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Crítica: El Teatro de la Zarzuela programa 'La guerra de los gigantes' y 'El imposible mayor' para celebrar el tricentenario del fallecimiento de Sebastián Durón

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Autor: Raúl Chamorro Mena
22 de marzo de 2016

DURÓN TORRES-FACTO

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid. 18/III/2016. Teatro de la Zarzuela. La guerra de los gigantes (Sebastián Durón). Cristina Alunno (La Fama/Palante), Mercedes Arcuri (El Silencio/Júpiter), Giuseppina Bridelli (El Tiempo/Minerva), Mariana Flores (La Inmortalidad/Hércules), Lucía Martín-Cartón (Novia), Javier Galán (Novio). El imposible mayor en amor le vence Amor (atribuida a Sebastián Durón por Antonio Martín Moreno y a José de Torres por Raúl Angulo Díaz). Vivica Genaux (Júpiter), María José Moreno (Juno), Beatriz Diaz (Amor), Lucía Martín-Cartón (Siringa), Javier Galán (Selvajio). Cappella Mediterranea. Director musical: Leonardo García Alarcón. Director de escena: Gustavo Tambascio.

   El tricentenario del fallecimiento del compositor y organista Sebastián Durón es el pretexto adecuado para el muy loable propósito del Teatro de la Zarzuela, acentuado los últimos años, de recuperar el repertorio menos conocido y representado de nuestro patrimonio musical, entre el que se encuentra, desde luego, el Barroco español.

   Durante las últimas fechas se ha mantenido una polémica sobre la autoría de la segunda de las obras previstas en este programa doble, El imposible mayor en amor le vence Amor, la cual viene avivada en el estupendo artículo incluido en el propio libreto-programa editado por el teatro para estas funciones. Efectivamente, José Máximo Leza afirma, que diversas circunstancias, refuerzan la tesis de que José de Torres puediera ser el autor de la referida partitura, tesis defendida por el musicólogo Raúl Angulo Díaz tal y como puede leerse en el riguroso y documentadísimo artículo publicado en Codalario.

   Como mero oyente avezado y lejos de ser un estudioso y menos un experto en el tema, ni en este período compositivo, como lo son, sin duda, los Sres. Leza y Angulo, me parece plausible pensar que ambas obras son de autor distinto y todo ello, más allá de las diferencias de planteamiento inicial de una y otra. La guerra de los gigantes tiene como destinataria la nobleza, se trata de un encargo de una importante familia aristocrática, mientras El imposible mayor en amor le vence Amor es una composición destinada a ser representada al público en general. Ésta es una zarzuela, mientras la primera contiene, al parecer, por primera vez en la música española la palabra “Ópera” y resulta una obra más concisa, de una fuerza teatral más inmediata, mientras la segunda contiene una orquestación más refinada y elaborada, aunque quizás la escritura vocal sea más plana, además de contener unos abundantes y reterativos diálogos que se hacen algo pesados y excesivamente largos para el público de hoy y eso que, al parecer, estaban muy recortados. A lo que hay que añadir un largo intermedio de 45 minutos, que prolongó la desmesurada sesión hasta prácticamente la medianoche, lo que conllevó algunas deserciones de público durante la segunda parte.

   Gustavo Tambascio opta por dos maneras contrapuestas de exponer estas composiciones barrocas. En La guerra de los gigantes traslada la acción, como sucede tantas veces en los montajes actuales, al siglo XX, concretamente entre 1959 y 1960, en la que el Olimpo es una gran empresa dirigida sólo por mujeres, los Dioses del Olimpo, mientras los gigantes son los obreros, relacionando el asunto con la lucha de clases. En El imposible mayor en amor le vence Amor opta por un montaje lo más fiel posible a sus orígenes y las maneras propias de su época. Así podemos ver papeles pintados, decorados de interiores con sentido de la perspectiva (fabuloso el palacio), trampantojos, vestuario exuberante, las danzas, retórica propia de la época (quizás “excesiva” –siempre desde la perspectiva actual- en el elenco actoral), “prodigios” escénicos como naufragios, nubes que se abren… Indudable en ambas propuestas la belleza estética, el gran trabajo de dirección escénica con los artistas y la atención al detalle en un planteamiento tan bien pensado y concebido, como seriamente ejecutado.

   Leonardo García Alarcón imprimió pulso y tensión a su dirección frente a la Cappella Mediterránea, una buena agrupación especialista, pero faltó algo de elegancia, transparencia y finura a su labor, así como tener en cuenta las voces, en su mayoría muy modestas, que se subieron al escenario. Irreprochable la intervención del coro, reducido en esta ocasión, del Teatro de la Zarzuela.

   Efectivamente, en La guerra de los gigantes Cristina Alumno confirió patetismo a su Palante, pero resultó prácticamente inaudible con una emisión totalmente encajada en la gola. Escasa también la expansión tímbrica de Mercedes Arcuri, nada cómoda en un papel demasiado grave y central para ella. Muy desabrida y pródiga en sonidos fijos Giuseppina Bridelli en su Minerva. Mariana Flores, como Hércules, mostró algo más de presencia sonora, además de desenvoltura en escena, pero habrá de pulir su linea canora. Mejor el nivel vocal en el segundo título de la velada empezando por el lujo de María José Moreno como Juno. Además de exhibir, con diferencia, el material de mayor proyección, propio de una carrera operística de muchos años y de quien ha triunfado hace apenas unos meses en un teatro tan grande como el Liceo de Barcelona en un papel tan emblemático como Lucia di Lammermoor, aprovechó su breve papel para lucir su innata musicalidad y fraseo siempre cuidado y refinado, alcanzando el mejor momento de la noche en la bellísima aria “¡Quién quisiere este tesoro!”. Vivica Genaux es una cantante de indiscutible prestigio en el repertorio barroco y a pesar de su emisión retrasada y su limitadísimo volumen, hay que reconocer su intento de resultar elocuente y comunicativa en sus intervenciones, así como su esfuerzo por interpertar en castellano un papel largo con abundantes recitativos y diálogos. Musical y siempre resuelta en escena, Beatriz Díaz como Amor, aunque la falta de agilidad penaliza mucho en este repertorio. Una mención a Javier Galán y la joven vallisoletana Lucía Martín-Cartón, impecables ambos en su intervención en ambas obras.

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