José Amador Morales
Múnich. Bayerische Staatsoper. 13-IV-2017. Richard Wagner: Tristan und Isolde. Stephen Gould (Tristan), René Pape (Rey Marke), Petra Lang (Isolde), Iain Paterson (Kurwenal), Francesco Petrozzi (Melot), Okka von der Damerau (Brangäne), Kevin Conners (Un pastor), Christian Rieger (Un timonel), Dean Power (Un joven marino). Coro y Orquesta de la Bayerisches Staatsoper. Simone Young, dirección musical. Peter Konwitschny, dirección escénica.
La Staatsoper de Munich reponía esta Semana Santa la conocida producción de Tristan und Isolde que firmara Peter Konwitschny a finales de los noventa. El tiempo ha hecho envejecer notablemente a esta propuesta escénica que algunos melómanos conocerán por el registro audiovisual protagonizado musicalmente por la dirección de Zubin Mehta y la cantante Waltraud Meier, sin duda la Isolda de las dos últimas décadas. Al margen del tratamiento kitsch de gran parte del primer y segundo acto, del inmovilismo casi absoluto del tercero, del todavía hilarante “momento del sofá” (cuando Tristan lanza su apasionado “Isolde!!!” y aparece en escena arrastrando un sofá para posteriormente iniciar el hermoso dúo de amor) etc, si algo sorprende ver in situ esta producción es la reducción prácticamente al 50% de la boca del imponente escenario del teatro muniqués, siendo relegada prácticamente a la de un mero salón de actos.
Simone Young dejó claro desde el preludio que optaba por ofrecer un sonido transparente y sutil, alejándose de lecturas comprometidas con complejas profundidades dramáticas y demás introspecciones filosóficas (en este sentido ideal para oídos no iniciados). Un sonido exento de densidad y sin un color rotundamente wagneriano, pero tal vez suficiente, para el que contaba con una orquesta refinada y flexible. Lógicamente, esta apuesta por la exquisitez a costa del juego tensión-distensión, le llevó a una carencia de intensidad dramática, corregida en parte hacia el final del tercer acto.
En lo vocal destacó la Isolde de Petra Lang quien sorteó con más o menos habilidad las enormes dificultades del rol. Su voz es homogénea y de un color algo neutro, revelando una evidente debilidad en el volumen de su registro central (a pesar del mimo extremo con que Young cuidó a los cantantes en este punto) y unos agudos bien emitidos pero a menudo descarnados y faltos de consistencia. A nivel interpretativo, fue de menos a más, desde una Isolde fría y distante en el primer acto, hasta una conmovedora “muerte de amor”.
Más bien al contrario sucedió con Stephen Gould, quien mostró de partida una fantástica combinación de poderío vocal, arrojo, potentes agudos y delicadas medias voces. Sin embargo, durante segundo acto comenzó a toser en pleno dúo de amor; pareciera que en un principio podría controlar la situación pero le sobrevinieron los quiebros de voz, vacilaciones y frases logradas con otras más bien ahogadas que generaban una inevitable tensión. En el tercer acto, cuando parecía que todo iba mejor volvieron las toses en pleno monólogo y el tenor americano terminó como pudo. En los saludos finales, se señaló la garganta juntándose las manos en claro gesto de disculpa.
Sorprendió muy gratamente la Brangäne de Von der Damerau, potente y segurísima, realzando en este sentido las carencias de la protagonista. El color de su voz cuadra más con el de una soprano, lo que generó cierta confusión por la compañía de una Isolda mezzo al menos en origen. Ian Paterson ofreció un Kurwenal noble pero de voz justa para y no muy generosa en matices. De las cuatro interpretaciones que quien esto suscribe ha escuchado a René Pape como Rey Marke, probablemente sea esta las menos interesante. No cabe duda de que el bajo alemán ha hecho del personaje uno de los puntales de su carrera y el tantas veces aburrido monólogo del segundo acto es todo un aliciente si se cuenta con su voz. Todavía conserva mucho de esa gran creación pero su voz ha perdido esmalte y fueron evidentes - demasiado - sus problemas de fiato.
Muy adecuado el resto del reparto y mención especial al maravilloso dúo de cornos ingleses que aparecen sobre el escenario en el principio del tercer acto.
Compartir