Joan Matabosch manifiesta que la normalidad «no nos la traerán a casa», «habrá que luchar por ella» y tomar inciativas, lanzarse.
Por Raúl Chamorro Mena | Foto: © Stofleth / Opera de Lyon
Toma de temperatura, entrega de mascarillas, gel hidroalcohólico y demás medidas de seguridad… nada puede perturbar la inmensa emoción de volver a pisar un teatro de ópera y particularmente el Teatro Real, después de estos meses de pesadilla. Subir a su escenario -con los bellísimos decorados de Achilles in Sciro, ópera que no llegó a representarse- acrecienta esa emoción y uno no puede resistirse a atacar algunas frases de arias emblemáticas. Detrás de esos decorados las enormes mesas dispuestas permiten la apropiada «distancia social» tal y como dicen ahora y la enorme altura del escenario garantiza total seguridad. Gregorio Marañón, Ignacio García Belenguer y Joan Matabosch (con la presencia de Ivor Bolton y Pablo Heras Casado) se disponen a presentar la programación de la Temporada 2020-2021, no sin que antes guardemos todos un obligado minuto de silencio por las víctimas de la pandemia del Covid 19. Hay que felicitar al Teatro Real por la iniciativa, por lanzarse al ruedo, por dar un paso adelante en momentos tan complicados, especialmente para la música y el teatro lírico. En esa línea se encuadra, asimismo, su empeño por representar La traviata en el mes de julio.
Esas funciones, si transcurren de forma positiva, abrirán una puerta importantísima -de cara a todo el Mundo- de luz y esperanza para conseguir volver a la normalidad, no «nueva normalidad», otro término ridículo de los que se inventan ahora (lo de «desescalada» también es de traca). A pesar de la advertencia de que habrá una rueda de prensa el día 23 de este mes sobre los protocolos y la manera en que se ensayarán y celebrarán esas funciones, las preguntas sobre ello resultan inevitables y Joan Matabosch manifiesta que la normalidad «no nos la traerán a casa», «habrá que luchar por ella» y tomar inciativas, lanzarse. Estoy de acuerdo. Con todas las medidas de seguridad que sean necesarias y la supervisión de las autoridades sanitarias, pero con determinación, porque está en juego la música y, particularmente, el teatro lírico y aún voy más allá y dejando de lado mi condición de melómano, creo que está en juego el mismo ser humano, que debe volver a vivir y no meramente a sobrevivir.
Estas funciones de La traviata del mes de julio con cuatro repartos distintos y veremos en qué condiciones, ejercerán de introducción a la nueva temporada, que contará con siete nuevas producciones del Teatro Real y dos estrenos mundiales que se ofrecerán en colaboración con los Teatros de la Abadía y el Español. En principio y en la línea de la pasada temporada, puede apreciarse una atractiva combinación entre títulos de gran repertorio y otros menos habituales o ausentes del Teatro Real desde hace mucho tiempo.
A destacar la primera producción propia de Peter Grimes de Benjamin Britten, obra cumbre de la ópera del siglo XX, que se había ofrecido la temporada de la reinauguración del Teatro a cargo de las huestes del Teatro de la Moneda de Bruselas con su entonces titular, Antonio Pappano, al frente. En palabras de Joan Matabosch el Real «capitanea» una coproducción con teatros de la importancia de la Royal Opera House Londinense, así como las Operas de París y Roma que vuelve a reunir al exitoso equipo (Ivor Bolton en la dirección musical y la dupla Deborah Warner-Michael Levine en la dirección de escena y escenografía) del premiadísimo Billy Budd de hace tres años. Propuesta de indudable interés y cuyos mimbres invitan al optimismo. El montaje se estrenará en el recinto de la Plaza de Oriente antes que en los demás teatros coproductores. Lo mismo ocurrirá con la coproducción de Rusalka de Antonin Dvorak, una de las grandes óperas checas, ausente del Teatro Real desde hace un siglo. En colaboración con los teatros de Dresde, Bolonia, Barcelona y Valencia, Christof Loy (que dejó buen sabor de boca con su Capriccio de Strauss del pasado año, pero no deja de sembrar dudas) se hará cargo de la puesta en escena, Ivor Bolton, en mi opinión menos adecuado, a priori, para esta obra que para el Peter Grimes, asumirá la dirección musical al frente de un reparto con presencias tan interesantes como la ascendente Asmik Grigorian, poseedora de unos medios vocales de indudable calidad, así como las veteranas Karita Mattila y Katarina Dalayman. Muy desilusionante la elección del tenor Eric Cutler para el papel del Príncipe.
