Silvia Márquez y La Tempestad protagonizan los últimos conciertos del X Mare Musicum-Festival de Música Antigua
Silvia Márquez, la musicalidad personificada
Por José Antonio Cantón
Roquetas de Mar, 15-VII-2022. Castillo de Santa Ana. X MAre Musicum-Festival de Música Antigua. Silvia Márquez (clavicémbalo) Obras de J. S. Bach, C. Ph. E. Bach, Cabezón, Couperin, Duphly, Händel, Rossi, A. Scarlatti, Sierra y Storace /// 17-VII-2022. La Tempestad. Guillermo Peñalver (traverso), Lorea Aranzasti (violín barroco), Antonio Clares (viola barroca), Guillermo Turina (Violonchelo barroco), Jorge Muñoz (contrabajo barroco) y Slvia Márquez (clave y dirección). Obras de Domenico Scarlatti y Francesco Geminiani.
Las dos últimas jornadas del Festival Mare Musicum han tenido una protagonista de excepción en la figura de la teclista aragonesa Silvia Márquez, actuando sola en un recital de clave dedicado a dejar una panorámica muy bien escogida de la chacona, desde que como forma culta empezó a estilizarse esta danza popular de origen hispano-luso en el siglo XVI, y en el concierto de clausura de esta décima edición del Festival dirigiendo desde el teclado al grupo de música antigua La Tempestad que ella fundó el año 2000, dedicado a dos compositores italianos de enorme importancia en el barroco; Domenico Scarlatti y Francesco Geminiani.
El recital lo inició con una Ciaconna del compositor italiano del siglo XVII Bernardo Storace que permitió que el oyente percibiera ya, de entrada, la claridad y nitidez de sonido de la intérprete, a la que se prestaba la exquisitez de esta pieza. Se retrotrajo casi un siglo en el tiempo para ofrecer un famoso ejemplo de variaciones de Antonio de Cabezón tocando sus Diferencias sobre las vacas, que expuso con ese recogimiento tan característico y trascendente que desprende la música del compositor burgalés. Por analogía rítmica con éstas, quiso que fuera la Partite sopra Romanesca del genovés Michelangelo Rossi la interpretada a continuación, dejando una sensación de consecuente transparencia en el oyente. La Chaconne ‘La Complaignante’ de Louis Couperin, fue tratada por Silvia Márquez con ese punto de distinción que exige este fino compositor, cuya estética deviene en gran medida de su personalidad ilustrada en el espíritu de la Academia. Similar sensación quedaba después de la escucha de la Chaconne en Fa del ruanés Jacques Duphly, que dejaba una impresión más producto de una ensayística actitud creativa que de una inspirada espontaneidad de creación.
El paso a una teórica segunda parte la marcó la Chacona en sol menor, HWV 486 de Georg Friedrich Händel. Su desarrollo armónico de determinante estructura quedaba como ejemplo del estilo alemán dado a esta danza imponiéndose el carácter ceremonioso de su tema sobre las posibles variables posteriores en su discurso. Seguidamente se produjo la interpretación de una de la obras más hermosas del programa; Variazioni sulla Follia di Spagna del napolitano Alessandro Scarlatti. Con ella Silvia Márquez desarrolló su gran mecanismo ese tan característico de la forma tocata -que llegaría a una máxima expresión, más de un siglo después, en el Op. 7 de Robert Schumann-, aunando su lucimiento digital con su intención de ir construyendo desde su atractivo tema el variado entramado armónico consecuente.
A continuación se produjo uno de los momentos más esperados del programa con la interpretación de la transcripción que realizó el danés Lars Ulrik Mortensen de la Chacona que culmina la Partita para violín BWV 1004 de Juan Sebastián Bach, en cuyo desarrollo la clavecinista puso lo mejor de su intelecto y de su emoción logrando que la música se convirtiera en un sublime canto que dejaba claro la dimensión artística de esta eficaz, serena y sensitiva intérprete. Seguidamente volvían a aparecer los sones de la folía en doce magistrales variaciones de Carlos Felipe Emanuel Bach que subía la tensión del concierto como preparando el Montuno en forma de chacona que el compositor puertorriqueño Roberto Sierra dedicó a Silvia Márquez el año 2017 respondiendo al encargo que le hizo el Festival de Música Española de Cádiz, que significó un deslumbrante y apoteósico final de actuación. El entusiasmo del público, puesto en pie, fue correspondido con un precioso y meditativo A new ground en mi menor, ZT 682 de Henry Purcell que no hizo sino confirmar el grado de excelencia artística alcanzado en esta inolvidable velada de música para clavicémbalo.
