JÓVENES SOBRADAMENTE PREPARADOS
Orquesta Sinfónica Goya. Dir. Juan Vicente Pardo. 06/04/13, Auditorio de Zaragoza
El pasado sábado se presentaba en sociedad la Orquesta Sinfónica Goya (orquestagoya.wix.com), formación recién constituida en Aragón, sumándose así a otras iniciativas recientes, de las que ya dimos cuenta, como la Orquesta Reino de Aragón o la Orquesta de las Esquinas, cada una con vocaciones y orígenes musicales distintos y, confiamos, complementarios, en un mapa musical, el aragonés, donde la ausencia de una orquesta de la comunidad abre la puerta a la iniciativa particular como única vía para que los profesionales formados en Aragón reviertan aquí mismo sus resultados.
Para este primer encuentro, que continuó el domingo 7 en el Teatro Olimpia de Huesca, la orquesta propuso un programa nutrido de obras bien conocidas, en un recorrido por el romanticismo musical del siglo XIX, plagado de influencias melódicas del folclore local. Quizá la obertura de La forza del destino, con la que dio inicio el concierto, fuera la única pieza que se salía de este hilo temático, en el que encajaban perfectamente tanto el Capricho español de Rimsky-Korsakov como las Danzas polovtsianas de El príncipe Igor, pasando por la Sinfonía n. 8 de Dvorák.
La orquesta presentó un sonido digno y profesional en todo momento. Ya en la citada obertura de La Forza de Verdi destacó la firmeza en la emisión de los metales, algo que sería constante a lo largo del concierto, salvo algún leve titubeo en las trompas. A cambio, la cuerda se mostró menos resuelta y empastada en esta primera pieza, si bien se entonó progresivamente a partir de la partitura de Rimsky Korsakov con la que continuó la velada. La recreación del Capricho español discurrió con leves irregularidades, y con un planteamiento algo alborotado en sus inicios, pero con sobrada solvencia en las no pocas intervenciones solistas que demanda (violín, maderas, arpa, etc.). Lo mismo cabe decir de las Danzas polovtsianas de El príncipe Igor de Borodin, donde se echó de menos una exposición más firme en el fraseo, más teatral en su recreación desde el podio, pero donde la cuerda presentó ya una ejecución más firme, con más cuerpo en el sonido, entonada ya tras su algo destemplado inicio con la partitura verdiana.
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