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Opera! 'Tosca' o el drama pucciniano en estado puro

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Autor: Javier del Olivo
3 de mayo de 2015

TOSCA, PASIÓN A FLOR DE PIEL

Por Javier del Olivo

   No se puede hablar de Tosca, no se puede hablar de las óperas de Puccini, sin hablar de pasión. La pasión forma la columna vertebral de sus obras líricas y especialmente de una de las más celebradas y representadas,Tosca, basada en el drama que Victorien Sardou creara para la gran Sarah Bernhardt. En un breve periodo de tiempo (un día y la madrugada del siguiente) se desgrana esta historia de amor arrebatado, mezcla de celos y bajas pasiones, de ansias de libertad y de lucha por cambiar la sociedad, todo un reto del que, como casi siempre, sale triunfante Puccini.

   No fue fácil para Luigi Illica y Giuseppe Giacosa adaptar el drama de Sardou, reducir sus cinco actos a tres y sus veintitantos personajes a nueve, con tres protagonistas indiscutibles. Y tampoco le fue fácil a Puccini dar vida, continuidad y redondez a un lenguaje musical nuevo para los albores del siglo XX, en los que sonaba abrupto y crudo, muy expresivo, muy (diríamos ahora, mucho más familiarizados) cinematográfico. Un lenguaje que abría caminos, que nos describía situaciones duras: bajas pasiones, torturas, acoso sexual, y que para los contemporáneos desvelaba abismos donde sólo se veía negrura, tragedia, horror. Pero Puccini triunfó y hoy Tosca es una piedra angular del repertorio operístico.

Sant'Andrea della Valle

   ¿Y cómo poder contar la historia de Tosca sin recurrir a la pasión? Imposible. Nos encontramos en junio de 1800 en la capital de los extremadamente conservadores Estados Pontificios. Después de un corto periodo republicano, Roma vuelve a ser una capital donde se persigue a los liberales sin piedad. Y sin piedad se muestra el jefe de la policía romana: el barón Scarpia. Éste busca a los liberales escondidos, especialmente a uno de sus dirigentes, Cesare Angelotti que se ha escondido en la iglesia de Sant'Andrea della Valle. Allí  se encuentra con el pintor Mario Cavarodossi, que está pintando un cuadro de la Magdalena, y que le ayuda a esconderse. Mario es visitado por la gran cantante Floria Tosca, su amada, que, celosa como pocas, vigila todos los movimientos de Mario. El pintor la convence a medias de que todo son imaginaciones suyas. Cuando Mario se va, la iglesia se prepara para celebrar un Te Deum al que asiste Scarpia. Tosca regresa al templo y el Barón despliega todas sus artes para volver a sembrar la duda sobre la fidelidad de Cavaradossi. El acto termina con una declaración, para sí mismo (y para los espectadores), de pasión y deseo por parte de Scarpia, en medio de los sonoros acordes de los cantos religiosos y de una gran explosión orquestal.

Palacio Farnesio

Palacio Farnese

  En el segundo acto, en el Palacio Farnese, Scarpia medita, antes de cenar, sobre sus ambiciones y sus deseos: derrotar a los liberales (Angelotti está desaparecido pero ha apresado a Cavaradossi y piensa que éste le dirá donde se encuentra) y poseer a Tosca, que está cantando en palacio y que ha ordenado traigan a su presencia. Cavaradossi no va a confesar nada y cuando entra Tosca la conmina a que ella tampoco hable. Los esbirros de Scarpia se lo llevan a la habitación de al lado donde lo torturan. En una espeluznante escena, Puccini consigue con su música que nos unamos a Tosca en su terror y ansiedad por la suerte de su amado. Ni Floria ni nosotros vemos cómo se tortura a Mario, pero todos sentimos la misma desazón y comprendemos que Tosca ceda y diga dónde está escondido Angelotti. Mario aparece, destrozado, y la diva niega haber confesado. Pero Scarpia no puede permitir que la pareja descanse y lanza a sus sabuesos a la captura del liberal romano. Mario clama contra Tosca pero el anuncio de la victoria de Napoleón en Marengo le hace gritar de felicidad. Scarpia, rabioso, lo manda otra vez a la mazmorra y ordena su ejecución por sedicioso. Se quedan solos Tosca y Scarpia. Ella sabe lo que él quiere y él sabe que ella lo odia por ello, lo que eleva su placer. El diálogo entre los dos queda entre las escenas más estremecedoras de la historia de la Ópera: el acorralamiento de la mujer, la definición de libro de lo que hoy conocemos como violencia de género. Los libretistas, pero sobre todo Puccini y su música, van creando esa atmósfera asfixiante donde el espectador sólo piensa en cómo ayudar a Tosca. En estos momentos, quizá rompiendo un poco el climax de la escena, Puccini introduce la que seguramente es su aria más famosa para soprano: Vissi d’arte,  toda una meditación sobre por qué Dios, o el destino, o la vida, no hacen justicia a la buena gente. Quizá este pensamiento, el darse cuenta que a veces hay  que pasar a la acción sin esperar recompensas divinas,  es el que haga que Floria cambie de actitud. Se apodera disimuladamente del cuchillo en la mesa de la cena de Scarpia y le dice que cede a sus deseos pero que  antes deberá extenderles un salvoconducto. El barón accede pero le recuerda que, aunque será fingida, hay que realizar al amanecer la ejecución de Cavaradossi. Da órdenes a su subalterno sobre eso y ya otra vez solos se abalanza sobre Tosca. Ésta no duda en clavarle el cuchillo y acabar con su vida. Nadie acude a la llamada de auxilio del tirano. Tosca, recompuesta, dueña otra vez de sí misma, lanza, declamando, una de las frases que engrandecen la Ópera: “E avanti a lui tremava tutta Roma!”.

Castel Sant`Angelo

Castel Sant'Angelo

   De madrugada, ya en el tercer acto, antes de su ejecución en castillo de Sant’Angelo, Cavaradossi vuelve a cantar, como ya hiciera en el primer acto, su amor por Tosca. Ésta aparece, le cuenta que será un falso fusilamiento, le enseña trucos de actriz, y espera que el pelotón cumpla su cometido. Después de la salva de disparos, Cavaradossi cae, Tosca, admirada de la buena actuación de su amado, se acerca para decirle que todo ha pasado, pero comprueba que está muerto, que Scarpia ha sido miserable hasta después de muerto. Desesperada por su situación y acosada por la policía que viene a apresarla se lanza al vacío desde lo alto del castillo, sellando su terrible destino.

Hemos hablado de varios de los momentos musicales más destacados de la ópera. Repasemos todos ellos: En el primer acto el aria Recondita armonia de Mario y su dúo con Tosca. El espectacular final de acto donde se mezcla lo humano (la baja pasión de Scarpia) con lo divino (el tedeum que canta el coro en la iglesia). En el segundo  toda la escena de Scarpia y Tosca, y el Vittoria, vittoria! que entona Mario al conocer la victoria napoleónica y por supuesto Visi d’arte. En el tercero la famosa aria E lucevan le stelle que canta el tenor y toda la escena final que culmina con el suicidio de Tosca.

Puccini, una vez más, consigue que el espectador entre en el drama que plantea, que sienta como suyos la pasión y el sufrimiento de Tosca. ¿Música tramposa? ¿Melodramatismo folletinesco? Eso dirán sus críticos, pero ahí sigue, arrastrando a aficionados a los teatros. Por algo será.

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