El director de orquesta español Ramón Tebar dirige la ópera Los pescadores de perlas de Bizet en el Teatro Colón de Buenos Aires
De Perlas
Por Ernesto Castagnino
Buenos Aires, 27-X-2022, Teatro Colón. Los pescadores de perlas, ópera en tres actos de Georges Bizet. Nueva producción del Teatro Colón en coproducción con el Teatro Wielki de Polonia. Dirección musical: Ramón Tebar. Dirección escénica: Michal Znaniecki. Escenografía: Luigi Scoglio. Vestuario: Mini Zuccheri. Iluminación: José Luis Fiorruccio. Video: Karolina Jacewicz. Coreografía: Diana Theocharidis. Elenco: Hasmik Torosyan (Leïla), Dmitry Korchak (Nadir), Gustavo Feulien (Zurga), Fernando Radó (Nourabad). Orquesta y Coro Estables del Teatro Colón. Director de coro: Miguel Martínez.
George Bizet utilizó con frecuencia el recurso de ubicar sus dramas musicales en tierras lejanas y –al ojo francés- llenas de misterios: Rusia (Ivan IV), Escocia (La jolie fille de Perth), Egipto (Djamileh) y España (Carmen). Tal fue el caso de Les pêcheurs de perles, situada en las costas de Ceilán (hoy Sri Lanka), al sur de la India. El entorno ofrece al músico múltiples posibilidades para una ambientación de colores orquestales exóticos con la cual acompañar vistosos números de ballet y grandes escenas corales invocando a dioses remotos. Estrenada en 1863 en el Théatre Lyrique de París, con mejor recepción en el público que en la crítica, la ópera quedó posteriormente relegada por el protagonismo casi absoluto que adquirió Carmen, la última ópera de Bizet.
La trama, simple en su esencia, tiene un tratamiento un tanto enmarañado que requiere de la astucia y creatividad del director escénico para reforzar los momentos dramáticos claves que hacen avanzar la trama. Dos amigos, Zurga y Nadir, vuelven a encontrarse tras un tiempo y recuerdan el juramento que hicieron de renunciar a una mujer de la cual ambos estaban enamorados, para preservar el vínculo de amistad. Se descubre luego que uno de ellos, Nadir, no cumplió del todo el juramento ya que se dedicó a seguir los pasos de aquella mujer –una sacerdotisa que prestó juramento de castidad- que, a la sazón, acaba de llegar al pueblo. El sumo sacerdote descubre a los amantes en pleno abrazo y la multitud enfurecida se dispone a dar muerte a los transgresores. Intercede por ellos Zurga, pero al descubrir que la mujer es aquella a la que ambos juraron renunciar, renueva su furia y condena a muerte a la pareja. Sin embargo, cuando está a punto de cumplirse la sentencia la culpa lleva a Zurga a incendiar la aldea para facilitar la huida de los amantes y muere salvando a su amigo.
El director polaco Michal Znaniecki tiene un fuerte vínculo con Argentina, donde ha realizado las puestas de Eugene Onegin (2011), Hagith de Szymanowski (2012), Il prigioniero y Volo di notte de Dallapiccola (2016). Su abordaje del drama bizetiano fue audaz, aunque no siempre logró sostener la atención. El régisseur situó la acción en un mundo postapocalíptico al estilo Mad Max en el que el fanatismo religioso, que recorre la obra, cobró una interesante resignificación. Pero hasta ahí llegó el interés. A pesar de la cantidad de recursos superpuestos -proyecciones, ballet, agua en escena y hasta acrobacia aérea- la lectura de Znaniecki se mantuvo en la corrección, pero no alcanzó a vigorizar los puntos ciegos de un libreto no del todo logrado.
El rol de Leïla requiere de una soprano lírica con fácil acceso al agudo y Hasmik Torosyan cumplió con los requisitos. Un timbre agradable y suficiente agilidad en el registro agudo le permitieron a la soprano armenia –en una actuación que fue de menos a más- crear un interesante retrato de la sacerdotisa que se debate entre el amor terrenal y el amor sagrado. Dmitry Korchak tuvo a su cargo el rol de Nadir, que posee una de las arias más desafiantes para la cuerda de tenor: «Je crois entendre encore». El cantante ruso administró los pianissimi y falsetes con gran habilidad y delicadeza mostrando un notable dominio técnico de su instrumento. Anunciado originalmente en el rol de Zurga estaba Fabián Veloz, que se bajó del proyecto. Ocupando ese lugar, el barítono argentino Gustavo Feulien, cumplió vocal e interpretativamente para completar el último vértice del triángulo amoroso. Destacada intervención de Fernando Radó, con una voz de bajo de importante proyección, en el rol de Nourabad, el sumo sacerdote.
Ramón Tebar tuvo a su cargo la concertación con resultados excelentes. El director español mostró una gran sensibilidad y atención al detalle en una partitura no carente de complejidades. Una buena comunicación entre el foso y el escenario hizo de las escenas de conjunto momentos dramáticamente relevantes y no un mero pasaje entre un número solista y el siguiente. La riqueza tímbrica de la orquesta bizetiana permite el lucimiento de algunos instrumentos en pasajes solistas como la bella introducción del oboe al aria del tenor. La Orquesta y el Coro Estables del Teatro Colón estuvieron a la altura de este verdadero «rescate» de una ópera ausente durante demasiado tiempo del escenario del principal teatro lírico argentino, si bien cabe mencionar las producciones de 1992 por el Teatro Argentino de La Plata (primera representación en idioma original ya que en la producción de 1913 del Teatro Colón se cantó en italiano) y la de 2011 por la compañía privada Juventus Lyrica.
Fotos: Máximo Parpagnoli
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