Por cierto que la programación de Rusalka se complementerá con la presencia de, al menos, una obra de Dvorak en todos los conciertos del ciclo «Domingos de cámara» de la próxima temporada. Otra importante coproducción y, en su momento, encargo de varios teatros, entre los que se encuentra el Liceo de Barcelona y el Real de Madrid, que llegará en 2021 será Lessons in love and violence la tercera ópera de George Benjamin, autor (en colaboración con el dramaturgo Martin Crimp como en todas ellas) de Written on skin, la ópera contemporánea de trayectoria más triunfal y exitosa, que con apenas unos años de existencia se puede calificar de obra maestra. Parece adecuada la presencia en el podio del director titular del Liceo Barcelonés, Josep Pons, maestro serio, riguroso y trabajador, afín a la música contemporánea. La otra grande de la escena inglesa -junto a Deborah Warner-, Katie Mitchell será la responsable de la puesta en escena y en el reparto destaca la soprano Georgia Jarman a la que pude ver como Agnés de Written on skin en el Konzerthaus de Viena y que se ha aupado como una especie de sucesora de Barbara Hannigan como protagonista de las óperas de Benjamin.
En cuanto al gran repertorio, la temporada 2020-2021 abrirá en Septiembre-Octubre con una de las obras maestras verdianas, Un ballo in maschera, una ópera que tuvo en su día muchos problemas con la censura y que se ofrecerá con un montaje de Gianmaria Aliverta para el Teatro La Fenice de Venecia, que recupera la ambientación norteamericana forzada por la censura y sitúa la acción en época de Abraham Lincoln. Veremos. La batuta la empuñará el director verdiano del Real, el sólido y conocedor Nicola Luisotti, que conducirá un reparto en el que destaca el joven e impulsivo, pero poco refinado, tenor estadounidense Michael Fabiano, que se alternará (y contrastará) como protagonista con el veterano y finísimo tenor mejicano Ramón Vargas, quizás ya declinante para un papel tan exigente como Riccardo, pero cantante de gran clase. La soprano Anna Pirozzi, buen instrumento, pero monótona fraseadora y cantante de escasa garra y temperamento, defenderá el canto italiano frente a la consistente soprano rusa Tatiana Serjan en el papel de Amelia. Escaso interés en los barítonos y a destacar la presencia de cantantes españoles como María José Montiel en el papel de la sibila Ulrica y las juveniles Elena Sancho Pereg e Isabella Gaudí, que dotarán de desenvoltura al paje Oscar, papel in travesti.
Acontecimiento puede calificarse la vuelta de Anna Netrebko, la indiscutible diva actual, a cantar una ópera sobre el escenario del Teatro Real después de aquella Natacha de Guerra y paz de Prokofiev hace 19 años con las huestes del teatro Marinsky. La soprano de Krasnodar encarnará a Floria Tosca en la inmortal creación pucciniana en sólo dos únicas funciones de las 16 que se programan en Julio de 2021, con un reparto tan variado como caótico, en el que destaca el divo tenoril (bien que en horas bajas últimamente) Jonas Kaufmann, que vuelve al Teatro Real después de aquella Clemenza de Tito de hace más de dos décadas, que interpretó como sustituto del tenor previsto, siendo todavía un desconocido. Ni que decir tiene que el tenor Yusif Eyvazof acompañará a su esposa, la Sra. Netrebko, en las dos funciones que intervendrá, mientras Maria Agresta y la notable soprano Sondra Radvanovsky (que ya cantó el papel en el Real en 2011) llevarán el peso de la mayoría de las funciones programadas con el poco estimulante montaje de Paco Azorín procedente del Liceo de Barcelona.
