Músicos de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León y la Filarmónica de Berlín estrenan una obra de Jesús Rueda
Entre maderas y cuerdas
Por Agustín Achúcarro
Valladolid, 19-III-2023. Auditorio de Valladolid. Sala de Cámara. Ensemble de miembros de la Orquesta Filarmónica de Berlín, la Academia Karajan de la Filarmónica berlinesa y de la Sinfónica de Castilla y León. José Lanuza, flauta, Carmelo Molina, clarinete, Álvaro Parra y Beatriz Jara, violines, Joaquín Riquelme, viola, Joshua Halpern, violonchelo. Obras: Rêverie orientale para clarinete, dos violines, viola y violonchelo de Glazunov, Cuarteto con flauta en do mayor, K.285b, para flauta, violín, viola y violonchelo de Mozart, Concierto de cámara nº4 «Simple Games» de Rueda, Preludios 1, 2 y 3, de los Preludios para piano op. 11 de Skriabin, en armonización de Gregory Steyer e Introducción y Allegro para arpa solista, flauta, clarinete y cuarteto de cuerda de Ravel.
Los siete instrumentistas provenientes de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León y de la Filarmónica de Berlín no se decantaron por obras señeras en el corpus de los autores y sí lo hicieron por una música menos conocida, digna de ser escuchada. Quizá, las propuestas más interesantes resultaron ser el estreno de la obra de Jesús Rueda, con un valor en sí misma por el mero hecho de poner al oyente frente a una obra de su tiempo, y la de Ravel, por su singularidad, incluido el hecho de que tratara de demostrar las cualidades del arpa Pleyel de pedales, frente al arpa cromática de dos órdenes, como recordó sobre el escenario la arpista Marianne Ten Voorde.
Para abrir boca, una obra amena y no falta de interés, como es Rêverie oriental para clarinete, dos violines, viola y violonchelo de Glazunov. Destacó el carácter de la melodía, con un fraseo siempre equilibrado del clarinetista Carmelo Molina, y una relación muy fructífera entre éste y las cuerdas, especialmente equilibrados a la hora de abordar el gradual aumento del caudal sonoro.
Con Mozart y su Cuarteto con flauta en do mayor, K.285b salieron a relucir las características propias de la flauta -esta obra pertenece al catálogo de obras de encargo- en una interpretación centrada en la melodía y en el encanto de la misma, con una delicada interpretación del flauta José Lanuza y una articulación flexible, dentro de un estilo galante.
Llegados a la obra de estreno, hubo un pequeño desajuste con respecto al programa de mano, ya que se anunciaba un intermedio antes de empezar la obra, que en realidad estaba previsto tras su la conclusión. Más allá de esto, el Concierto de cámara nº4 «Simple Games» de Jesús Rueda se caracterizó por una vivificante expresión de texturas y por la percepción de cómo se creaban dos bloques entre cuerdas y maderas, clarinete y flauta, mientras estos también se confrontaban entre sí. Una obra atractiva en los timbres, con una sugestiva y serena conclusión.
Antes de Ravel, interpretaron tres Preludios, op. 11 de Scriabin, en arreglos del violín II de la OSCyL Gregory Steyer, en los que destacó la manera de abordar su sonoridad orquestal.
Llegados a Ravel, -este compositor siempre es grande, aunque la partitura no pretenda ser una obra maestra- se produjo uno de los momentos más gratificantes del concierto. La arpista Marianne Ten Voorde se volcó al abordar las posibilidades del arpa, objetivo base de la obra, al exponer no pocas cualidades de dicho instrumento, como ciertas coloraciones y la creación de un ambiente muy sensitivo. Todo surgía con una descollante musicalidad, desde el momento inicial, con sus temas cíclicos, y la claridad de la cuerda.
Una propuesta amena, resuelta con soltura por los intérpretes, con especial atención a la afinación, espléndida la labor del viola Joaquín Riquelme, y el empaste de todas las cuerdas desde la labor realizada por los violinistas Álvaro Parra y Beatriz Jara. Aunque no sería de justicia reseñar a alguien en particular, sino valorar la aportación del conjunto.
Este ciclo de recitales y música de cámara, del que esta actuación era la tercera, responde a la necesaria vuelta de los conciertos de cámara al Auditorio, que, en Valladolid, más allá de los que realiza Juventudes Musicales habían dejado de existir de manera habitual. Esta ausencia suponía una laguna considerable en la programación del Centro Cultural Miguel Delibes y de la ciudad.
Foto: OSCyL
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