Crítica: La Sinfónica de Castilla y León inaugura su temporada con Thierry Fischer

Empezar en positivo

Por Agustín Achúcarro
Valladolid. 5-IX- 2023. Auditorio de Valladolid, Sala Sinfónica Jesús López Cobos. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Parte 1ª: Preludio, La representación del caos de La Creación Hob. XXI:2 de Haydn, Sinfonía n°1 en do mayor, op. 21 de Beethoven y la Sinfonía Fantástica, op. 14 Episodio de la vida de un artista en cinco partes de Berlioz

   A modo de metáfora, la Orquesta Sinfónica de Castilla y León comenzó la temporada con el Preludio de La Creación de Haydn, que plantea el  caos, antesala de la llegada de la luz. Y esa luz, tras leves desajustes llegó de manera inmediata en el concierto. Desde el inicio se pudo percibir que iba a ser un día fructífero para la orquesta, su director Thierry Fischer y el público. El titular de la OSCyL mantuvo una claridad expresiva, que fue un elemento común de todas las obras del programa, aunque la forma de evidenciarla fuera diferente en cada una. La atmósfera de indeterminación de la partitura inicial, las sorprendentes armonías cromáticas, fueron tratadas con sutileza por un Fischer, que ahondó en ese Haydn que combina tradición con modernidad. A reseñar, como simple ejemplo, la manera de abordar acentos y dinámicas. 

   Y en la Sinfonía nº 1 de Beethoven se optó por una mirada hacia adelante, enfatizando los elementos que señalan al Beethoven que ha de llegar. Esto no supone que Fischer obviara las características propias de un Beethoven primigenio. La articulación nítida se hermanaba con la ligereza, y surgían frescos pasajes como el diálogo entre oboe y flauta, para, al entrar toda la orquesta, producir una tensión creciente. En el segundo movimiento destacó cómo el director y la orquesta llevaron ese paso de un inicio liviano a una agitación festiva. Y así, de manera fructífera prosiguió la interpretación de la Sinfonía, con detalles como el sorpresivo inicio del último movimiento, el diálogo entre las maderas y el que surge entre los metales, y la manera en que la interpretación resultó cada vez más luminosa.

   La fiesta del color, la capacidad que puede tener una orquesta llegó a su cénit con la Sinfonía fantástica de Berlioz. Fischer impuso un pulso firme, sin que por eso perdiera ductilidad y, a partir de ahí, consiguió una máxima expresión. La Sinfónica respondió con una sonoridad contundente y equilibrada, tanto en los momentos más sutiles de la melodía, como en los pasajes en los que se alcanzó un verdadero espasmo sonoro. Qué variedad de colores, qué manera de exponer la calma, los altibajos emocionales, los bruscos contrastes, la conducción al patíbulo, el redoble del tambor. A lo que se añadieron detalles como la manera en que cambió el ambiente la entrada de las arpas, el impresionante sonido de las campanas, colocadas en la parte superior del auditorio, que unidas al silencio crearon una atmósfera turbadora. Así, hasta llegar a la alternancia y posterior suma de la «Ronde du Sabbat» y el «Dies Irae». 

   Con la idea obsesiva de la amada-idea fija- Fischer consiguió que su constante presencia, fuera siempre sorprendente, porque nada resultó reiterativo, salvo cuando era ineludible. Todo se percibió cargado de una energía pasmosa y con un ritmo apabullante, que parecía no tener fin. 

   Un ilusionante comienzo de la temporada de la Sinfónica de Castilla y León. En este primer concierto no se pudo contar con el programa de mano en papel, aunque sí consultarlo y descargarlo de la web de la OSCyL. 

Fotos: OSCyL