La primera vez que leí el libro de Memorias de Sir Georg Solti me llamó poderosamente la atención la sinceridad con que está escrito. La franqueza no es una cualidad fácil de encontrar aunque hablemos de alguien ya consagrado. Lo habitual, cuando se trata de artistas, sean o no famosos, es que sus declaraciones y escritos estén directamente relacionados con sus intereses o que simplemente se sitúen en el orden de lo políticamente correcto, concepto aburrido y horroroso que habría que desechar de nuestro vocabulario por falso y vulgar. Es tan frecuente leer entrevistas, comentarios e incluso artículos de opinión de artistas adulando interesadamente a la entidad que les contrata o las cualidades de un director artístico o musical que cuenta con ellos. Independientemente de la subjetividad con que siempre están escritas las biografías de grandes artistas, la de Georg Solti destaca entre todas ellas por su estilo directo y sincero; tanto que incluso llega a resultar crudo en algunas ocasiones, como cuando habla del fallecimiento de su primera esposa o de su proceso de separación.
Es verdad que en 1997, año en que termina de escribir el libro y en el que fallece, su situación profesional era incostestable y poco o nada tenía que perder. Pero el poder solo da libertad a quienes son libres por naturaleza. Solti no tenía necesidad de relatar ciertas circunstancias respecto a sus compañeros de profesión, pero lo hizo. Algunos pasajes del libro resultan fascinantes por ello y se dejan leer una y otra vez, gracias a un estilo pragmático y sencillo, nutrido de datos y gran conocimiento de causa.
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