Después de una ausencia de muchos años (demasiados para un cantante tan querido por el público madrileño, que se ha tenido que conformar con verle los últimos tiempos en el Teatro de la Zarzuela) el barítono malagueño Carlos Álvarez retorna al Teatro Real como el pérfido Barón Scarpia, pero esa vuelta será por partida doble, ya que, previamente, el mes anterior, junio de 2021, abordará el hilarante papel de Agata, la Madre, en Viva la Mamma!, adaptación realizada por Helmut Käutner en 1969 de la ópera buffa de Gaetano Donizetti Le convenienze e inconvenienze teatrali. Otra interesante propuesta de esta temporada, que contará con un montaje de Laurent Pelly, que reivindicará el teatro y en definitiva, el arte y la cultura. Junto al barítono malagueño y la soprano italiana Francesca Sassu, un reparto mayoritariamente español rodeará a la interesante soprano georgiana Nino Machaidze con el debut en el Teatro Real del tenor Xabier Anduaga, dueño de la voz de dicha cuerda con más calidad surgida en los últimos años.
Otra obra genial y emblemática del gran repertorio, el Don Giovanni mozartiano, volverá al escenario de la Plaza de Oriente en el mes de enero de 2021 con una producción del afamado Claus Guth (que ha triunfado en el Real con Parsifal y, especialmente, con Rodelinda) y dirección musical, en su salsa mozartiana, del titular del Teatro Ivor Bolton. Escaso interés el del doble y triple elenco convocado, más allá de la presencia de la magnífica soprano María José Moreno que cantará, una pena, sólo dos funciones como Donna Anna, después de haber sido Zerlina en el polémico Don Giovanni de Lluis Pasqual en 2005, la soprano rumana Adela Zaharia que deberá ratificar la vitola de destacada promesa con la que viene, la joven y también ascendente soprano italiana Federica Lombardi y la presencia del desenfadado Erwin Schrott que, de seguro y si se lo permite la regia, encarnará un extrovertido y pasado de rosca Leporello.
El anillo del Nibelungo de Robert Carsen continuará, después del prólogo y primera jornada, con Sigfrido, que curiosamente, ha sido calificada -en su intervención durante el evento- por el director musical Pablo Heras Casado como la obra más ligera de la tetralogía. Nunca se me hubiera ocurrido asociar ese adjetivo a Sigfrido, pero hay que aguardar a escuchar en qué se plasma todo ello en su versión musical. El tenor austríaco Andreas Schager, parece buena opción para el agotador personaje protagonista, junto al estereofónico y buen caracterizador, aunque rudo, Tomasz Konieczny, que volverá a ser Wotan (en su manifestación como Viandante) y la demasiado lírica Riccarda Merbeth como Brunilda.
No se explica muy bien la nueva programación de la ópera Norma de Bellini, obra maestra indiscutible, pero que si ha habido muy poquitas cantantes en la historia capaces de hacerla justicia, imaginen hoy día. Una gira posterior en el Festival de Ljubljana parece ser la razón de volver a proponer la emblemática creación belliniana, que contará con unas protagonistas, sin duda osadas, pero en mi opinión, superadas por el papel bajo cualquier punto de vista. Una presencia interesante, sin embargo, la de la espléndida mezzo francesa Clémentine Margaine como Adalgisa. En el papel de Pollione asistiremos a un duelo estadounidense en el que resulta preferible el siempre impecable estilísticamente John Osborn a su compatriota Michael Spyres, que se ha abierto camino en papeles de tenor baritonal mozartiano y, sobretodo, como baritenor rossiniano, pero más discutible fuera de ellos.
Dos estrenos, Marie de Germán Alonso (1984) sobre libreto de Lola Blasco basado en el Wozzeck de Büchner, pero desde la perspectiva de Marie, que se presentará en los Teatros de la Abadía, bajo la dirección musical del autor y con el protagonismo de toda una especialista en música del siglo XX y contemporánea, como es la soprano Nicola Beller Carbone y la ópera de cámara Tránsito, música y libreto de Jesús Torres (1965) sobre la obra homónima de Max Aub, que se representará en las naves del matadero.
