los siglos de los siglos, diciendo: ya no habrá tiempo-, pero el día de la trompeta del séptimo ángel, el misterio de Dios se consumará.» Lo realmente interesante de esos textos es que Messiaen realiza en ellos un comentario sobre el lenguaje utilizado en su obra, que aunque somero, nos transmite cuáles fueron los verdaderos sentimientos y el proceso creativo de la pieza. Para él, el sentido de la pieza resulta «esencialmente inmaterial, espiritual, católico. Los modos, llevando a cabo melódica y armónicamente una especie de ubicuidad tonal, aproximan al oyente a la eternidad en el espacio o infinito. Los ritmos especiales, fuera de cualquier compás, contribuyen poderosamente a alejar lo temporal.» Esta esuna pieza que resume en gran manera algunas de las características de la escritura de Messiaen: los procedimientos rítmicos de valor añadido, de aumentación y disminución, de pedales rítmicos y de ritmos no retrogradables, además del uso de los «modos de transposición limitada».
Compuesto en ocho movimientos: I. Liturgie de cristal; II. Vocalise, pour l'Ange qui annonce la fin du Temps; III. Abîme des oiseaux; IV. Intermède; V. Louange à l'Éternité de Jésus; VI. Danse de la fureur, pour les sept trompettes; VII. Fouillis d'arcs-en-ciel, pour l'Ange qui annonce la fin du Temps; y VIII. Louange à l'Immortalité de Jésus; no en todos encontramos de manera completa el curioso cuarteto, sino que los instrumentos van apareciendo en diversas combinaciones, destacando los solos dedicados al clarinete –fascinante su solo en el tercer movimiento–, el violonchelo o el violín. El piano tiene una presencia, aunque siempre importante, limitada en cuanto a instrumento solista, sino que más bien tendente a cubrir el rol de acompañante, aportando siempre su característico timbre al color general de la pieza, y apoyando sobre todo a nivel armónico. Realmente es una obra sobrecogedora, en la que uno puede atisbar todo la pesadumbre y agónica angustia de quien vive en un campo de concentración. Cada pasaje aporta un poco de desasosiego al oyente, si bien hay ciertos momentos en los que puede vislumbrarse un foco de esperanza, basada en el siempre inequívoco bastón de la fe.
La versión que han ofrecido esta noche el Trío Arbós y el clarinetista José Luis Estellés se podría definir por la honestidad y la profunda emoción puesta en cada nota. Los tres componentes del trío han cumplido con momentos brillantes, consiguiendo un nivel medio realmente alto. Juan Carlos Garvayo [piano], Miguel Borrego [violín] y José Miguel Gómez [violonchelo] poseen un gran conocimiento de la pieza, como se ha demostrado en cada momento. Además, el «feedback» entre ellos es más que evidente, lo que facilita mucho la fluidez de las partes. Es complejo recrear lo que pudieron sentir sus intérpretes en aquel estreno de 1941, pero por las condiciones dadas, puede parecer que tener una conexión relativamente profunda entre los intérpretes hoy día debe ser casi un requisito obligado. Únicamente debemos lamentar algunos desajustes en la afinación, sobre todo debidos a Gómez, y un desconcertante y antitético uso del «vibrato» entre este y Borrego –el segundo más corto y rápido, mientras que el primero más largo y lento–, lo que afectó en ciertos momentos a la coherencia global. Desconozco si esto se debe a una exigencia por parte de Messiaen en la partitura, o sencillamente es que hay una incompatibilidad para consensuar un «vibrato» más acorde en ambos instrumentistas.
Mención especial merece el clarinetista José Luis Estellés, que brilló sobremanera en su movimiento a solo, Abîme des oiseaux, mostrando un dominio estratosférico de los registros y la gama y gradación dinámica que pocas veces puede escucharse en esta obra. Sencillamente sobrecogió en su lectura de este movimiento.
Los cuatro ofrecieron una visión muy trabajada –se notaba un ensayo brutal detrás del resultado–, basada en la juventud de sus miembros, con una visión absolutamente personal y honesta, que demuestra que los intérpretes jóvenes también están preparados para afrontar obras de gran calado. Siempre es muy complejo acercarse a una obra de este calibre, sobre todo por todo lo que hay tras ella, pero esta noche hemos podido presenciar un acercamiento muy digno, no a mucha distancia de las grandes versiones que puedan escucharse. Fantástico además el juego de luces desarrollado por el gran grupo de iluminadores del festival, contando además con el acierto de ir intercalando entre la interpretación de los movimientos los comentarios escritos por el propio Messiaen sobre su obra, narrados de manera emotiva por la voz en off de Camilo García –al que muchos asociaron de manera automática con el actor Anthony Hopkins.
Una apuesta arriesgada por parte del «Pórtico», que ha resultado un rotundo éxito, y que supone una auténtico «break» entre las músicas pretéritas que normalmente inundan San Cipriano, poniendo la nota «disonante» con gran acierto.
Foto: Web Trío Arbós
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