Thierry Fischer se pone al frente de la Sinfónica de Castilla y León y el Cuarteto Casals para interpretar la partitura Broma total de John Adams
El viola del Cuarteto Casals, Jonathan Brow, y el percusionista de la OSCyL, Tomás Martín, hablan sobre Absolute Jest [Broma total] de John Adams
Un reportaje de Agustín Achúcarro
Uno de los ejes del concierto de esta semana de la Temporada de la OSCyL- Auditorio de Valladolid, días 2 y 3 de mayo- gira en torno a la obra Absolute Jest (Broma total) de John Adams, que cuenta con la participación del Cuarteto Casals, y que posee referencias beethovenianas que entroncan con el autor de la última obra que se va a interpretar, la Sinfonía nº3 del genio alemán. Se suman a éstas la Fanfarria para un hombre común de Aaron Copland y la Fanfarria para la mujer fuera de lo común de Joan Tower.
Tanto Jonathan Brown, viola del Cuarteto Casals, como Tomás Martín, percusionista, ayuda de solista de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León [OSCyL], coinciden en señalar que la obra de Adams es de una gran complejidad, debido a que «hay momentos rítmicos en que nada parece cuadrar», algo que propicia «la simultaneidad de ritmos y métricas diferentes». Adams compuso esta partitura en 2011 y se estrenó en marzo de 2012, a lo que siguió una revisión que fue interpretada por primera vez en diciembre del citado año.
El viola del cuarteto Casals siente fascinación por Absolute Jest y en particular por lo que él denomina «la reimaginación de los motivos de Beethoven». «Hemos tocado mucho y grabado todos los cuartetos de Beethoven, y Adams coge los motivos de varios de estos y los reelabora para crear otra obra, en la que también está presente la cuarta y la novena sinfonía y la Sonata Waldstein. Y lo más interesante para el cuarteto es comprobar cómo el ADN beethoveniano se puede trasformar en un lenguaje del siglo XXI, y cómo Adams ha sido capaz de crear una obra maestra, totalmente nueva, a base de motivos y melodías del compositor alemán».
Brown cree saber la razón por la que hay escasas obras para orquesta y cuarteto de cuerda. «Si hay pocos conciertos para cuarteto de cuerda y orquesta, es debido a la dificultad de conseguir el equilibrio entre los instrumentos y extraer las texturas orquestales y del cuarteto. Algo que es muy complicado, y creo que la clave para que todo vaya bien es que nos escuchemos mutuamente, conocer en qué momento nosotros tenemos determinados motivos, para que ellos sepan cómo orientar su sonido alrededor del nuestro. Obviamente-subraya el viola- estamos todos en manos de un director como Thierry Fischer, que cuenta con una orquesta que sabe controlar los balances, aunque el conseguir empastar es sobre todo un tema de escucha».
Al plantearle qué es lo que más le satisface y dónde reside la mayor complejidad, el violista responde lo siguiente: «Lo más disfrutable para mí son algunos temas que tiene la viola, compartidos con los otros miembros del cuarteto, y la sensación de tocar esto encima de un sonido orquestal, algo a lo que no se está muy acostumbrado y que es muy grande. Lo más complejo está en los momentos rítmicos, pues se tiene la sensación de que nada cuadra, debido a la simultaneidad de ritmos y métricas diferentes», reflexiona el viola.
Tomás Martín, al igual que Brown, siente fascinación por la obra de Adams. «¡Me encanta!, mi compañero Cayetano toca dos octavas de cencerros afinados, que casi tienen una participación solista y yo las campanas. Hay un momento -prosigue el percusionista- que, entre el piano, las campanas y los cencerros vamos creando un ambiente, en compases irregulares, sin que concuerde ningún instrumento, y lo más complejo es el ostinato, al final, en el que el piano y yo vamos haciendo pregunta respuesta, con un patrón rítmico que se va repitiendo». Para Martín el papel de las campanas tiene su intríngulis, entre otras cosas, por la colocación de ese instrumento de más de dos metros. «No me permite mirar al director de frente y tengo que tocar de lado, así que opto por memorizar pasajes totalmente y en otros no perder de vista ni al director ni a la partitura».
Además, la acústica del Auditorio le hace al percusionista plantearse el sonido de una determinada manera. «Hay que pensar anticipadamente y muy articulado, y eso que esta semana estamos un peldaño más adelante, donde suelen estar los vientos metales, y al colocarnos más juntos resulta más fácil escuchar al resto de instrumentos». De todas formas, nada sirve de cortapisa para el músico de la OSCyL. «Absolute Jest es una obra densa, de mucha intensidad, y con la suma del cuarteto de cuerda resulta fabulosa».
Pero antes de llegar a Adams, Martín tiene que enfrentarse a las obras de Copland y Tower. «En Copland, una fanfarria muy conocida y muy bien estructurada y orquestada, toco un bombo muy grande, con un sonido muy redondo, y con una gran maza. En el primer movimiento de la obra de Tower, que es una especie de reminiscencia de la de Copland, toco el bombo, dos temple block, dos platos suspendidos, tres tom-tom y un tam-tam, así que la complejidad reside en el cambio de baquetas, que son muy rápidos, lo que te obliga a hacer un poco de malabarismo».
Y para llegar a este punto, el músico de la OSCyL comienza su trabajo recurriendo a medios audiovisuales. «En repertorios como estos, en mi estudio, suelo ver videos de referencia, en los que se ve que hay que pasar de un instrumento a otro rápidamente y es muy importante cómo les distribuyes en el escenario, porque hay momentos en los que tienes que desplazarte de uno a otro rápidamente, al tiempo que cuanto compases». Y a la hora de valorar las obras en las que interviene, Martín destaca «la orquestación en Copland y la atmósfera que se crea con la obra de Adams».
Tomás Martín al margen de la OSCyL tiene una inmensa actividad que, entre otras cosas, le lleva a centrarse en a las castañuelas. «Intento dar relevancia al repertorio de música española, en particular al que tiene como instrumento protagonista a las castañuelas. Les pido a los compositores actuales que compongan obras para ellas, y ya tengo cuatro originales y dos arreglos». La semana pasada hizo una gira junto a un quinteto formado por músicos de la OSCyL, con un enorme éxito, en esa idea de dar protagonismo a las castañuelas. «Busco que las castañuelas tengan relevancia, soy consciente que no es lo mismo que un violín o un piano solista, pero cuando el público ve la complejidad de las obras les encantan». Martín también ha grabado un CD con la Camareta Clásica de Ponferrada, que salió al mercado en noviembre, y que ha tenido una gran aceptación. «Recoge música española y en él me encanta escuchar el empaste de la madera de las castañuelas con la cuerda, pues se produce un encaje perfecto».
Foto: OSCyL
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