Un reportaje de Agustín Achúcarro
Acaba de terminar un ensayo y Andrew Gourlay, director titular de la Orquesta sinfónica de Castilla y León, siente aún en sus oídos los ecos de la energía que genera la orquesta en Pinos de Roma, aunque no sea esta obra la que originó la confección del primer concierto de la Temporada 2017-2018, que con un total de 20 programas y una actuación dedicada al abonado, comienza los días 5 y 6 de octubre. “Al pensar en este primer concierto mis pensamientos se dirigieron hacia la Sinfonía nº5 en re mayor, op. 107 de Mendelssohn, porque siento algo especial hacia este autor y considero que lo entiendo muy bien. Es una obra maestra que no sé muy bien por qué no se interpreta con mucha más frecuencia, quizá, entre otras razones, porque no sea lo suficientemente larga como para ocupar una parte de un programa, la verdad es que yo he tenido la suerte de contar con el apoyo de Jordi Gimeno”. Al director se le agolpan las ideas a la hora de explicar sus razones, aunque es consciente de que el espacio y el momento no es el ideal para explayarse y que sólo podrá esbozar parte de sus reflexiones. “La sinfonía cuenta con una historia de carácter religioso y es realmente música programática que nos pone ante el mundo de la reforma protestante, con las batallas entre la iglesia y un Lutero que aparece musicalmente en el cuarto movimiento”. Gourlay no quiere dejar pasar un detalle que para él tiene una relevancia poética y musical muy llamativa: “Lutero era muy conocido como flautista y después del conflicto expuesto en la sinfonía entra precisamente la flauta para resolver la situación y exponernos su idea”.
Inmediatamente presenta las razones que rondaron por su cabeza para confeccionar el resto del programa.“Mendelssohn tiene un sonido único, como muestra su forma de orquestar y esto casa perfectamente con El carnaval romano, op. 9 de Berlioz, y de ahí nos vamos a esa fuerza sonora con rasgos impresionistas de Los pinos de Roma de Respighi”. Por lo que se refiere al estreno de Partita for orchestra de Israel López Estelche Gourlay aduce para su programación en estos momentos razones de oportunidad temporal. “El primer concierto era la ocasión para dar la oportunidad al ganador de nuestro concurso de la temporada pasada. Creo que su obra es rítmica e inspirada, que se puede valorar desde el ritmo y cómo éste hace entrar a la melodía, y que realiza un viaje a temas románticos en su conclusión”.
Al evaluar este curso el titular de la OSCyL considera que hay un momento culminante. “Para mí el concierto más importante de la temporada es el que daremos en Madrid para IBERMUSICA, porque nos pone al lado de las orquestas mejores del mundo y en ese contexto podemos mostrarnos y enseñar lo que somos capaces de hacer”. Una baza que también desea valorar hace referencia al programa titulado Festival Rajmáninov, que se celebrará el 26 y 27 de enero de 2018, con las sinfonías nº1, 2 y 3 y el Concierto para piano nº3 en re menor, op.30, en el que el solista será Nicolai Lugansky. Se trata de un compositor del que el director afirma que “lleva en su corazón” y cuyas obras ha dirigido en no pocas ocasiones. Concretamente la Sinfonía Nº2 se va a grabar con motivo de estos conciertos para la edición de un cd que también incluirá La isla de los muertos, que se grabó la temporada pasada.
Siguiendo con su relato en torno a la Temporada el director también subraya la Suite de Parsifal que él mismo ha realizado.“Otro momento importante para mí será cuando interpretemos la Suite de Parsifal, que la he construido o mejor la estoy realizando, porque es una música que admiro mucho y por ahora no he encontrado ninguna suite de unos treinta minutos que refleje la música de esa obra, el sentimiento que posee al darle continuidad, sin que esté dividida en movimientos”, destaca Gourlay.
Aunque desde un punto de vista general lo que para el director tiene verdadera relevancia es la temporada que han confeccionado, con batutas como las de Spinosi, Bychkov, V. Petrenko, López Cobos, Polyanichko, Bringuier e Inbal, y solistas como el violinista Repin, la percusionista Glennie, los pianistas Pires, Lugansky o Perianes, las cantantes Savinova y Bakanova, el chelista Mork y un violinista vallisoletano como Roberto González-Monjas. “Me siento orgulloso de esta temporada por los directores y los solistas con los que vamos a contar, la fuerza de esta programación es en general propia de las orquestas top”, defiende Gourlay.
Antes de comenzar a referirse a la temporada y sin mediar pregunta Goulay abordó el problema legal surgido al final de la temporada anterior con diez de los músicos de la OSCyL que llevaban en ella entre dos y diez años, a los que se les comunicó que no serían renovados, y que llegaron a través de la bolsa de trabajo con contratos temporales sin dejar de pasar pruebas periódicas (Información de la que dio cuenta esta revista en julio pasado y sobre el que el miércoles 4 de octubre aún no se había firmado nada en concreto, aunque exista el compromiso formal de los responsables de la OSCyL para que se reintegren durante este mes de octubre). “Tengo el orgullo de que la dirección de la orquesta y la Fundación Siglo han cambiado una situación mala por algo más positivo, pues tenemos la oportunidad de que se convoquen las plazas vacantes en los próximos años y mientras tanto vamos a poder contar con esos diez músicos”, reseña el titular de la OSCyL para proseguir con lo siguiente: “Reconozco que para ellos no habrá mucha estabilidad al convocarse inminentemente las plazas, pero hasta ese momento sí la tendrán y podrán presentarse a esas pruebas”. Un problema que ha hecho que Gourlay sintiera que “ha sido un verano duro”.
Comienza un curso en el que Andrew Gourlay tiene puestas muchas esperanzas y que se plantea como “un desafío que sirva de punto de partida para la próxima temporada”.
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