[C]rítica: La Sinfónica de Galicia en el homenaje al abonado de la Sinfónica de Castilla y León

Un mar de infinitas sensaciones

Por Agustín Achúcarro
Valladolid. 6-II-2019. Centro Cultural Miguel Delibes. Sala Sinfónica Jesús López Cobos. Orquesta Sinfónica de Galicia. Obras: El lago encantado, op. 62 de Liádov, Tapiola, op. 112 de Sibelius y la Sinfonía nº2 en mi menor, op. 27 de Rajmáninov. Director: Dima Slobodeniouk.

    A la hora de escuchar un concierto hay sin duda muchas perspectivas desde las que se puede disfrutar, y a buen seguro cada espectador crea su propio universo de sensaciones. A veces es el oyente el que no llega a captar el mensaje, a veces es la orquesta y su director los que se muestran incapaces de llevar a buen puerto una obra por infinidad de razones, y a partir de aquí se combinan con éstas no pocas circunstancias que pueden limitar el gozo de la música. La Orquesta Sinfónica de Galicia y su director Dima Slobodeniouk hicieron todo lo contrario de lo anteriormente expuesto y dieron no pocas razones al espectador para que disfrutara plenamente de la música. Llamó la atención la solidez de esta orquesta y sus secciones, la capacidad de compenetración que tienen entre ellos y cómo lo propicia su director. Slobodeniuk dirige con aplomo y rigor, facetas con las que consigue el mayor rendimiento con una facilidad pasmosa.

   En la versión que realizaron de la Sinfonía nº2 de Rajmáninov supieron conjugar elementos esenciales de la obra como su densidad y su transparencia, lo que les permitió llegar al fondo de su lirismo y su melodía de una manera aparentemente contenida, sin grandes efusiones al tiempo que se desbordaba emocionalmente, sin entrar en contradicciones. El movimiento inicial partió de unas atrayentes coloraciones oscuras que serían la base que marcaría el desarrollo de la obra, con un Adagio de frases extensas, ligadas, que parecían sostenerse incólumes en el tiempo. Siguió con ese arco emocional tan sugerente y de diáfana expresión el tiempo conclusivo.

   Antes, se recrearon en una obra de Liádov, El lago encantado, que sirvió para mostrar la fuerte identidad de esta orquesta, y Tapiola de Sibelius. Obra expuesta con unos matices y unos coloridos fascinantes y una extensión dinámica que llevó la música desde un susurro a su máxima expansión en crescendos que iban lentamente tomando cuerpo en esa original visión compositiva de la naturaleza nórdica.

   Todo lo escuchado en este concierto se produjo en base a una cuerda flexible, dúctil, de una afinación proverbial, unas maderas de una articulación flexible, unos metales muy bien empastados, una percusión en equilibrio perfecto con los anteriores y un director de ideas muy claras, capaz de llevar su orquesta al máximo.  

   Lástima que este concierto denominado 20+1, un «regalo» de la OSCyL que denominan “Concierto homenaje al abonado” no le rodearan las mejores circunstancias, máxime teniendo en cuenta que se agotaron las localidades. Si ya de partida supone una limitación el que a una sola actuación tengan que optar los abonados de las dos funciones de la temporada regular, aún resulta más lesivo el que coincidiera con el concurso infantil y juvenil de RTVE (¿no hay agendas y previsión de fechas?), en el que la OSCyL participa, lo que obligó a retirar la nada desdeñable cifra de 174 asientos de las primeras filas del patio de butacas. Esto provocó un problema a los que ocupan esas localidades, al resto del público y a la propia Orquesta Sinfónica de Galicia, y dio una sensación de frialdad al estar los músicos alejados del público. A lo que se suma el que son contadas las ocasiones que, al margen de la OSCyL, actúan orquestas de buen nivel en el Auditorio de Valladolid. Una referencia referida casi exclusiva a las españolas, pues desde que se suprimió el Ciclo Grandes orquestas, hace ya bastantes años, no se escuchan de fuera del país.

Foto: OSCyL