Esta misma impronta de la clavecinista la iba a transformar en auctoritas dirigiendo al grupo instrumental barroco La Tempestad en el concierto que ponía fin a esta edición del Festival Mare Musicum en el que se alternaron obras de Scarlatti hijo y Francesco Geminiani. Las del primero eran adaptaciones realizadas por Silvia Márquez de algunas de sus sonatas para clave solo, del segundo dos sonatas, en las que se pudieron lucir con profusión Lorea Aranzasti con su violín y Guillermo Peñalver con su flauta travesera, además de uno de los concerti grossi más descriptivos del catálogo del compositor luqués.
El nivel musical de este grupo, residenciado en el Auditorio y Centro de Congresos ‘Víctor Villegas’ de Murcia, es el resultante de un conocimiento exhaustivo entre sus componentes, que hace que sus interpretaciones tengan una intensidad vital que determina su seña de identidad exponiendo el lenguaje musical que proceda en cada caso. Sólo así se puede entender que los buenos arreglos realizados por su directora de las piezas originales para clavecín de Domenico Scarlatti hayan adquirido una nueva dimensión que parece devenir de las mejores intenciones imaginables surgidas del pensamiento musical del compositor, dada la instintiva fidelidad estilística de época con la que han sido adaptadas y son interpretadas.
La fluida naturalidad de discurso ha sido la nota destacada de la actuación, fruto, esencialmente, de la coordinación a nivel de consabidos tics que funcionan como resortes entre los componentes del grupo y de la magistral intervención de su directora, que sabe manejar las cualidades de cada uno en un sentido expresivo que se asemeja al manejo de un instrumento, en este caso como si fuera una polifónica extensión natural de su clave. No se podría entender entonces el buen resultado obtenido con los arreglos sobre sonatas de Scarlatti, que funcionaron como si fueran formatos originales. Las de Geminiani, Sonata para violín en re menor, Op. 4-4 y Sonata en re menor (original en Mi mayor), Op. 1-10 propiciaron el lucimiento de la violinista y el flautista, respectivamente, para llegar el momento culminante de este compositor en el programa con la interpretación del Concerto grosso en Si bemol mayor, Op. 7-6 “La foresta incantata” que cerraba la actuación, siendo más que interesante el equilibrio obtenido por este grupo siendo fiel a la preocupación que desprenden las propias palabras del compositor cuando hablando sobre este opus manifestó; “En la composición de los conciertos Opus 7 se ha utilizado un gran estudio y aplicación, para hacerlos aceptables para el público, y en particular para su Academia". Este último aspecto quedó solventado con una interpretación fluida, atenta y comunicativa, que hacían fáciles las dificultades que contiene esta singular obra, tanto en lo técnico como en lo estético, llamando la atención en este sentido la buena resolución técnica del golpe de arco ricochet de la violinista Lorea Aranzasti, y el realce del viola da braccio Antonio Clares que entraba en acción con gran solvencia contrapuntística. Guillermo Turina y Jorge Muñoz, con su doblado acompañamiento en paralelo, mantuvieron un sustento armónico perfecto en la cuerda baja superando con profesionalidad y eficacia las desviaciones de afinación, a causa del húmedo calor ambiental, del temperamento Vallotti empleado en esta ocasión.
El público que llenaba el aforo del patio del Castillo de Santa Ana se rindió con entusiasmo ante esta cita de La Tempestad, que ofreció como bis una muy grata sorpresa, el Fandango en Re menor de Domenico Scarlatti, descubierto el año 1984 en un manuscrito que se halla en las Islas Canarias que, en su versión para este grupo, adquiere una expansión expresiva de enorme atractivo para disfrutar aún más y mejor de la escucha del estilizado y alegre ingenio creativo que atesora. Su terminación en la nota dominante de modo dejaba abierto el deseo en el oyente de una supuesta continuidad, con independencia de que sea un efecto buscado o no por el autor. En conclusión, un gran final del Festival acorde con la bondad artística de su programación, en el que quedaba más que demostrada la rica y polifacética personalidad musical de Silvia Márquez, temperamental heredera de la memoria y el legado de la gran clavecinista oriolana Genoveva Gálvez, eminente impulsora del clave en España durante la segunda mitad del siglo XX.
Fotos: Blas Fuentes
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