Crítica del recital de la soprano Sondra Radvanovsky en el Festival Internacional de Verano de El Escorial
Imponente como el Monasterio
Por Raúl Chamorro Mena
San Lorenzo de El Escorial, 18-VII-2023. Festival Internacional de verano. Recital Sondra Radvanovsky, “From loss to love”. Anthony Manoli, piano. Obras de Henry Purcell, Georg Friedrich Händel, Sergey Rachmaninov, Richard Strauss, Franz Lizst, Jake Heggie, Umberto Giordano, Giuseppe Verdi, Francesco Cilea y Harold Arlen.
El Festival Internacional de verano de El Escorial comenzó brillantemente su andadura en 2006 con un espléndido concierto verdiano protagonizado por Riccardo Muti al frente de las huestes del Maggio Musicale Fiorentino. Se llegó a hablar del «Salzburgo de Madrid», pero lo cierto es que el nivel fue bajando paulatinamente en cada edición hasta llegar a la actualidad en la que han desaparecido las representaciones de ópera y la presencia lírica se reduce, prácticamente, a recitales. Eso sí, al menos el evento, que se celebra a unos pasos del imponente Monasterio, se mantiene y las citas de este año han contado con dos nombres tan brillantes de la lírica actual, como el tenor Juan Diego Flórez y la soprano Sondra Radvanovsky.
«Desde la pérdida al amor» llevaba por título el recital ofrecido por la cantante de Illinois, con lo que el mismo adquiría una unidad argumental. La soprano, con un halo de acrecentada madurez, se dirigió numerosas veces -demasiadas- al público con esa mezcla de entusiasmo y tono naïf tan propio de los estadounidenses. La pérdida de su madre, el divorcio y el encuentro de un nuevo amor constituyen los jalones de ese viaje suyo del quebranto a la esperanza, tal y como explicó la propia artista.
Sondra Radvanovsky mostró la calidad de su voz de soprano lírica con cuerpo de gran potencia y amplio volumen, que avalan sus posibilidades spinto. El timbre no puede presumir de belleza y el vibrato está presente, pero no como problema técnico o decadencia, como en tantas voces, si no como una cualidad, no molesta en este caso, de su material vocal y del que pueden encontrarse muchos casos en magníficas sopranos de la historia de la lírica. El control de la soprano sobre el instrumento sigue resultando impactante con esa capacidad para recoger su gran caudal y emitir filados y smorzature de gran factura.
Comenzó el recital con dos piezas barrocas, «El lamento de Dido» de Dido and Aeneas de Henry Purcell, en el que ofreció canto recogido y expresión contenida. A continuación, la bellísima aria de Cleopatra «Piangerò la sorte mia» de la handeliana Giulio Cesare in Egitto, en la que podrá discutirse el estilo, pero no el legato, la aplicada agilidad y las bellas notas filadas.
Las anunciadas melodies de Henri Duparc no se interpretaron «para no hacernos dormir» según manifestó la Radvanovsky, pues, al parecer, ese efecto causaron en el público del Carnegie Hall neoyorkino en un recital previo similar a éste.
Las tres canciones de Rachmaninov, Op. 4, nº 4, Op. 21, nº 7 y Op. 14, nº 1 permitieron ya el despliegue vocal y un avance en la intensidad dramática por parte de la Radvanovsky, que en impecable comunión con el buen pianista Anthony Manoli, firmó un magnífico pasaje de entrega, expresividad y notable factura músico-dramática, que fue premiado con las ovaciones del público en cada canción. Estas piezas fueron dedicadas por la soprano a su padre y al desaparecido barítono Dmitri Hvorostovsky que, al parecer, la animó a interpretarlas.
Por segunda vez, según manifestó la protagonista del evento, la soprano estadounidense afrontaba páginas de Richard Strauss. Espléndidas las cuatro elegidas, que contaron con apropiado acompañamiento del teclado de Manoli. Una tan serena como evocadora “Allerseelen -día de difuntos”, dio pasó a una muy intensa, con ascensos plenos y timbrados, «Befreit -liberada». La sublime «Morgen», a la que le faltó algo de vuelo y capacidad para «parar el tiempo» y una festiva «Heimliche Aufforderung-La invitación secreta» plena de entusiasmo, pusieron punto final a la primera parte del recital.
El segundo capítulo comenzó con I Tre sonneti di Petrarca de Franz Lizst, en los que la Radvanovsky lució su generosidad vocal y acentos vibrantes, si bien se echó en falta una dicción menos borrosa del italiano, sobre el aquilatado sonido e impecable acompañamiento de Anthony Manoli.
La Radvanovsky manifestó que su madre enfermó de demencia antes de fallecer y dedicó la siguiente pieza a las víctimas de este mal. Se trata de If I Had known compuesta para ella por el compositor compatriota Jake Heggie (1961) sobre texto de la propia soprano. Muy emotiva la interpretación con clímax en la conmovedora frase «If I had Known, Your final words would be: I miss you my daughter».
En marzo de 2018, la Radvanovsky encarnó en el Liceo de Barcelona a Maddalena de Coigny en un rutilante Andrea Chénier junto a Jonas Kauffmann y Carlos Álvarez. Como recuerdo de ello, por parte de quienes tuvimos la oportunidad de presenciarlo, la soprano de Illinois interpretó como última pieza del programa oficial el aria «La mamma morta» de la referida ópera de Umberto Giordano. Entrega sincera, progresión dramática y un soberano agudo en el clímax, de gran plenitud tímbrica, sellaron una interpretación acogida con una gran ovación por el público del Auditorio Escurialense.
El capítulo de propinas continuó con el repertorio operístico, el más abordado por la soprano hasta el momento y donde su material y acentos se mueven como pez en el agua.
En primer lugar, dedicada -con acierto y oportunidad- a la eximia soprano Renata Scotto, que acaba de fallecer, la Radvanovsky atacó «Io son l’umile ancella», el aria de salida de Adriana Lecouvreur, que culminó con dos suntuosos reguladores. Uno de piano a forte con un rinforzando de gran impacto y, después, la nota conclusiva «Morrò», de forte a piano, hasta dejar un hilo de voz.
La Forza del destino de Verdi será una de las óperas que debutará la Radvanovsky próximamente en Londres. Una monumental messa di voce -piano, forte, piano- introdujo el aria de Leonora «Pace, pace mio Dio» que, desde luego anticipó, una felicísima asunción de este papel. Expresión dramática, vibración interna -tan verdiana-, capacidad para reducir la intensidad del sonido y un Si bemol agudo como una casa mantenido varios compases provocaron el delirio del público.
Para finalizar, Somewhere over the rainbow, que inmortalizó Judy Garland, bella canción compuesta por Harold Arlen para el gran clásico cinematográfico El Mago de Oz.
Gran éxito del recital, con ovaciones y vítores de un público en el que se encontraban muchos aficionados habituales madrileños e incluso algunos Liceístas, pues Sondra Radvanovsky es una soprano muy querida en Barcelona.
Foto: Andrew Eccles
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