Entre las óperas en versión concierto destacan por un lado la Elektra que forma parte de la gira de despedida de Esa-Pekka Salonen, magnífico compositor y una de las mejores batutas actuales, como director titular de la Philarmonia Orchestra. Cita inleludible en un único día, 18 de enero de 2021 y con la presencia en el elenco como Crisotemis de la joven soprano noruega Lise Davidsen, dueña de un timbre de una enorme calidad, que se combina con una imponente presencia escénica. Por otro lado, plena de interés se antoja la recuperación de la ópera romántica española Don Fernando, el emplazado de Valentín de Zubiaurre (1837-1914), ópera sobre libreto en italiano de Riccardo Castelvecchio y Ernesto Palermi que obtuvo un gran éxito en el Teatro Real protagonizada por el gran tenor di forza Enrico Tamberlick. Un reparto de cantantes españoles servirá la obra, bajo la dirección del irregular José Miguel Pérez Sierra y encabezados por la soprano Miren Urbieta, dueña de un estimable material vocal, el templado barítono Damián del Castillo y el experimentado tenor e impecable conocedor del estilo belcantista José Bros. La ópera barroca y sus fieles y aguerridos seguidores tendrán doble cita dentro de las óperas programadas en versión concierto. El barroco francés estará representado por El nacimiento del Rey Sol, especie de amalgama de ópera y danza creada por varios compositores y que será interpretada por el grupo especialista Ensemble Correspondances. Antonio Vivaldi y su Orlando furioso representará al barroco italiano y se beneficiará de la presencia de Armonia Atenea y el buen maestro, experto de este repertorio, George Petrou que contará con cantantes tan afines a este repertorio como el contratenor Max Emanuel Cencic, aunque el que firma encuentra más interés en la rusa Julia Lezhneva, capaz de una vertiginosa coloratura rápida.
Es importante subrayar que Joan Matabosch aseguró que en las próximas temporadas se programarán las obras que no pudieron verse a causa de la emergencia sanitaria del coronavirus. Por tanto, La pasajera de Weinberg, Lear de Reimann, Achilles in Sciro de Corselli, además de Iris de Mascagni subirán al escenario del Real, afortunadamente, en las temporadas venideras.
El ciclo voces del Real no despierta en el que firma especial entusiasmo, destacando el concierto de Piotr Beczala centrado en ópera eslava y especialmente polaca, que parece que, por fin, y apoyado en su condición de divo actual de la ópera, se ha decidido a divulgar. Javier Camarena tendrá oportunidad, con un programa donizettiano, de desquitarse de su accidentado recital del día 7 de febrero en el Auditorio Nacional. Los muchos partidarios del contratenor Philip Jaroussky tendrán su cita anual con el mismo en un concierto dedicado a Vivaldi y en el que intervendrá acompañado de otros solistas. Joyce di Donato ofrecerá un programa crossover y Aura MacDonald otro dedicado al musical americano.
El que firma estas líneas sigue sorprendido por la continua y prolongada ausencia de las óperas de Gioacchino Rossini en las últimas temporadas del Teatro Real. Así se lo he hecho saber en mi turno de pregunta al Sr. Matabosch que me ha manifestado que la razón se encuentra en que este repertorio fue «muy bien tratado» las primeras temporadas del Teatro y que por ello ha preferido dar espacio a otros repertorios ausentes del teatro, pero ha asegurado que, en las próximas ediciones la creación del cisne de Pesaro estará bien representada.
La salud es lo primero y debe garantizarse con las medidas que sean necesarias, pero conscientes de que el riesgo cero no existe, como ya indicaba más arriba, debemos asumir que se trata de vivir y no simplemente de sobrevivir. Las candilejas deben volver a encenderse y los escenarios cobrar vida. El arte y la cultura, bases de una sociedad que se dice civilizada han de tener un papel fundamental. La música, la más sublime manifestación artística y la ópera, la más completa de todas, tiene que recuperar su normalidad. No «nueva», la de siempre.
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