Por Raúl Chamorro Mena
Superado ya el presunto bicentenario, la próxima temporada del Teatro Real plantea un medido equilibrio entre novedades o apuestas por obras poco habituales -incluido repertorio del último tercio del siglo XX y contemporáneo- y óperas de gran repertorio, entre las que se han escogido títulos de especial popularidad y éxito indiscutible en taquilla con las que poder compensar –con buen número de funciones- la incierta respuesta del público ante esos envites más arriesgados. A priori, resulta una temporada atractiva, por el interés de esas novedades y porque entre las obras más habituales encuentro repartos más interesantes de lo habitual. Eso sí, a uno le sigue sorprendiendo, que un genio del calibre de Giaocchino Rossini continúe preterido y olvidado en el escenario del Teatro Real un año más y se me antojan demasiados desde 2013.
Con Achille in Sciro de Francisco Corselli se pretende cubrir tanto el apartado barroco como el de ópera española, toda vez que el compositor nacido en Piacenza en 1705 desarrolló la mayor parte de su carrera en Madrid, donde falleció en 1778. Bien es verdad que no tiene mucho sentido aludir a un supuesto nacionalismo musical -algo genuino del romanticismo- en el movimiento barroco y que la insistencia de la dirección artística del Real en cuanto a «estreno», «recuperación» o primera vez que podrá verse por el público en general (ya que en su día se puso en escena sólo para la Corte en el Real Coliseo del Buen Retiro de Madrid en 1744 con ocasión de una boda Real) no es tal, pues la obra se representó en Dallas, Moody Perfomance Hall, en febrero de 2018 por parte de la Orchestra of New Spain dirigida por Grover Wilkins III, tal y como ya adelantó CODALARIO en el reportaje firmado por mi compañero Pedro J. Lapeña Rey el mismo día de la presentación de la nueva temporada, aunque otros quieran ahora apuntarse el tanto. La ópera será dirigida por Ivor Bolton al frente de la Orquesta barroca de Sevilla, que repite después de su éxito esta temporada con La Calisto de Cavalli. En el reparto destaca la presencia de la estrella contratenoril Franco Fagioli, junto a voces españolas conocedoras de este repertorio como Sabina Puértolas, Leonor Bonilla, David Alegret y Juan Sancho.
Por fin llega al Teatro Real, La Pasajera de Mieczyslaw Weinberg, una producción propia del Teatro en colaboración con diversos teatros, que supondrá el estreno en España de esta creación del año 1968 que, sin embargo, su autor nunca pudo ver representada, pues las autoridades soviéticas no lo permitieron. Todo un acontecimiento que protagonizará como director musical David Afkham, titular de la orquesta Nacional de España lo que, en principio constituye toda una garantía ya que ofreció un excelente Bomarzo en su debut en el foso del Real. El reparto lo encabezará la soprano estadounidense Amanda Majeski, que ha interpretado el papel de Marta en la Lyric Opera de Chicago y el especialista en repertorio del siglo XX, Leigh Melrose. La bien rodada producción de David Pountney facilitará, sin duda, al público madrileño, no sólo seguir, también zambullirse en tan conmovedora creación.
Asimismo, debe considerarse un acontecimiento el estreno en el Teatro Real de Il Pirata de Vincenzo Bellini, obra fundamental para la consolidación del melodrama romántico italiano. Cumbre del belcanto romántico y estrenada por cantantes legendarios, entre los que brilla con luz propia Giovanni Battista Rubini, que con el papel de Gualtiero apuntaló su leyenda y estableció la vocalidad del primo tenore romántico. Asumida la cuasi imposibilidad de conseguir hoy día un reparto que haga completa justicia a una escritura vocal tan exigente, hay que subrayar que el Teatro Real ha conseguido una buena distribución con la presencia de la soprano Sonya Yoncheva (veremos si su embarazo que culminará en Otoño le permite asumir el compromiso), voz de indudable calidad e intérprete siempre intensa, si bien con carencias técnicas ante la complicadísima escritura belliniana. El papel de Imogene bordea la vocalidad de soprano assoluto (tesitura onerosísima, muy exigente en los extremos, volumen respetable, dominio de la coloratura no sólo di grazia, sobre todo, di forza, sublime canto spianato, que se alterna con pasajes de canto agitato, acentos, intensidad dramática…) Junto a la soprano búlgara, el tenor mejicano Javier Camarena (triunfador los últimos años en el Teatro Real con La Fille du regiment, I Puritani, La Favorite y Lucia di Lammermoor) es la mejor opción actual en este repertorio. Con él se alternan en el papel de Gualtiero, dos tenores fiables y conocedores del terreno belcantista como son el canario Celso Albelo y el ruso Dmitry Korchak, demasiado liviano para el papel. Muchas más dudas producen la capacidad vocal, técnica e interpretativa de Yolanda Auyanet y Davinia Rodríguez ante un personaje de tan tremenda exigencia vocal y dramática como Imogene. Valientes (o quizás, temerarias) son sin duda. La presencia de Emilio Sagi avalará que no haya «sorpresas desagradables» en el apartado escénico, mientras la batuta de Maurizio Benini resulta toda una garantía.
