Crítica de Agustín Achúcarro de la Sinfonía nº 3 de Mahler dirigida por Thierry Fischer, al frente de la Sinfónica de Castilla y León
Ante una imponente sinfonía de Mahler
Por Agustín Achúcarro
Valladolid, 22-02-23. Auditorio de Valladolid, Sala Sinfónica Jesús López Cobos. Obra: Sinfonía nº3 con contralto solista, coro femenino y coro infantil, de Mahler, Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Director: Thierry Fischer. Anna Larsson, mezzo. Escolanía de Segovia directora: Mª Luisa Martín. Coro de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Director: Jordi Casas.
La Orquesta Sinfónica de Castilla y León y su director Thierry Fischer abordaron la colosal Sinfonía nº3 de Mahler con una serie de postulados que dieron un resultado positivo. El director logró algo que, en el breve período que lleva al frente de la OSCyL, de momento se ha convertido en sus señas de identidad: la capacidad de equilibrar las secciones orquestales, la relación entre éstas y conseguir alcanzarlo con las suficientes variedades de colores, dinámicas y timbres. Lo que se manifestó desde la llamada de las ocho trompas, tan bien empastadas. A partir de ahí se trataba de adentrarse en un mundo sonoro, que en el momento de la composición de esta sinfonía llevaba a su cénit a la orquesta, por lo que exige abordar desde sonidos descriptivos, presentes con una marcada sencillez, a la más pura abstracción, a lo que se sumó la manera de insertarlos. Un universo entre la naturaleza inerte y la vida. Y en este cometido Fischer salió bien parado. Puede que hubiera algunos momentos en que cayó algo una intensidad que la obra exige casi de manera permanente, e incluso que pudieron alcanzarse momentos de mayores cotas artísticas, pero en todo caso esto no desvirtuó una labor sería, precisa, ordenada, que contó con la entrega de los músicos de la Sinfónica, capaces de ratificar todo lo que desde el podio se les solicitaba.
La magnitud de la obra es tal que siempre se puede esperar más, tanto en lo referente a ciertos detalles, tan irrelevantes aparentemente como cruciales, o en relación a ciertas texturas, ya fueran agrestes o suaves.
Hubo muchas cosas claras en la versión de la Sinfónica, como el saber llevar ese viaje que dura más de 90 minutos, en el que existe un crecimiento continuado, con un desarrollo explosión en el último movimiento orquestal. En el cuarto y quinto movimientos interviene la voz, a través de la solista y el coro. La mezzo Anna Larsson lo hizo con un canto claro, rotundo, una voz pastosa, capaz de sugerir y plantear abiertamente el texto, así como profundizar en aspectos sombríos y detalles como la combinación del timbre de su voz con el oboe, cuando el texto hace alusión al deseo de la profundidad de lo eterno. Al mismo nivel estuvo la Escolanía de Segovia, con una expresión marcadamente poética. Una formación que demostró una calidad pasmosa a la que dirige Mª Luisa Martín. E igualmente acertó la sección de mujeres del Coro de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. De reseñar la labor que está haciendo al respecto Jordi Casas y la participación de los solistas, con una intervención desde fuera de la sala del trompeta solista Roberto Bodí magnífica.
No entraron en el terreno de lo sublimemente grandioso, pero fue una versión modélica en muchos aspectos, sobre todo en los referidos al equilibrio orquestal y el saber dosificar la irrupción de momentos álgidos, así como hacer crecer la intensidad, algo a destacar especialmente en el tiempo final.
Fotos: Sinfónica de Castilla y León
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