Thierry Fischer ofrece su primer concierto como titular de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León en el Auditorio Miguel Delibes de Valladolid
Comienzo esperanzador
Por Agustín Achúcarro
Valladolid, 14-X-2022. Auditorio de Valladolid, Sala Sinfónica Jesús López Cobos. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Solista: Alban Gerhardt, violonchelo. Director: Thierry Fischer. Obras: Sinfonía n.º96 en re mayor, Hob. 1:96, «El milagro» de Haydn, Concierto para violonchelo y orquesta «No rendirse nunca», op 73 de Say y Sinfonía n.º1 en do menor, op. 68 de Brahms.
Segundo concierto de la Temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León y primero dirigido, como director titular, por Thierry Fischer. Imposible pretender hacer una mínima valoración más allá de la propia del concierto cuando ha transcurrido tan poco tiempo y por tanto queda tanto por hacer. Lo que sí que se pudo comprobar es que Thierry Fischer tiene ideas maduradas de las obras y de lo que pretende, y que sabe llevarlo a la práctica. Con un trabajo constante se alcanzará esa simbiosis con la Sinfónica que permitirá llegar a cotas más altas, sobre todo en lo referente a compenetración, al desarrollo de los planteamientos del director y el hacerles compatibles con los de la orquesta.
Para empezar, la versión de la Sinfonía «El milagro» de Haydn se caracterizó por su flexibilidad y una articulación clara. Con un equilibrio muy subrayable, en lo relativo a una obra tan sugerente y delicada como llena de sentido del humor. El tema se desarrolló sutil en el segundo movimiento, con el solo de violín por parte de un excelente concertino, así como el chispeante sonido del oboe y las acertadas intervenciones de maderas y metales. El rondó conclusivo destacó por la fluidez entre las ideas que surgen en este movimiento. Una sinfonía bien resuelta, superando las dificultades que llevan implícitas ciertas obras de apariencia sencilla.
De Fazil Say interpretaron su Concierto para violonchelo y orquesta «No rendirse nunca», con el violonchelista Alban Gerhard. Say emplea una plantilla orquestal clásica, no excesivamente grande, y un lenguaje asequible, que hace honor a su título, al moverse entre lo axfisiante, lo inquietante y cierta tensión, que acaba por disiparse. Una partitura realizada en contra del terrorismo, tras los atentados de París y Estambul, que se rebela contra la violencia y se reafirma en la necesidad de luchar por la paz, dedicada a la chelista francesa Camille Thomas. Alban Gerhardt desde el inicio, con el solo de violonchelo, reflejó la morbidez del sonido, así como la tensión en los cambios bruscos entre el registro agudo y el grave. Un estado de ánimo al que contribuyeron una melodía turbadora en el chelo, sonidos como el de los violines tocando sobre el puente y una percusión que marcaba el ritmo, y que a veces por su preeminencia parecía que se independizaba del resto de la orquesta, con una actuación subrayable por parte de los percusionistas de la OSCyL. El segundo movimiento pasó eficazmente de lo meditativo a la opresión, para en el movimiento conclusivo, reflejar una música que libera de tensiones. Todo estuvo bien expuesto y captado por orquesta, solista y director. Alban Gerhardt fue la voz que expresó todas las emociones, con una paleta de colores muy sugerente, capaz de infundir tensión.
Y con la Sinfonía nº1 de Brahms, Fischer volvió a poner de manifiesto unas ideas claras. Una vez más destacó el nivel de concertación, la capacidad para relacionar a las distintas secciones, subrayando aspectos tímbricos y de coloración. Con el tiempo es de esperar que puedan alcanzar versiones más subyugantes, pero el comienzo fue realmente halagüeño. Un Brahms bien definido en la estructura del primer movimiento, con una cuerda especialmente estilizada; lírico en el segundo y en el tercero, más ligero que el anterior, y con un cuarto movimiento en el que quedó reflejado ese universo sonoro cambiante, que concluye con un triunfante final, aunque no se acabara de extraer todo lo que hay en él. El director de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León dio espacio a las distintas secciones y solistas, a la vez que no perdió el sentido general de la obra. Contó para ello con una Sinfónica comunicativa, desde los solos a los tutti, pasando por el famoso tema de las trompas. Un Brahms que sirvió para completar lo que pareció un comienzo prometedor.
Foto: OSCyL
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