El bajo barcelonés Stefano Palatchi interpreta el papel de Ferrando en "Il Trovatore" de Verdi que, desde el pasado 8 de octubre, se puede ver en el Teatro Campoamor como segundo título de la actual temporada de ópera de Oviedo.
- ¿Cuántas felicitaciones está recibiendo por sus 25 años de carrera?
- Lo cierto es que, tanto diversos medios de comunicación como mis propios conocidos se han acordado de mi trayectoria, que dio comienzo en el Teatro del Liceo de Barcelona, donde interpreté un pequeño papel en la ópera "Lohengrin", de Wagner. Aquella función me permitió cantar junto a varios grandes de la lírica como Pilar Lorengar y Sigfried Jerusalem
- También tiene una larga trayectoria en Asturias
- Se puede decir que Oviedo supuso mi salida del cascarón. Mi debut en el Teatro Campoamor se produjo en 1987, con una producción de la ópera "Marina" de Arrieta, en la que canté junto al gran Alfredo Kraus. Recuerdo muy bien la función, porque había sido televisada para toda España.
- Usted trabajó mucho con Kraus. ¿Tendrá muchas anécdotas que contar?
- Precisamente, en aquella función del Campoamor, el propio Kraus solicitó que se construyera en el teatro una concha de apuntador. Desgraciadamente, la figura del apuntador ha desaparecido de la práctica totalidad de los teatros de hoy en día, siendo como es, muy necesaria para los cantantes. También están los actuales directores de escena. A la mayoría les parece que una concha de apuntador es un elemento antiestético que puede perjudicar su trabajo. Kraus era un artista de los de antes, y era consciente de esta necesidad, así que solicitó que se hiciera la concha y que se trajera un apuntador, cosas que, por supuesto, se hicieron.
- ¿Falla tanto la memoria sobre el escenario?
- Sí. Es un problema del que no se escapan muchos de los grandes nombres de la lírica mundial. Cuando falla la memoria sobre el escenario, hay que salir del paso como se pueda. De cualquier forma, el público casi nunca se entera. Recuerdo una "Semiramide" de Rossini, una ópera que no es de mi repertorio habitual, en la que la memoria me estaba jugando una mala pasada. Mi personaje tenía que llevar un báculo, cosa muy frecuente en los roles que normalmente tengo que interpretar, así que salí al escenario con una chuleta pegada a él.
- ¿Y los nervios?
- Siempre hay nervios. Cuanto más grande es un cantante, cuanto más arriba está, más se pone nervioso. Lo importante es saber cómo controlarlos. Personalmente, siempre voy con dos o tres horas de antelación al teatro. Aprovecho para hacerme con el personaje o arreglar aspectos del vestuario o maquillaje. El otro día averigüé que Raphael, el conocido cantante, iba al teatro nada menos que 7 horas antes.
- Ya sabe lo que dicen del tabaco y los bajos, que es bueno fumar para la voz
- Es no es cierto. Es sólo un mito más de los muchos que hay en el mundo de la lírica. Yo fumo muy poco, como mucho, dos o tres cigarrillos al día. Tengo ese pequeño vicio. Conozco a muchos compañeros que fuman como auténticos carreteros, lo que es muy malo, para la salud y para la voz. Ahora que, sienta tan bien el sabor de un cigarrillo después de una comida. Sobre todo en Asturias, donde se come tan bien. Desde que llegué a Oviedo me estoy poniendo las botas porque, además, me considero una persona de sidrería, de los que aprecian la buena comida, pero cocinada con sencillez. Adoro la comida tradicional, sin engaños ni florituras, pero con fundamento.
- ¿Y qué es lo fundamental en el mundo del canto?
- Prepararse bien. Trabajar los papeles con profundidad. También es fundamental ser profesional con los horarios, con el trato con los directores y, por supuesto, con los medios de comunicación. En cuestiones técnicas, se puede decir que sólo existe una "técnica", pero después hay muchas maneras de darle salida, dependiendo de la persona que la aplique.
- ¿Kraus es el artista con el que ha trabajado que más le ha impresionado?
- Alfredo Kraus ha sido uno de los grandes, pero me ha impresionado más Plácido Domingo: por su poder de comunicación, capacidad de trabajo y su talento dramático. Es un gran artista.
- ¿De qué personaje se siente más orgulloso?
- Del Felipe II que canté en 1998, en la ópera "Don Carlo" de Verdi. También creo haber interpretado bien el papel de Fiesco, en el "Simón Boccanegra". Como ve, siempre en personajes de bajo verdiano.
- ¿No le queda algo agudo el papel de Ferrando?
- No. Ferrando requiere una voz noble, de una cierta flexibilidad, sobre todo en el "racconto" que interpreta al principio de la ópera. "Il Trovatore" es la primera ópera de Verdi que, tras su etapa belcantista, empieza a ocuparse de acentuar el valor dramático de la palabra. Creo que defiendo bien el papel, que ya canté a principios de los 90 en el propio Campoamor, junto a Sherrill Milnes, en una función en la que, por cierto, el público protestó bastante su actuación.
- ¿Qué es lo mejor y peor del mundo de la lírica?
- Entre lo mejor está el viajar a tantos lugares, teniendo la oportunidad de conocerlos, ya que, debido a los ensayos, tenemos que estar mucho tiempo en un mismo sitio. También está el conocer a gente nueva. Lo que peor se lleva es la soledad. Es nuestro mayor enemigo. En ocasiones todavía existe lo que se conoce como la tiranía del director. No es algo que suceda con directores como Gilbert Deflo, que mantiene una postura abierta y comprensiva con nuestro trabajo, pero en muchos casos hay excesivo protagonismo de los directores de escena, en detrimento de lo más importante.
- ¿Y qué es lo más importante en la ópera?
- Lo más importante es la música y, después, el texto. Por último está la escena. El problema es que, últimamente, nos encontramos con que hay determinados renovadores del género que realizan trabajos escénicos muy modernos que, aunque no tengan mucho que ver con la obra, parece que ayudan a popularizarla. Esta es una de las justificaciones que se ponen sobre la mesa. Por desgracia, a veces se pone la dirección escénica en manos de gente que no conoce el mundo de la ópera, cosa que no ocurre en nuestro caso, ya que Deflo es un director de amplia trayectoria dentro del género.
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