Por Agustín Achúcarro
Valladolid. 4-X-2018. Auditorio de Valladolid, Sala sinfónica Jesús López Cobos. Temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Obertura de El Rapto en el serrallo, K. 384 y Porgi amor qual che ristoro al mio duolo de Las bodas de Fígaro, K. 492 de Mozart, Cuatro últimas canciones y Una vida de héroe, op. 40 de Richard Strauss. Solista: Katherine Broderick, soprano. Director: Andrew Gourlay.
No tuvo precisamente un buen inicio de temporada la Orquesta Sinfónica de Castilla y León y su titular Andrew Gourlay, ya fuera por razones conceptuales o estrictamente musicales.
Abrieron el concierto con la obertura de El rapto en el serrallo de Mozart, y el aria (en puridad una cavatina) «Porgi amor» de Las bodas de Fígaro. Ambas serían las interpretaciones quizá más logradas. La primera de ellas en función del ritmo y un fraseo vivaz y la segunda por el canto desplegado por la soprano Katherine Broderick, de sonido esmaltado, muy afín a los pasajes formados por frases largas y los ligados, aunque quedaran algo desguarnecidos ciertos aspectos expresivos.
Después llegarían las Cuatro últimas canciones de Richard Strauss. Aquí Gourlay optó por no realizar una pausa entre el aria de Mozart y el comienzo de las obras de Strauss, lo que provocó cierta confusión en un sector del público que aplaudió nada mas terminar el citado lied strausiano creyendo que era el final del aria anterior. Además, cambió el orden de los lieder privando al espectador de escuchar esa casi ineludible conclusiónde las canciones de Strauss como es Im abendrot: «¿Será ésta, entonces, la muerte?» Ideas que tal vez el director sustentó con la intención de remarcar cierto parangón entre Mozart y Strauss, con un resultado desafortunado.
La voz de la soprano y su homogeneidad vocal se convirtieron en las canciones de Strauss en una trampa, pues su canto, amén de cierta escasez en el registro grave, resultó uniforme, acertado en los pianos y en la delicada declamación, pero escaso en los momentos de mayor brío y en los saltos interválicos. Por otra parte, la dirección mantuvo unas texturas poco sensibles.
Una vida de héroe puso punto final a este concierto. Gourlay se decantó por una versión enérgica, de empuje, pero desprovista de los múltiples recursos orquestales que enriquecen la obra y evitan caer en cierta banalidad retórica, por lo que acabó por resultar escasamente subyugante. La obra tuvo sus mejores valedores en los instrumentistas de la orquesta, con sus solistas encabezados por el concertino Juraj Cizmarovic.
Foto: OSCyL
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