Por Agustín Achúcarro
Valladolid. 13/10/16. Teatro Calderón. Concierto homenaje a Luis de los Cobos. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. José Luis Temes, director. Sergio de los Cobos, piano, e Iván García, violín. Obras de Luis de los Cobos.
Por fin se hizo justicia y se pudo escuchar la Sinfonía nº 2 "El Pinar perdido" de Luis de los Cobos. Ha habido que esperar casi cuatro años desde el fallecimiento del compositor, para que el esfuerzo de unos pocos lograra que la obra no cayera en el olvido, una voluntad que bien podría personalizarse en la figura del director José Luis Temes. Precisamente, antes de ponerse al frente de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León Temes se dirigió al público para darle algunas claves sobre el autor y la obra, datada en 2010, de gran valor para comprender la personalidad de Luis de los Cobos. Definió a su amigo Luis como un “hombre triste a su pesar” y recordó la importancia de la dedicatoria de esta Sinfonía: “A aquel Valladolid de mi infancia que marcó mi vida para siempre”. Un girón en el ánimo que se lo produjo el asesinato de su padre en julio de 1936, cuando se lo llevaron de la casa familiar en el Pinar de Antequera. Temes rememoró el hecho de que Luis de los Cobos no pudo volver hasta muchos años después a pasear por El Pinar, cuando ya había prometido que no compondría más. Aquel paseo en solitario mantuvo expectantes a sus amigos que se preguntaban sobre “cómo podría reaccionar”, lo que el propio de los Cobos les aclaró con un “os responderé con una sinfonía”.
Se suele recurrir a considerar lo que tiene de autobiográfica una creación, pero en este caso lo que podría ser un tópico es absolutamente real, al menos en lo que hace referencia al pensamiento del autor. Los nombres de los movimientos también son esclarecedores de lo que el autor llevaba dentro: “Olor de piña”, “Sueño de mariposas”, “Coral del tomillo” y “Desde el otro lado”. De los Cobos empieza su Sinfonía nº 2, con un tema que suena a canción infantil rota. Tras ese inicio aparecen temas en las distintas secciones o intervenciones solistas que se cortan repentinamente, mientras explora los sonidos graves de la cuerda o se sirve del trombón y la tuba para introducir el sarcasmo. Los solos de violín, de Los Cobos era violinista, tienden a adentrarse en el registro grave de dicho instrumento, sin desdeñar su contrario. En el segundo movimiento, quizá el más expresivo e impactante, el revoloteo de las mariposas repetido continuamente, azuzado por los metales, consigue que lo que aparentemente pudiera ser idílico se convierta en algo claustrofóbico y agobiante, en base a un tema recurrente que recorre toda la orquesta. Del tercer tiempo se adueña la melodía del corno inglés, que conduce a un final en el que el timbal, beligerante al máximo, marca el cuarto movimiento. La música se vuelve cada vez mas rauda y las repeticiones se hacen más opresivas, hasta que ya, sin posibilidad de continuar, acabará como comenzó. Se habla del empleo del dodecafonismo, del que de los Cobos había renegado durante su vida, pero al escuchar la obra parece que cuando surge no pasa de ser un elemento más, que le servirá al autor para reafirmarse en sus propósitos tendentes a expresar su angustia vital. No se pretende desde aquí hacer ningún juicio definitivo de la obra, sino más bien abrir la puerta a la posibilidad de que otros se adentren en la personalísima forma de entender la música de Luis de los Cobos, en concreto en lo que se refiere a esta Sinfonía nº 2, que bien merece ser escuchada. Una afirmación que sirve para traer a colación otro pasaje del lúcido discurso de Temes: “Éste no es un caso único en la historia de la música española, en la que tantas obras han caído injustamente en el olvido”.
También se estrenó la Nana del campo grande, nombre que hace referencia a uno de los parques más famosos de Valladolid. En ella participó al piano el hijo mayor del compositor, Sergio de los Cobos, y el violinista Iván García. La obra fechada en Ginebra en 2006 le lleva al violín, para el que no hay descanso, a explorar todo su registro, incluidos efectistas saltos interválicos. Ambos intérpretes estuvieron a la altura de los requerimientos de la partitura.
Un tanto que se apuntó el Teatro Calderón, los músicos de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León y el director José Luis Temes, y que inexplicablemente dejó escapar el Auditorio de Valladolid, sede de la Sinfónica y el lugar más lógico e idóneo para estrenar una sinfonía de estas características, máxime cuando la OSCyL está celebrando su 25 aniversario y la programación anda necesitada de autores representativos de la tierra.
Compartir