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Manuel de Falla en la clausura de temporada de la Sinfónica de Castilla y León

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Autor: Agustín Achúcarro
13 de junio de 2024

José Lanuza, piccolo de la Sinfónica de Castilla y León, habla sobre el último concierto de la temporada de la orquesta, bajo la dirección de su titular, Thierry Fischer

Sinfónica de Castilla y León

José Lanuza, piccolo de la OSCyL: «El amor brujo es la partitura de un músico genial»

Por Agustín Achúcarro
El último concierto de la Temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, que dirige Thierry Fischer, en el Auditorio de Valladolid, días 13 y 14 de junio, llega con cambios de última hora debido a la baja por enfermedad de la violinista Hilary Hahn, que hubiera interpretado el Concierto para violín de Ginastera. Ante la premura de tiempo no solo habrá cambio de solista, sino de obra. Su sustituta, la violinista Alina Ibragimova, interpretará el Concierto para violín en re mayor, op. 61 de Beethoven. A esta partitura se suman el Intermedio de la ópera Goyescas de Granados y El amor brujo (versión de 1925) de Manuel de Falla, en el que se contará con la excelente cantaora María Toledo

   José Lanuza, piccolo solista y flauta de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, se centra en sus comentarios en la obra de Manuel de Falla, por la que siente predilección. «Me encanta El amor brujo pues posee una música tan bien escrita, tan bien orquestada, que consigue unos colores realmente magníficos, y no solamente para las flautas, sino para toda la orquesta. Su música es tan rica en cuanto a acentuaciones, a la cadencia del compás, a los pequeños rubatos, que la hace maravillosa».  

   El amor brujo es una obra que Lanuza ha tocado muchas veces y lo ha hecho bajo el criterio de distintos directores, lo que le lleva a plantearse su estudio previo a los ensayos de una manera determinada. «Cuando vuelvo a estudiar esta obra, enfoco mi trabajo en revisarla metódicamente, para librarme de cierta manera costumbrista de tocarla». Además, el flauta suma a lo dicho lo siguiente: «Normalmente no interpretamos esta obra con directores que tengan su arraigo en la música española. A este respecto le comentaba a mi compañero que en esta ocasión estábamos haciendo una versión suiza de la obra; de hecho, el director nos ha pedido que en un pasaje determinado hiciéramos algo que a él le parecía mejor, y a los cinco minutos, tras repertirlo un par de veces, nos ha hecho rectificarlo porque se salía del fraseo propio del compositor». 

   Lanuza no deja pasar la oportunidad para hablar de cómo se comporta el flautín dentro de una orquesta. «Mi labor consiste en dar el toque final a un plato ya cocinado, con la intención de que todo resalte, ya que el sonido del piccolo se encuentra en la cúspide de todo el entramado armónico de una orquesta». Y en la manera de ver su trabajo, el músico no deja de darle un toque de ironía: «La principal dificultad que plantea el piccolo es que lo inventó el diablo. Al ser un instrumento tan pequeño y producir frecuencias tan agudas, cualquier variación se nota mucho en la afinación, por lo que hay que tener muy en cuenta con quién se va a tocar determinado pasaje, pues no es lo mismo la afinación de un violín, que la del arpa». 

   Lanuza recuerda que se suele decir que «el piccolo siempre está desafinado» y esta afirmación, más allá de que no sea cierta, tiene su explicación. «Al ser la última piedra de la pirámide sonora, si toda la estructura no es sólida, el piccolo no tiene base donde apoyarse, y solo suena realmente bien cuando desde el grave está conveninetemente construido el acorde, porque si surgen diferencias no sabes si tienes que tocar un poco más bajo o más alto, y esa es la dificultad real con la que se enfrenta el instrumentista».     

   A todo esto, Lanuza añade el hecho de que toca un instrumento que siempre resalta, y a esto el intérprete le da una explicación: «Muchas veces el público se cree que estás tocando muy fuerte y esto no es así, lo que pasa es que la masa sonora de la orquesta empuja esa frecuencia aguda y resalta más ese mismo sonido que emites. De hecho, si lo das solo, sin otros instrumentos, no se percibe igual de fuerte, aunque evidentemente seguirá siendo un sonido agudo». 

   Una vez desentrañada un poco la labor de ese instrumento de viento madera, que siempre se oye, y que está ahí en el centro de la orquesta, Lanuza se despide incidiendo sobre la maestría de Manuel de Falla y El amor brujo. «Me parece que es la partitura de un músico genial, en la que su autor capta la personalidad de todos los instrumentos de la orquesta». 

Foo: OSCyL

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