La Voz de Asturias (Lunes, 11/04/11)
Lugar: Auditorio de Oviedo; Fecha: 9 de abril de 2011; Ciclo: Jornadas de Piano "Luis G. Iberni"
CON CLASE MAGISTRAL
Sokolov pasará a la historia como uno de los pianistas de mayor talento que nunca han existido. La gira que le está llevando por ciudades como Bilbao, Oviedo y Madrid, se recordará como un referente histórico por su inigualable nivel artístico. Grigory Sokolov volvió a las Jornadas de Piano "Luis G. Iberni" para ofrecer una velada de un nivel pianístico descomunal. Resulta fascinante observar el grado de sabiduría técnica y cuidado expresivo de este artista único que, junto a Zimerman y Radu Lupu y, quizás, Volodos, Pollini, Freire, Kissin, Argerich y Barenboim, conforman un conjunto de pianistas realmente divino. En un contexto musical en el que sobra mediocridad y rapidez, la figura de Sokolov parece un espejismo, como si no fuera posible que tanto talento sobreviva a una época en la que, sorprendentemente, también se llama música a lo que hace Lady Gaga. El pianismo de Sokolov está fuertemente vinculado con la tradición de los más grandes intérpretes: Richter, Horowitz, Rubinstein, Gould o Arrau; por el sentido trascendente de su manera tocar y por la búsqueda constante de la perfección técnica y especificidad sonora. Junto a ellos, Sokolov se alza como un auténtico mito viviente, capaz de sorprender a sus 61 años con un recital de recitales, con un programa dificilísimo, tocado como nunca hemos visto hacerlo en directo a un pianista. Afortunadamente, en Oviedo ya estamos acostumbrados a su calidad, e incluso a su generosidad con las propinas, que suelen convertir el final de sus recitales en un verdadero homenaje para los aficionados, muchos de los cuales llegaron a escuchar las últimas piezas de pie, incluso agolpados en las puertas de salida. "Me gusta tocar el piano y si el público lo pide....", fue la explicación que dio tras uno de sus conciertos en el Palau de Barcelona. En Oviedo, el espectáculo se vio algo deslucido cuando buena parte del público, que se supone que ha pagado una entrada para ver al pianista, decidió dejar el recinto antes de que terminase de tocar, mostrando una actitud muy irrespetuosa. Y en este mundo en el que las apariencias parecen haber sustituido al verdadero buen gusto, Sokolov puso de manifiesto sus magistrales virtudes aparentemente encontradas: su desbordante pasión, controlada por el equilibrio más refinado; su frialdad escénica, rebasada por su calidez sonora y generosidad; y su lacónica apariencia gestual pero fulgurante magisterio técnico. En el programa, Bach y Schumann, interpretados con una paleta de matices que, en sus dedos, parecieron infinitos.
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