Como continuación de la estética de Die Soldaten de Zimmermann -representada hace dos temporadas- puede considerarse la programación de Lear, ópera de Aribert Reinmann basada en la inmortal obra de Shakespeare estrenada en Munich en 1978. La interesante Simone Young empuñara la batuta, mientras que Calixto Bieito nos llena de zozobra en lo escénico, aunque mejor verle «desenvolverse» en este tipo de obras que no en el repertorio tradicional. Poco ilusionante la presencia del ya veterano y muy limitado vocalmente barítono danés Bo Skovhus en el papel protagonista, que en su día estrenó Dietrich Fischer-Dieskau. Más interés concita el regreso de Angeles Blancas al Teatro Real en el papel de Goneril, una de las tres hijas del Rey Lear. Más allá de la erosión vocal que pueda presentar, estamos ante una gran artista. Otra dos creaciones contemporáneas, Into the little hill de George Benjamin (obra de interés, aunque no alcance las calidades musico-dramáticas de Written on the skin, que con tanto éxito se presentó en el Teatro Real en 2016), que podrá verse en los Teatros del Canal y Three tales (Steve Reich) en las naves del matadero completan la oferta de ópera contemporánea en la próxima temporada del Teatro Real. El que firma estas líneas celebra particularmente la programación, por fin, de la ópera Iris de Pietro Mascagni, magnífica obra que se estrena en el Teatro Real. Si bien, un tanto por la puerta de atrás con apenas dos funciones en versión concierto. La grandeza de Cavalleria rusticana ha oscurecido otras magníficas óperas del compositor de Livorno, entre ellas esta Iris estrenada en 1898 por la que dos años después sería primera Tosca de Puccini, la soprano Hariclea Darclée junto al eximio tenor Fernando de Lucia. Previsiblemente, Ermonela Jaho intentará compensar una voz insuficiente por calibre y presencia sonora con fuertes dosis de histrionismo interpretativo. Poco interés despierta el resto del reparto bajo la batuta de Evelino Pidò, quien pasa por especialista belcantista y, sin embargo, he visto en vivo rendir mucho más dirigiendo partituras de la Giovane Scuola.
Dentro del más estricto repertorio abrirá temporada el monumental Don Carlo verdiano. Sorprende que se programe de nuevo cuando, precisamente, hoy día es tan difícil encontrar los seis cantantes de máximo nivel que necesita esta colosal partitura. Sin ir más lejos, una obra tan emblemática del genio de Busetto como Nabucco lleva inédita en Madrid desde tiempo inmemorial. El principal aliciente, además del previsible éxito de público en las 14 sesiones previstas, radica en que se representará la versión italiana en 5 actos, sin el ballet pero con el fundamental acto de Fontaineblau (versión de Modena 1886), que es, en mi opinión, la mejor de todas las versiones posibles. El reparto, sobre el papel, no produce especial entusiasmo. Muchas dudas acerca de cómo se desenvolverán Ainhoa Arteta, Maria Agresta y la joven Roberta Mantegna (reciente Amalia de I Masnadieri en Valencia) como Elisabetta de Valois, papel muy complicado en lo vocal (tesitura muy central y grave con puntuales y muy exigentes ascensos) y en lo interpretativo, ya que el drama interno por el que pasa el personaje nunca puede hacerle perder su esencial dignidad regia. De los tres tenores previstos, todos insuficientes en líneas generales, cabe destacar a Francesco Meli por la belleza tímbrica, italianità y arrojo genérico, frente al muy pobre técnicamente Andrea Carè y el resonante, pero más bien tosco y pedestre Alfred Kim. Entre las Eboli previstas, encontramos la solidez y buenos medios vocales de la consolidada Ekaterina Semenchuk, la impecable profesionalidad de Silvia Trò Santafé y la sensualidad escénica de Ketevan Kemoklidze. En uno de los grandes papeles de la historia del melodrama, un emblema de la cuerda de bajo, como es el Rey Felipe II cabe apreciar el buen material de Dmitry Belosselskiy (una de las mejores voces de bajo que circulan actualmente), otra cosa será, si en lo intepretativo podrá traducir todas las aristas y complejidad psicológica de este grandioso personaje. En ese terreno, seguramente, resultará más interesante el veterano Michele Pertusi, aunque ya acusa desgaste vocal. En el nobilísimo y generoso papel de Rodrigo de Posa, el onubense Juan Jesús Rodríguez regresa al Teatro Real en un papel en el que pudo exhibir la gran calidad de su instrumento en el Escorial hace tres años. Junto a él, dos italianos, el buen fraseador pero limitado técnicamente, Luca Salsi y Simone Piazzola, cantante siempre con mejores intenciones que resultados. Muy flojos los dos inquisidores
