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CRÍTICA: CONCIERTO DE PRESENTACIÓN DE LA ORQUESTA SINFÓNICA GOYA EN ZARAGOZA. Por Alejandro Martínez

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Autor: Alejandro Martínez
9 de abril de 2013
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 JÓVENES SOBRADAMENTE PREPARADOS

Orquesta Sinfónica Goya. Dir. Juan Vicente Pardo. 06/04/13, Auditorio de Zaragoza


      El pasado sábado se presentaba en sociedad la Orquesta Sinfónica Goya (orquestagoya.wix.com), formación recién constituida en Aragón, sumándose así a otras iniciativas recientes, de las que ya dimos cuenta, como la Orquesta Reino de Aragón o la Orquesta de las Esquinas, cada una con vocaciones y orígenes musicales distintos y, confiamos, complementarios, en un mapa musical, el aragonés, donde la ausencia de una orquesta de la comunidad abre la puerta a la iniciativa particular como única vía para que los profesionales formados en Aragón reviertan aquí mismo sus resultados.
      Para este primer encuentro, que continuó el domingo 7 en el Teatro Olimpia de Huesca, la orquesta propuso un programa nutrido de obras bien conocidas, en un recorrido por el romanticismo musical del siglo XIX, plagado de influencias melódicas del folclore local. Quizá la obertura de La forza del destino, con la que dio inicio el concierto, fuera la única pieza que se salía de este hilo temático, en el que encajaban perfectamente tanto el Capricho español de Rimsky-Korsakov como las Danzas polovtsianas de El príncipe Igor, pasando por la Sinfonía n. 8 de Dvorák.
      La orquesta presentó un sonido digno y profesional en todo momento. Ya en la citada obertura de La Forza de Verdi destacó la firmeza en la emisión de los metales, algo que sería constante a lo largo del concierto, salvo algún leve titubeo en las trompas. A cambio, la cuerda se mostró menos resuelta y empastada en esta primera pieza, si bien se entonó progresivamente a partir de la partitura de Rimsky Korsakov con la que continuó la velada. La recreación del Capricho español discurrió con leves irregularidades, y con un planteamiento algo alborotado en sus inicios, pero con sobrada solvencia en las no pocas intervenciones solistas que demanda (violín, maderas, arpa, etc.). Lo mismo cabe decir de las Danzas polovtsianas de El príncipe Igor de Borodin, donde se echó de menos una exposición más firme en el fraseo, más teatral en su recreación desde el podio, pero donde la cuerda presentó ya una ejecución más firme, con más cuerpo en el sonido, entonada ya tras su algo destemplado inicio con la partitura verdiana.

      La Octava Sinfonía de Dvorák era, sin duda, la partitura más compleja y madura a la que se enfrentaba la orquesta en su estreno. Y eso permitió valorar en conjunto su desempeño como una labor notable, quizá lastrada por la elección de algunos tiempos y por la ausencia de un fraseo más convincente. A pesar de ello, durante esta Octava se ofrecieron seguramente los mejores momentos del estreno de la Sinfónica Goya. En concreto, durante algunos pasajes del Adagio y durante el cierre del Allegro final, gracias a unas cuerdas ya perfectamente empastadas y a un adecuado balance entre secciones, contando de nuevo con la solvencia de los metales. Seguramente fuera también la pieza más ensayada y preparada de este primer encuentro de la orquesta, y no en vano se percibió un sonido más hecho y maduro que en la primera parte. A modo de propina, el concierto se cerró con la Farandole de la segunda suite de L´Arlesiana de Bizet, pieza infrecuente y bienvenida como cierre, sobre todo si se interpreta con semejante solvencia.
      La batuta de José Vicente Pardo destacó por la claridad de su exposición, si bien de tintes un tanto académicos, pero echamos de menos una mayor variedad en las dinámicas, más imaginación en los tiempos y un fraseo más incisivo. En general, fue el suyo un desempeño competente pero algo falto de personalidad.
      Las sensaciones generales, tras este primer concierto de la Orquesta Sinfónica Goya, son positivas. No cabe sino felicitar a los integrantes del proyecto por su iniciativa y por la solvente suma de juventud y profesionalidad de los instrumentistas. La orquesta, es cierto, presentó los lógicos desajustes e irregularidades de un estreno, pero cabe suponer que ganará entidad y firmeza conforme madure y continúe su andadura. No hay duda de que es una formación con mimbres y potencial suficiente para hacer buena música en Aragón, que suponemos que es en última instancia de lo que se trata. Si bien las entradas para el concierto estuvieron a punto de agotarse en taquillas, curiosamente el aforo del Auditorio presentaba tan solo un lleno de aproximadamente dos tercios.
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