Parsifal (Wagner). Festival de Pascua de Salzburgo. 1 de abril de 2013
Las grandes batutas hacen época y convierten determinados eventos musicales en citas obligadas y de histórico recuerdo. Christian Thielemann, recién desembarcado al frente del Festival de Pascua de Salzburgo, va camino de conseguirlo, si es que no lo ha hecho ya. Para su estreno en el foso del Festival escogió representar Parsifal, precisamente el título en el que asistió a su maestro, Herbert von Karajan, allá por 1980, precisamente en este mismo festival. Y el resultado musical, por lo que hace a la labor de Thielemann, ha sido espléndido. Al frente de la Staatskapelle de Dresde, su orquesta, que sustituía a la Filarmónica de Berlín tras 46 años en Salzburgo, Thielemann ofreció una recreación antológica de la partitura wagneriana, con la dosis justa de énfasis, trascendencia y lirismo. Es muy complicado equilibrar las dimensiones teatral y espiritual que se entrelazan en Parsifal hasta confundirse. Y lo cierto es que Thielemann logró que así fuera, con apabullante naturalidad, con la dosis justa de retórica y obteniendo de la Staatskapelle un sonido brillante pero no eufórico, de tintes cobrizos, que sugerían la trascendencia sin agotarla. La formación respondió como un sólo hombre al gesto claro y sentido del maestro Thielemann. Hasta las más grandes orquestas tienen sus titubeos y no seríamos justos sino mencionásemos un par de deslices en las trompas. Peccata minuta, en cualquier caso, visto el derroche de virtuosismo colectivo y concertación que ofrecieron a lo largo de la representación. Algunos momentos del tercer acto fueron dignos de guardarse en la memoria durante mucho tiempo.
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