Aún siendo consciente de la «necesidad» de equilibrar novedades con obras de éxito garantizado, uno lamenta que se programe por enésima vez L’elisir d’amore cuando hay tantas magníficas creaciones de Gaetano Donizetti inéditas en el Teatro Real y ausentes de Madrid desde la noche de los tiempos. Elisir es una obra maestra, sin duda, pero es hora ya que otras joyas del catálogo del genio de Bergamo como Lucrezia Borgia, Anna Bolena o Maria Stuarda lleguen al Teatro Real. Tampoco estaría mal, que en la línea de Il pirata de Bellini, el Real apostara alguna vez por magníficas óperas donizettianas poco habituales como Maria di Rohan, Poliuto, Caterina Cornaro o Don Sebastian. En el elenco de este Elisir, que retornará al Real con la «playera» producción de Damiano Michieletto destaca la presencia de la norteamericana Brenda Rae, una de las jóvenes sopranos de coloratura punteras de la actualidad (en la próxima temporada tendremos a algunas de ellas, aunque se echa en falta, por ejemplo, a la española María José Moreno que se halla en un gran momento) y que Javier Camarena será Nemorino en una de las funciones previstas. Otra reposición será la del exitoso y cinematográfico montaje de Barry Kosky, que elimina los diálogos en alemán, para La Flauta mágica-Die Zauberflöte de Mozart, en la que el director titular del Teatro Ivor Bolton volverá a desenvolverse en mozartiano terreno afín. En el elenco brilla con luz propia la presencia en el papel de Reina de la Noche de la francesa Sabine Devielhe, además de cantante sensible y musical, una de las sopranos de coloratura más brillantes aparecidas en los últimos tiempos. Por fin, una soprano que sabe reproducir apropiadamente trinos, efectos eco, notas picadas limpias y precisas, además de emitir sobreagudos cristalinos.
El Anillo del Nibelungo continuará con su segundo capítulo (primera jornada después del prólogo), Die Walküre-La Valquiria, la más popular de toda la tetralogía y que contiene música de la más sublime surgida del estro wagneriano. Habrá que ver si la producción de Robert Carsen remonta algo el vuelo después de un discreto prólogo y cómo evoluciona la irregular batuta de Pablo Heras Casado. En el reparto vocal encontramos a una referencia en este repertorio como es la alemana Ricarda Merbeth, que ya pasa de Siglinda a Brunilda, y la welsunga de una Adrianne Pieczonka ya en curva descendente, pero siempre cantante de clase. Después de su gris Wotan en el prólogo, Greer Grimsley deja paso al rotundo, aunque basto, Tomasz Konieczny y al aplicado James Rutherford. Stuart Skelton en su mejor momento y un Christopher Ventris un tanto declinante, deberán ser dos Siegmund de garantías.
Finalmente, la inmortal Traviata de Verdi, obra maestra imperecedera y uno de esos títulos que simbolizan todo el genero operístico completará el calculado equilibrio de la próxima temporada con 19 funciones repartidas entre mayo y julio del año 2020. Entre las diversas distribuciones convocadas es obligada la mención a Nadine Sierra, que debuta en el Real, y Lisette Oropesa que regresa después de sus éxitos con Gilda y Lucia. Eso sí, en principio, las dos brillarán en el acto primero, más dudas despierta su rendimiento en los dos siguientes. Como Alfredo Germont, Michael Fabiano aportará material tenoril de calidad, además de arrojo y entrega, aunque no la clase y sutileza en el fraseo que pide el papel. Por su parte, Ivan Magrì garantiza bonito timbre e italianità; Mathew Polenzani, fiabilidad sin más y el jerezano Ismael Jordi, a despecho de una voz no especialmente agraciada, aportará inteligencia y fantasía en el fraseo, algo que escasea hoy día. El eterno Plácido Domingo rendirá su visita anual al Teatro Real con su Germont padre. Junto al mítico divo madrileño se harán cargo del papel, el templado barítono polaco Artur Ruczinski, así como Nicola Alaimo y Luis Cansino, ambos mejor en el aspecto caracterizador que en el canoro.
En esta ocasión y, en mi opinión, acertadamente, el campo de los conciertos líricos se reserva a indudables estrellas, pues por encima de los gustos de cada uno, no se puede dudar que Anna Netrebko es la gran diva actual de la lírica (comparecerá con su inevitable esposo Yusif Eyvazof, que, hay que subrayarlo, no desentona en el panorama tenoril actual), Joyce di Donato, igualmente, es una carismática cantante desde hace muchos años. Asimismo, Philippe Jaroussky es una estrella de la cuerda contratenoril, así como del repertorio barroco.
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