Por José Antonio Cantón
Granada, 10-IV-2021. Auditorio Manuel de Falla. Orquesta Ciudad de Granada. Solista: Iván Martín (piano). Dirección: Tabita Berglund. Obras de Beethoven y Chopin.
Con el epígrafe «Invención y Originalidad» se ha presentado la directora noruega Tabita Berglund al frente de la Orquesta Ciudad de Granada junto al pianista canario Iván Martín en el primero de los conciertos de su ciclo de primavera con un programa atractivo por lo tradicional y siempre más que interesante para clarificar las cualidades musicales de los dos protagonistas tanto en concertación como en la asunción misma de la música como muy particular lenguaje de comunicación y vehículo de sentimientos.
Para apreciar el primer aspecto, ofrecieron el Segundo concierto para piano y orquesta en fa menor, op. 21 de Federico Chopin en el que, salvo en la introducción orquestal, quedó claro que la directora dejaba la iniciativa al solista por imperativo de la estructura de la obra, que sitúa a la orquesta en un segundo plano ante el irresistible virtuosismo al que está llamado el pianista. Éste entró en la materia chopiniana esforzándose por encontrar la coordinación del brazo con la independencia necesaria de los dedos, secreto fundamental para acceder con la solvencia necesaria al pianismo del polaco, basado en el mantenimiento constante de la cinética del punto de apoyo de cada mano, del que tiene que partir la técnica de ataque, imprescindible en la articulada ornamentación que exige Chopin, del que es un ejemplo palmario su particular sentido del rubato, bastante diluido en este intérprete. Iván Martín se sintió cómodo en el segundo tema del Maestoso inicial dándole una impronta sensible a su impulso, que pudo en algún momento afectar a la limpieza pertinente.
Fue en el Larghetto donde quedó mejor reflejada su personalidad musical muy adecuada para recitar y para destacar con pasión sobre el vibrante trémolo de la orquesta perfectamente reafirmado por los bajos, que en esta particular sección de cuerda empezó a manifestarse como la más brillante del concierto, teniendo su confirmación posteriormente en la obra de Beethoven. Ya en el Allegro vivace final el solista apuntó cierto grado de gentileza expositiva pese a la velocidad de este movimiento en el que Chopin precipita el final de la obra con más nervio que emoción. Tres salidas a corresponder a los aplausos fueron necesarias para que Iván Martín ofreciera un relajante octavo preludio del Libro primero de Claude Debussy que lleva por título La fille aux cheveux de lin que, desde un cadencioso planteamiento, descubría la ensimismada emocionalidad de este pianista haciendo música.
La única ocasión que tuve el inmenso gozo de disfrutar de la batuta de Carlos Kleiber fue con una Séptima sinfonía de Beethoven absolutamente apasionante en el Palau de la Música de Valencia dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera de Múnich allá por el mes de febrero del penúltimo año del siglo pasado. Aquella inolvidable experiencia de escucha sigue aún condicionando con intensidad mi sucesiva receptividad de la obra. Partiendo de aquel hecho, con el mayor respeto y sin ánimo de la más mínima comparación, me adentro en algunas consideraciones sobre la excesivamente energizada y hasta desbordante conducción que ha realizado de esta obra Tabita Berglund.
Después del ritmo moderado aplicado a la introducción del primer movimiento, se desencadenó el nervio atlético que caracterizó toda su actuación, manifiesta en una intensa vorágine de sentimientos y emociones sólo apaciguadas por una lectura de serena densidad del Allegretto subsiguiente, donde se pudieron apreciar mejor las dotes discursivas de esta directora al no tener necesidad de estar constantemente en los límites de su desbocada gestualidad. Ésta se disparó en el rápido Scherzo que ocupa el tercer movimiento de la sinfonía, empezando a afectar al que debe ser un calculado nivel expresivo en ritmo y dinámica, perdiéndose así ese carácter juguetón que destila el mensaje que quiere transmitir el compositor en este movimiento. Finalmente, el torbellino danzante que contiene el brioso último movimiento quedó reflejado en la figura de Tabita Berglund como una desenfrenada apoteosis, rompiendo lo que de haberse indicado con reflexionada y ponderada intensidad, como requiere la grandeza de esta música, hubiera mejorado al conjunto de esta interpretación, que transitó siempre por los límites de la estridencia dinámica y la exageración expresiva.
Foto: Orquesta Ciudad de Granada
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