Crítica del concierto extraordinario de la Orquesta y Coro Nacionales de España [OCNE] por «A floresta do Amazonas» bajo la dirección musical de Simone Menezes
Las raíces
Por Enrique Montesdeoca Lagares
Madrid, 14-X-2023. Auditorio Nacional de Música. Concierto Extraordinario de la Orquesta y Coro Nacionales de España [OCNE]. A floresta do Amazonas de Heitor Villa-Lobos. Orquesta Nacional de España. Directora: Simone Menezes. Soprano: Camila Provenzale. Fotógrafo: Sebastião Salgado.
El pasado 14 de octubre aconteció un evento único en la historia del Auditorio Nacional. Sebastião Salgado, una leyenda viviente de la fotografía, visitó la casa de la Orquesta Nacional de España [ONE] para llevar a cabo un importante proyecto que ya se ha granjeado numerosos éxitos en Europa y regaló una vivencia que no dejó indiferente a nadie.
Desde los primeros compases de A floresta do Amazonas, una obra caleidoscópica prácticamente desconocida de Heitor Villa-Lobos, se proyectaba en una pantalla gigante detrás del escenario una cuidadosa selección de 250 imágenes escogidas por el propio fotógrafo. Todas las fotografías eran de la Amazonia: vistas aéreas de su inmensidad, su exuberante vegetación, sus secretas montañas, sus arroyos y sus gentes. En definitiva: una elegante comunión entre música e imagen con una carga de profundidad asombrosa.
La expectación era sumamente alta, y Salgado, que se dirigió al público brevemente antes del comienzo, fue recibido con entusiasmo y un preciosísimo sentido del respeto: la veneración propia hacia alguien cuyos ojos, a través de la cámara, han visto mucho más que los de la mayoría. Así, explicaba que este proyecto nació con el propósito de difundir la música de Villa-Lobos más allá de sus populares Bachianas, y de concienciar al público de la insondable belleza de la selva amazónica y la imperiosa necesidad de protegerla. Un compromiso nacionalista en el mejor sentido de la palabra, y un proyecto que nace fuera de intereses comerciales, fuera de la rutinaria agenda, fuera del deber y del canon. Nace de la convicción de abogar por lo que uno ama: sus raíces. Sin duda, un mensaje ecologista, si se quiere, más apropiado y efectivo que ciertas desafortunadas y recientes intervenciones de activistas climáticos en salas de concierto.
A floresta do Amazonas está constituida como una suite de varios movimientos, que se redujo ligeramente para estos conciertos. Casi pareciera, y en esto coincidimos con otras importantes críticas, que la obra fuera escrita a tal fin. Una obra de una profundidad alegórica de por sí abismal, que se vio potenciada por el uso de las milagrosas fotografías. Villa-Lobos consigue emular colores y timbres con tintes de Stravinsky, pero siempre originales, y cada movimiento huye de ambigüedades, creando pequeñas cápsulas temáticas. Inteligente y genial el acercamiento de Salgado a esta situación, pues agrupó y ordenó también sus fotos de manera que concordaran con los temas que la música expresaba tácitamente. Al final, quedó retratada la multifacética naturaleza humana: lo tribal, la violencia, la muerte, el sufrimiento, la vida, una canción de cuna, la vejez, la risueña juventud, el amor maternal, danza, júbilo y la celebración de la vida sencilla. Las miradas que captura Salgado atravesarían un bloque de titanio.
El gesto de Menezes fue camaleónico: claro y lírico, pero también vehemente. Quizá demasiado brusco en los momentos más enérgicos de la obra, pero es claro que su gestualidad definió una dirección con bases sólidas y una presencia que rezumaba honestidad. Valoramos muy positivamente que estuviera mezclada de forma tan visceral con la música, sin imposturas. Consiguió un resultado excelso con la orquesta, a quien contagió la voluntad y la pasión por el mensaje.
La soprano Camila Provenzale deslumbró y sorprendió gratamente. Fue un descubrimiento. Esta no era una partitura para hacer gala de fuegos de artificio. No obstante, la caracterización y el exotismo con que coloreó su voz fueron prodigiosos, envuelta absolutamente en la imagen poética de la pieza. Hay en su arte una idea subyacente de calidez dificilísima de conseguir. Tras su primera intervención a mitad de la obra, con una tierna e inocente canción que hablaba de veleros y del vaivén de las olas, el emocionado público interrumpió el paso al siguiente movimiento con un largo y sincero aplauso. Qué bonito.
«En la Amazonia vive la Prehistoria en el presente», decía Salgado en referencia a sus tribus indígenas. Esto lleva a un fugaz y presentista pensamiento de que así debimos ser, como en un distante y ajeno pasado, superado con los años de cultura, pero el mensaje de este proyecto es que compartimos con ellos más de lo que somos conscientes. En un tiempo en que la música está impregnada de historia por doquier, el concierto fue un recordatorio de lo ahistórico en nosotros. De todo aquello que está conectado con cuestiones perennes y transversales a nuestra condición, y que olvidamos en el infinito y enfermizo pormenor de nuestros días.
Esta experiencia supuso una vuelta a las raíces. Literal y alegóricamente. La respuesta a esta catarsis fue justa: una sentida ovación en pie.
«El paraíso en la Tierra existe, y se llama Amazonia» Sebastião Salgado
Fotos: OCNE
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